• Está
basado en la tomografía eléctrica en tres dimensiones
(3D) y se ha aplicado con éxito
• Fue diseñado Andrés Tejero, profesor de la
Facultad de Ingeniería, y adecuado por el Grupo de Exploración,
conformado por René Chávez Segura, Gerardo Cifuentes
Nava y Esteban Hernández Quintero, académicos del
IGf de la UNAM
En México, la tomografía eléctrica
de resistividad en tercera dimensión no ha sido explotada en
todo su potencial por la arqueología, pese a que ha comprobado
su eficacia en otros ámbitos.
Así lo afirmó un grupo de académicos
universitarios, que actualmente colabora con el Instituto Nacional
de Antropología e Historia (INAH) en el proyecto de Pañhú,
en Tecozautla, Hidalgo, con un método de su creación,
que permite conocer el subsuelo por debajo de las estructuras arqueológicas,
sin necesidad de excavar aleatoriamente para encontrar información
del sitio.
Para su diseño, se aplicó la
técnica de tomografía eléctrica tridimensional,
que implica rodear la estructura o edificio de interés mediante
una serie de electrodos (varillas de cobre de 60 centímetros
de longitud, enterradas en el suelo 40 centímetros, aproximadamente),
que conectados mediante un cable “inteligente” a una consola,
envía corriente al subsuelo en una secuencia previamente programada
para medir la resistividad del subsuelo.
Las profundidades alcanzadas varían
de acuerdo con la separación entre electrodos y la longitud
de las líneas geofísicas establecidas. En el caso de
la pirámide principal del Pahñú, se obtuvieron
datos a una profundidad de casi nueve metros. “Así podemos
conocer las características donde se encuentran los edificios
prehispánicos sin realizar excavaciones”, precisó
René Chávez Segura, jefe del Departamento de Geomagnetismo
y Exploración del Instituto de Geofísica (IGf) de la
UNAM.
“Empezamos a colaborar en esa zona
por invitación de un grupo de arqueólogos del INAH,
dirigidos por Fernando López, pues requerían conocer
las razones por las que la pirámide principal sufre una serie
de agrietamientos que ha provocado una peligrosa inestabilidad del
edificio en su parte norte, lo que pone en riesgo su integridad”,
señaló.
Entonces, explicó, se tenían
que conocer las características físicas del área
que sostiene esa estructura. Para ello, se rodeó en un cuadrado
formado por 44 electrodos separados tres metros. Se determinó
la diferencia de potencial para obtener la resistividad del subsuelo,
parámetro físico fuertemente relacionado con las características
del medio.
Este método fue diseñado por
Andrés Tejero, profesor de la Facultad de Ingeniería
(FI), y ha sido adecuado y aplicado por el grupo de trabajo de Chávez
Segura. También participan Gerardo Cifuentes Nava y Esteban
Hernández Quintero, académicos del IGf.
Al respecto, Tejero mencionó que la
tomografía eléctrica 3D se desarrolló hacia la
segunda mitad del siglo pasado, “nosotros la modificamos y adecuamos
para conocer las condiciones del subsuelo en zonas urbanas y arqueológicas,
donde no se puede pasar por encima de las construcciones porque se
perjudica la obra o se pierde evidencia de vestigios históricos”.
Así se obtiene información
sobre los parámetros físicos, porque las características
que lo forman varían, tanto de manera lateral, como a profundidad.
Mediante el empleo de métodos matemáticos se puede dar
sentido a la información que se obtiene, y así estimar
un modelo de la estructura del subsuelo, refirió Cifuentes
Nava, también secretario Técnico del IGf.
Por parámetros físicos se entiende
la resistividad aparente y real, que reflejará las características
de las estructuras que se encuentran a profundidad, indicó.
Con esta aplicación, prosiguió,
se ofrece información a la autoridad competente, para que tome
decisiones que podrían estar enfocadas a acciones de protección
civil. En el caso de la arqueología, sirve para que los expertos
sepan exactamente dónde tienen que excavar, y así evitar
una búsqueda aleatoria.
En el caso del Pañhú, apuntó,
“en un principio nos pidieron apoyo para dos pirámides
que ya habían sido exploradas, por lo que los arqueólogos
fueron capaces de indicar el lugar preciso para el estudio geofísico”.
Ahora, en una segunda fase, la labor se enfocó a un cuerpo
no examinado y los resultados indicarán los sitios a indagar
y excavar.
Hernández Quintero, jefe del Servicio
Magnético del IGf, expuso que con este método se han
resuelto varios problemas, que van desde la parte de la arqueología,
hasta la elaboración de mapas de fracturamientos y de subsidencia
del subsuelo, sin necesidad de hacer pozos, y que indican las zonas
de riesgo en áreas urbanas.
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