Boletín UNAM-DGCS-210
Ciudad Universitaria.
11:00 hrs. 5 de abril de 2012


Benilde García Cabrero

           


PRÁCTICAS INADECUADAS DE CRIANZA PROPICIAN PERSONAS INCAPACES DE MANEJAR SUS EMOCIONES

 

• No poder regular la ira puede traducirse en ciertas conductas inadecuadas como agresión física y verbal, hostigamiento psicológico o exclusión social, destacó Benilde García, académica de la FP de la UNAM

Algunas prácticas de crianza en las que no se incluye enseñar a los hijos a controlar enojo o ira, dan lugar a que en el futuro las personas sean incapaces de gestionar correctamente sus emociones, lo que finalmente se traduce en ciertas conductas como agresión física y verbal, hostigamiento psicológico o exclusión social; en las víctimas se generan sentimientos de inferioridad, disminución y desmotivación.

Es importante considerar esta situación, porque las manifestaciones actuales de violencia tienen un sustrato emocional importante, destacó Benilde García Cabrero, profesora de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.

No se puede decir que el enojo y la ira sean malos, que se deban evitar o reprimir per se, y mucho menos, a edades tempranas. Esto depende de las circunstancias, con qué magnitud se presentan, y las consecuencias, tanto para quienes los experimentan, como para los demás, apuntó.

De hecho, abundó, en los niños la ira es una emoción básica, normal y adaptativa porque les sirve, por ejemplo, para llamar la atención de los padres y externar necesidades. Se manifiesta como berrinche, tensión o llanto, e indica que hay una necesidad no satisfecha, que existe una frustración que la produce.

Si esta situación se potencia en interacción con las prácticas de crianza de los padres, puede generar falta de control, que en años posteriores puede ser origen de enfermedades psicosomáticas, además de involucrar a la persona en situaciones donde enfrentaría problemas más serios como infracciones, alertó.

La especialista en psicología educativa aseveró que los esfuerzos de control, que constituyen uno de los mecanismos básicos para poder manejar las emociones, son mediados por la manera en que los adultos han enseñado a los menores a gestionarlas.

Para hacer frente a cualquier situación, particularmente en caso de una frustrante, es necesario encontrar los mecanismos que permitan administrar los recursos emocionales de manera adecuada y adaptativa. La forma como los progenitores modelan y apoyan al infante es central en el proceso de afrontamiento; si se hace de manera correcta, aprenderá a distraerse, calmarse o involucrarse en una actividad alternativa como una forma de regulación, recalcó.

Los modelos parentales de control también incluyen la regulación de la simpatía y la empatía. Ser empáticos permite que desarrollen conductas pro-sociales, de ayuda y cuidado hacia los demás.

En situaciones de acoso escolar, los agresores consideran que ciertas características de las víctimas (discapacidad, por ejemplo) les dan derecho a agredirlas. Otros son defensores proactivos, e incluso entran en el conflicto para defender a quien es hostigado o violentado. “En este caso existe enojo, pero podemos hablar de uno positivo, generado por la indignación causada por estar ante una situación injusta”, mencionó.

Algunos otros alumnos que presencian acoso quieren ayudar, pero no lo hacen por miedo a ser la próxima víctima, o bien porque sienten que no tienen recursos suficientes para enfrentar al agresor. Unos más experimentan desconexión moral y optan por decir “a mí no me afecta, y mientras no me toque, no me meto”, y hay quienes piensan “él se lo buscó”.

Por ello, “debemos ayudar a los infantes y adolescentes agresores a saber cómo manejar el enojo, a darse cuenta de por qué incurren en ese sentimiento, qué lo detona, en qué situaciones, cómo lo descargan, qué sienten antes, durante y después, qué manifestaciones fisiológicas presentan y cómo, a través de estrategias asertivas del manejo, pueden aprender no sólo a controlarse, sino a sentir empatía por el otro”, abundó.

Esto tiene mucho que ver con el control sobre los pensamientos y la relajación, es decir, la respiración y la tensión muscular. Además, se debe entender que las reacciones de los padres les proporcionarán claves para saber cuándo usarlas, cómo, y por cuánto tiempo.

“Si empezamos a hacerlo, y a mejorar las prácticas de crianza en niños de primaria, podríamos evitar muchos problemas de violencia en años posteriores”, concluyó.

 

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Fotos


Benilde García Cabrero, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM.