Boletín UNAM-DGCS-292
Ciudad Universitaria.
06:00 hrs. 7 de mayo de 2012

Arón Jazcilevich
           


FUENTES NO TRADICIONALES DE COMBUSTIBLES, MUY CONTAMINANTES

 

• La explotación de arenas bituminosas y esquistos van en sentido contrario a las renovables, explicó Arón Jazcilevich, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM

La explotación de arenas bituminosas y yacimientos de esquistos (shale) para extraer gas y petróleo, van en contra de la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, intención que se tenía con el aprovechamiento de fuentes renovables, explicó Arón Jazcilevich, del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM.

El empleo de las primeras no es nuevo. De hecho, su origen se remonta a los años 20 del siglo pasado, y en Canadá su uso recobró ímpetu ante la pronunciada baja mundial en el suministro de petróleo convencional y su correspondiente aumento de precio.

En estas arenas, también llamadas aceiteras, persiste una combinación de arcilla, arena, agua y bitumen que puede transformarse en crudo sintético. Su viscosidad es reducida mediante vapor o solventes.

En el Valle de Athabasca, Alberta, está el mayor depósito en el mundo, por eso, Canadá experimentó un marcado incremento en las reservas probadas de hidrocarburos. Como las explotaciones son a cielo abierto, provocan la contaminación de aire, tierra y agua.

Esquistos

Otra de las fuentes no tradicionales para extraer combustible son los esquistos, rocas empapadas en petróleo, de consistencia arcillosa y con material orgánico e inorgánico procedente tanto de la flora como de la fauna. En EU existen depósitos en California, Utah y Dakota del Norte, señaló el académico.

Acceder a sus yacimientos requiere perforaciones verticales que alcanzan los seis mil pies de profundidad. Una vez encontrados se realizan horadaciones horizontales, que junto con la fracturación hidráulica (fracking) han hecho posible su explotación.

Para la extracción, explicó, se inyectan compuestos líquidos que contienen diésel. Los costos de inversión, explotación y comercialización son elevados, aunque se justifican por los precios del petróleo.

Para obtener este recurso primero se hicieron las perforaciones y luego se realizaron los estudios de impacto ambiental, que detectaron benceno en el aire, entre otros componentes dañinos.

La explotación de yacimientos en aguas profundas, como en el Golfo de México —donde ya han comenzado las tareas de extracción— tiene complicaciones ecológicas.

Con base en información del Departamento de Energía de Estados Unidos, la demanda por petróleo continuará al alza; para el año 2035 aumentará 53 por ciento, mientras que las emisiones de gases de efecto invernadero se incrementarán en 43 por ciento.

El mismo documento fechado en 2011, señala que en 23 años el precio por barril será de 125 dólares y, en tres décadas, la producción puede decrecer 70 por ciento.

Así, la explotación de veneros de crudo y gas en aguas profundas, yacimientos esquistos y arenas bituminosas, no es compatible con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, y presenta riesgos de contaminación en agua, aire y suelos; sin embargo, representa un enorme potencial para satisfacer las necesidades energéticas a escala global y es estratégica para naciones como EU, Brasil, Argentina, Rusia, Polonia y Turquía, entre otros.

Etanol en México

Por lo que hace a la producción de etanol en el país, el investigador del CCA informó que en la más reciente licitación de Pemex (correspondiente a febrero del año en curso) se dan a conocer los nombres de las dos compañías elegidas para proveer este combustible obtenido de la caña de azúcar.

Éstas son Destilmex, que cuenta con ingenios capaces de generar 11 millones de litros al año en Chiapas, y Alcoholera Zapopan, con ingenios en Veracruz y capacidad para dar salida a siete millones de litros anuales.

Lo que ambas ponen en el mercado representa tan sólo el 10 por ciento del plan original y este volumen será destinado a cubrir, parcialmente, la demanda de gasolina tipo E6 tan sólo en Chiapas y Oaxaca.

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Fotos


Arón Jazcilevich, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera.