Boletín UNAM-DGCS-250
Ciudad Universitaria.
11:00 hrs. 21 de abril de 2012

Magda Carvajal Moreno
           


AFLATOXINAS Y VPH PODRÍAN PARTICIPAR EN LA CARCINOGÉNESIS DEL
CÁNCER CÉRVICO-UTERINO

 

• Magda Carvajal Moreno, del IB, y Jaime Berumen, de la FM de la UNAM, publicaron en la revista Food Additives and Contaminants el primer reporte a nivel mundial de esas sustancias como un cancerígeno asociado a ese padecimiento y al VPH tipos 16 y 18

Las aflatoxinas son toxinas de los hongos Aspergillus flavus y A. parasiticus, entre otros, y están presentes en alimentos de consumo cotidiano como cereales (maíz, arroz, sorgo y cebada, entre otros), especias (chile), lácteos (leche y quesos), cárnicos y sus derivados (pollo, huevo), oleaginosas (cacahuates, nueces, pistaches, semillas de algodón y de girasol), y frutas secas.

Por años se acumulan en el ADN de las personas que los consumen y en aquellas susceptibles con antecedentes familiares, que pueden desarrollar diferentes tipos de cáncer (hígado, colorrectal, de páncreas y pulmón).

Lo anterior, derivó de un novedoso estudio encabezado por Magda Carvajal Moreno, del Instituto de Biología (IB), y Jaime Berumen, de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, que trabaja en el Hospital General de México, donde colaboró Mariano Guardado Estrada, de la entidad hospitalaria.

Mediante un mecanismo químico de oxidación, explicó Carvajal en entrevista, las aflatoxinas se activan en el hígado y se convierten en cancerígenos activos que se acumulan por años en el ADN. Se desconocen los mecanismos de acción que hay entre esas sustancias y el Virus del Papiloma Humano, aunque se comprobó que hay una asociación mayor con el VPH tipo 16 y 18 en casos de cáncer cérvico-uterino, el más frecuente y mortal entre las mujeres mexicanas.

El estudio, publicado en la revista Foods Additives and Contaminants, es el primer reporte a nivel mundial que encuentra a las aflatoxinas en el ADN junto con el VPH, una relación que podría contribuir a la alta incidencia de esa enfermedad en el país.

Desde hace años se sabe que el VPH es un importante factor de riesgo de desarrollar cáncer cérvico-uterino, pero el estudio de Carvajal y Berumen confirmó que las aflatoxinas acumuladas son un segundo cancerígeno, y que podrían actuar junto con el virus.

Berumen es de los especialistas más reconocidos a nivel internacional y determinó los tipos de virus, acumuló los casos de exudados vaginales y realizó todos los experimentos de biología molecular para identificarlos. El trabajo interdisciplinario realizado resultó de gran utilidad a nivel científico, ahorró recursos y dio buenos resultados.

Se calcula que la mayoría de las aflatoxinas que consumimos se desechan de forma natural, pero un 17 por ciento se pegan al ADN y se acumulan a lo largo de los años por el consumo cotidiano de gran cantidad de alimentos contaminados, y el riesgo de padecer enfermedades después de los 40 ó 50 años aumenta.

México ocupa el primer lugar de América Latina en enfermedades del hígado (OPS, 2002), y también el primer sitio en consumo de maíz, dos parámetros que se unen en torno a las aflatoxinas.

Invisibles y resistentes

Estas últimas son invisibles, sin sabor ni olor, aunque son fluorescentes y pueden detectarse a simple vista al someterlas a rayos ultravioleta (UV). No están vivas, son compuestos químicos tóxicos producidos por los hongos que habitan una gama amplia de alimentos.

Son resistentes a las temperaturas de 260 a 320ºC (grados centígrados), de modo que no se eliminan ni por cocimiento, fermentación, ultrapasteurización, ni nixtamalización con cal. Además, actúan en trazas, son insolubles en agua, solubles en solventes orgánicos como el alcohol, son mutágenas, abortivas, cancerígenas y causan malformaciones en fetos.

También, explican, causan mutaciones (denominadas “puntuales”) en un punto del ADN, y hacen que los proto-oncogenes se activen como oncogenes. Carvajal encontró estas sustancias en diferentes tumores de cáncer (de hígado, colorrectal, pulmón y páncreas), así como en orina de enfermos con cirrosis viral, hepatitis B y C.

Contaminada, una de cada cinco tortillas

Con 25 años de investigación en este campo, Carvajal Moreno lleva a cabo, con apoyo de sus alumnos, estudios simultáneos para medir la presencia de esos agentes nocivos.

Un trabajo reciente -dirigido como tesis doctoral por Pável Castillo– realizado durante dos años en las 16 delegaciones del Distrito Federal, reveló que una de cada cinco tortillas de maíz está contaminada con aflatoxinas.

“Analizamos 800 kilogramos de ese producto en supermercados y tortillerías de todas las delegaciones, y del 17 al 20 por ciento estaban contaminadas”, reveló tras hacer detalladas observaciones de las muestras en laboratorio.

Finalmente, sugirió ingerir productos que controlan los efectos, como brócoli, pimiento verde, espinaca, ejotes, jitomate, betabel, zanahoria, naranja, toronja, limón, moras, fresas, frambuesas, cerezas y zarzamoras.

Se requiere de la voluntad gubernamental y empresarial para ofrecer alimentos de calidad controlada, que tengan cantidades traza mínimas, o no las contengan. Lo primero es conocer los niveles, pero no se solicitan análisis a las compañías relacionadas; es un problema complejo, pues entre más reglas estrictas se quieran aplicar, disminuye la cantidad de comestibles seguros y confiables, pero no hay otra forma de controlar el problema, concluyó.

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Fotos


Magda Carvajal Moreno, del Instituto de Biología de la UNAM.


Buena parte de las aflatoxinas que consumimos se eliminan, pero el 17 por ciento que se acumula en el organismo tiene repercusiones en enfermedades después de los 40 ó 50 años.