Boletín UNAM-DGCS-300
Ciudad Universitaria.
06:00 hrs. 10 de mayo de 2012

Víctor Torres Roldán
           


COSMOVISIÓN MAYA, MÁS FASCINANTE QUE UN SUPUESTO FIN DEL MUNDO

 

• Existe cierto racismo en la interpretación del pasado, al sólo admirar sus conocimientos astronómicos y matemáticos, sin considerar el nivel de avance de la civilización originaria, sostuvo Víctor Torres Roldán, del IA de la UNAM

La cosmovisión maya es más fascinante que la idea errónea de un supuesto fin del mundo, basada en profecías inexistentes de la cultura originaria. Existe cierto racismo en la interpretación del pasado, al sólo admirar sus conocimientos, sin considerar el nivel de avance de su civilización, aseguró Víctor Torres Roldán, del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM.

Lo valioso no es comprender un ciclo que cierra en 2012, sino su búsqueda intelectual para descifrar los misterios del cielo y los planetas, al igual que otras civilizaciones antiguas. Por concepciones racistas no se acepta que tenían un modelo del Universo. Reconocieron la geografía del firmamento, la dividieron en estrellas marcadoras, y se preguntaron acerca del movimiento de los planetas, recordó.

Su calendario astronómico es sencillo, basado en cómo giran y las coincidencias, a través del tiempo, de los objetos celestes. Para conocer donde estaban los planetas hace 300 años, con las técnicas actuales se calcula la posición con distintas ecuaciones; con el método maya, sólo basta conocer sus observaciones.

Luna de coincidencias

El experto explicó que aproximadamente cada siete días la Luna cambia de fase –nueva, cuarto creciente, llena, cuarto menguante-, y es posible concluir que su ciclo es de 29 días y medio.

Al completar las apreciaciones de un año, se obtienen 12.3 lunas. Ese desajuste es lo más afortunado para la humanidad, al surgir la curiosidad por saber el momento en que coinciden los ciclos, de dónde parte la medida fina del tiempo en todas las culturas.

Para resolver los misterios celestes, es necesario observar con detenimiento por periodos largos, concepto muy lejano en la actualidad, dominada por el corto lapso. En este contexto, resulta difícil concebir que una sociedad dedicara tantos recursos para comprender lo que sucede en el cielo, a registrar y medir sus observaciones.

Torres Roldán expuso que el calendario maya es un ejercicio de infinita paciencia, basado en la cuenta ritual de 260 días, equivalente al tiempo de maduración del maíz, y el solar, en estrecha relación con la agricultura. Está orientado a encontrar la coincidencia de los astros en el cielo, enfatizó.

“Los ciclos de la Luna, el florecer de las jacarandas en la primavera, el curso de la temporada de lluvias son clave de nuestro entorno, que los animales entienden y nosotros comprendíamos en la etapa que no estábamos tan cerca de los supermercados y tan lejos de la naturaleza”.

No aceptar que sus astrónomos conocían los ciclos lunares y seguían el movimiento del Sol, Marte, Júpiter, Saturno, Mercurio, y la estrella Sirio, las luces más brillantes en el firmamento, desacredita la imaginación creativa del hombre mesoamericano. Por el conocimiento que adquirieron, su calendario y cosmología tienen sentido.

“Se debe olvidar la idea de que se registrará una alineación cósmica, concepto occidental, para entender cómo registraron el cruce de los planetas y los astros en la Vía Láctea, cuyo punto de origen era la constelación de la Tortuga, conocida como la Cruz del Cielo, visible en febrero y agosto”.

El intento por resolver el enigma milenario del orden celeste requirió el ejercicio intelectual de la contemplación astronómica, por siglos, de los mayas. Al obtener respuestas, consideraron que tal sistema que debía regir la vida de las personas, al creer que su destino, estaba influido por los astros.

Los mexicanos tenemos un pasado glorioso, con uno de los logros intelectuales más importantes de la humanidad. “Comprender las aportaciones astronómicas de esta cultura originaria, contribuye a una identidad nacional más sana y propositiva”, finalizó.

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Fotos


Víctor Torres Roldán, del Instituto de Astronomía de la UNAM.