• Existe cierto
racismo en la interpretación del pasado, al sólo admirar
sus conocimientos astronómicos y matemáticos, sin
considerar el nivel de avance de la civilización originaria,
sostuvo Víctor Torres Roldán, del IA de la UNAM
La cosmovisión maya es más
fascinante que la idea errónea de un supuesto fin del mundo,
basada en profecías inexistentes de la cultura originaria.
Existe cierto racismo en la interpretación del pasado, al sólo
admirar sus conocimientos, sin considerar el nivel de avance de su
civilización, aseguró Víctor Torres Roldán,
del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM.
Lo valioso no es comprender un ciclo que
cierra en 2012, sino su búsqueda intelectual para descifrar
los misterios del cielo y los planetas, al igual que otras civilizaciones
antiguas. Por concepciones racistas no se acepta que tenían
un modelo del Universo. Reconocieron la geografía del firmamento,
la dividieron en estrellas marcadoras, y se preguntaron acerca del
movimiento de los planetas, recordó.
Su calendario astronómico es sencillo,
basado en cómo giran y las coincidencias, a través del
tiempo, de los objetos celestes. Para conocer donde estaban los planetas
hace 300 años, con las técnicas actuales se calcula
la posición con distintas ecuaciones; con el método
maya, sólo basta conocer sus observaciones.
Luna de coincidencias
El experto explicó que aproximadamente
cada siete días la Luna cambia de fase –nueva, cuarto
creciente, llena, cuarto menguante-, y es posible concluir que su
ciclo es de 29 días y medio.
Al completar las apreciaciones de un año,
se obtienen 12.3 lunas. Ese desajuste es lo más afortunado
para la humanidad, al surgir la curiosidad por saber el momento en
que coinciden los ciclos, de dónde parte la medida fina del
tiempo en todas las culturas.
Para resolver los misterios celestes, es
necesario observar con detenimiento por periodos largos, concepto
muy lejano en la actualidad, dominada por el corto lapso. En este
contexto, resulta difícil concebir que una sociedad dedicara
tantos recursos para comprender lo que sucede en el cielo, a registrar
y medir sus observaciones.
Torres Roldán expuso que el calendario
maya es un ejercicio de infinita paciencia, basado en la cuenta ritual
de 260 días, equivalente al tiempo de maduración del
maíz, y el solar, en estrecha relación con la agricultura.
Está orientado a encontrar la coincidencia de los astros en
el cielo, enfatizó.
“Los ciclos de la Luna, el florecer
de las jacarandas en la primavera, el curso de la temporada de lluvias
son clave de nuestro entorno, que los animales entienden y nosotros
comprendíamos en la etapa que no estábamos tan cerca
de los supermercados y tan lejos de la naturaleza”.
No aceptar que sus astrónomos conocían
los ciclos lunares y seguían el movimiento del Sol, Marte,
Júpiter, Saturno, Mercurio, y la estrella Sirio, las luces
más brillantes en el firmamento, desacredita la imaginación
creativa del hombre mesoamericano. Por el conocimiento que adquirieron,
su calendario y cosmología tienen sentido.
“Se debe olvidar la idea de que se
registrará una alineación cósmica, concepto occidental,
para entender cómo registraron el cruce de los planetas y los
astros en la Vía Láctea, cuyo punto de origen era la
constelación de la Tortuga, conocida como la Cruz del Cielo,
visible en febrero y agosto”.
El intento por resolver el enigma milenario
del orden celeste requirió el ejercicio intelectual de la contemplación
astronómica, por siglos, de los mayas. Al obtener respuestas,
consideraron que tal sistema que debía regir la vida de las
personas, al creer que su destino, estaba influido por los astros.
Los mexicanos tenemos un pasado glorioso,
con uno de los logros intelectuales más importantes de la humanidad.
“Comprender las aportaciones astronómicas de esta cultura
originaria, contribuye a una identidad nacional más sana y
propositiva”, finalizó.
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