• Enrique Propin, del IG de
la UNAM, expuso que si se implementaran y promocionaran políticas
de cobertura y de articulación armónica entre segmentos
del mercado, se podría mejorar el lugar que México
ocupa dentro de la economía mundial
En México, el llamado turismo religioso
es un nicho dentro del mercado de viajes que está desperdiciado.
La secretaría del ramo no lo ha reconocido dentro de sus políticas
públicas, a pesar del potencial en el país, y de que
se podría favorecer a la economía, aseguró Enrique
Propin Frejomil.
El investigador del Departamento de Geografía
Económica del Instituto de Geografía (IG) de la UNAM,
expuso que si se implementaran y promocionaran políticas de
cobertura y de articulación armónica entre distintos
segmentos del mercado turístico, México podría
mejorar el lugar que ocupa (décimo), dentro de la economía
en este rubro a nivel mundial, y competir con naciones como Francia,
Estados Unidos, España y China.
Podrían fortalecerse otros segmentos
del mercado, como los que representan los atractivos naturales y culturales;
así ocurre en España y Polonia. “Eso, incluso,
puede ser determinante en la decisión de compra de un paquete,
sobre todo de un viajante extranjero”.
Es una vertiente que puede intervenir en
forma muy positiva para ofrecer a México como un lugar alternativo
de aprovechamiento del tiempo libre, y que beneficiaría a las
poblaciones locales.
Alrededor de los centros turísticos
tradicionales se pueden ofertar visitas a lugares espirituales; por
ejemplo, cerca de Ixtapa se ubica el santuario del Señor de
Petatlán, o de Acapulco, el de nuestra señora de la
Soledad, o santa Prisca, en Taxco.
Propin Frejomil reconoció que a pesar
de que los niveles de inseguridad han afectado al sector, “el
que tiene fe, oye, discierne y decide”.
Al respecto, recordó que el boom de
este mercado a escala internacional se ha dado a partir de 2001. “El
11 de septiembre marcó un hito importantísimo: los dos
segmentos que más crecieron fueron el de cruceros y el espiritual”.
Se denomina turismo a la permanencia de las
personas por más de 24 horas fuera de su lugar de residencia,
según la Organización Mundial del ramo. Dentro de él,
se encuentra el de tipo cultural, y dentro de éste, el religioso.
A diferencia de los sitios de playa, por
ejemplo, los referidos no requieren de campañas publicitarias.
La mayoría de la gente asiste por fe, o para apreciar festejos
y fiestas patronales.
En 1993, relató el experto, Preston
James, un antropólogo norteamericano introdujo el concepto
“lugar sagrado con magnetismo espiritual”, es decir, aquéllos
con máxima movilidad de visitantes.
En nuestro territorio, los lugares católicos
con ese ingrediente son cinco: en el número uno, se halla la
Basílica de Guadalupe, el templo mariano más visitado
del mundo, por encima de Lourdes (Francia) y Fátima (Portugal),
con alrededor de 20 millones de asistentes.
Le siguen Nuestra Señora de San Juan
de los Lagos, en los Altos de Jalisco; el Santo Niño de Atocha,
en Plateros, Zacatecas; el Cristo del Cubilete, en Silao, Guanajuato,
y por último, Nuestra Señora de Juquila, en Oaxaca;
de éstos, resalta el último caso, pues Santa Catarina
Juquila no es una gran ciudad, sitio de paso o de fácil acceso.
“Quien va, no va por otro motivo que no sea la fe, y eso le
da un arraigo importante al lugar”, opinó el investigador.
Según sus investigaciones, entre los
extranjeros que asisten a la Basílica de Guadalupe se encuentran
personas de las más disímiles religiones, por ejemplo,
budistas, que por varios años han visitado el lugar. “No
son creyentes, pero espiritualmente vienen a ver la imagen”.
Entre los visitantes, también hay
una tipología: en un extremo está el secular, que no
cree, sin embargo asiste a santuarios o sitios sagrados, pero que
cambia de destinos de viaje. En el otro extremo está el peregrino,
fiel, recurrente, que va al lugar y lo hace muchas veces más.
Para el caso de Plateros, Propin encontró
en su estudio que 78 por ciento de los visitantes ya lo conocía;
43 por ciento había ido entre dos y cinco veces, 17 por ciento
entre seis y 15, nueve por ciento entre 16 y 30, y el mismo porcentaje
entre 31 y hasta 160 veces.
La prueba de la recurrencia son los exvotos:
quien va y pide un favor, después regresa a agradecer. Vuelve
a tener necesidad, y nuevamente pide.
A partir del estudio de los exvotos –de
gran valor científico, porque son cuadros con una breve descripción
del milagro, el nombre de quien lo recibió, la fecha y lugar
de procedencia–, se han podido percatar que, por ejemplo, el
área de influencia de la Basílica no está delimitada,
pues abarca a todo el mundo. “Lo mismo viene gente de Australia,
que de Asia o Europa, a pesar de estar más cerca de Tierra
Santa o El Vaticano”. La del Santo Niño se expande hasta
Estados Unidos.
Todos esos sitios son de una gran dinámica social y económica
en todos los sentidos. Por ejemplo, se generan infinidad de fuentes
de empleo, desde los directos, en la propia iglesia, con los párrocos
y subordinados, hasta costureras y artesanos para elaborar las ropas
de las imágenes, comerciantes de artículos religiosos,
fotógrafos, trabajadores en hoteles y restaurantes, y transportistas
de personas.
Incluso, la población local aprovecha
para vender sus productos agrícolas, y el turista para llevar
un poco de frijol o chile, e incluso, en el caso de San Juan de los
Lagos, oro, no sólo mexicano, sino importado de Italia.
Además, los migrantes ingresan mucho
dinero a los lugares sagrados. En el caso zacatecano, el santuario
mantiene económicamente al seminario estatal y a parroquias
de zonas rurales.
En cuanto al perfil de los visitantes, explicó
el geógrafo, no hay una correlación directa entre el
nivel de preparación y la gente que asiste, pues lo mismo se
encuentra a personas que no saben leer ni escribir, que con doctorado.
“Se busca la presencia de la divinidad y ello se dispara en
periodos de crisis; no importa que sea turismo de una religión,
sino espiritual, en el sentido amplio”.
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