• Las hormonas oxitocina, vasopresina,
cortisol y testosterona modifican su actividad durante la experiencia
amorosa, en la que también participan neurotransmisores como
dopamina y serotonina, y opiáceos como endorfinas y encefalinas,
dijo Ignacio Camacho Arroyo, de la FQ de la UNAM
• Si amamos es muy activo el sistema límbico, responsable
de emociones como placer, euforia, confianza, ansiedad, obsesión
y depresión
El amor es un proceso extremadamente complejo
que echa a andar mecanismos bioquímicos y endocrinos relacionados
con el placer, la atracción sexual, la confianza y la intimidad
emocional. Pero, en sus habituales claroscuros, también produce
ansiedad, obsesión y depresión.
Y aunque acelere los latidos, no es un asunto
del corazón, pues todo lo que tiene que ver con él sucede
en el cerebro, explicó Ignacio Camacho Arroyo, profesor e investigador
de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM.
El biólogo y doctor en investigación
biomédica básica señaló algunas rutas
experimentales que transitan los científicos para descifrar
cuáles son los “ingredientes” bioquímicos
del amor, y cómo se modulan en el cerebro e involucran a sistemas
como el límbico, responsable de las emociones.
Camacho Arroyo indicó que, desde la
biología, existen dos tipos de amor, el romántico (o
de pareja) y el filial (maternal o paternal), ambos ligados a la perpetuación
y la supervivencia de nuestra especie.
Tres etapas, tres combinaciones
El amor tiene tres etapas fundamentales,
definidas por el inicio, avance y establecimiento de la relación
de pareja, sustentadas en diferentes matices bioquímicos.
La primera, tiene que ver con el enamoramiento,
en el que ocurren cambios fisiológicos fuertes, un estado de
ánimo alegre, estimulante, y una percepción diferente
de la realidad, que hace ver al ser amado como perfecto.
“Se modifica la producción de
varias hormonas, como el cortisol, ligado al estrés, y que
aumenta en esa fase inicial. En los hombres disminuye la producción
de testosterona, una hormona sexual masculina cuya reducción
los mantiene tranquilos, pero ésta aumenta en las mujeres y
las vuelve más alertas e incluso agresivas”, dijo el
especialista en neuroendocrinología.
La segunda etapa es el amor pasional o estable,
en la que se reducen estrés y ansiedad, y aumentan emociones
ligadas a la seguridad y el bienestar, así como el conocimiento
de la pareja.
“La relación sexual estrecha
algunos circuitos neuronales y se establece la intimidad emocional,
con factores psicológicos relevantes y el aumento de hormonas
como la oxitocina y la vasopresina, que se secretan después
del coito y refuerzan el vínculo emocional”, añadió.
En el establecimiento y mantenimiento de
los lazos afectivos entre dos individuos también participan
neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, y opiáceos
endógenos (moléculas producidas por el organismo asociadas
al placer y la disminución del dolor) como las endorfinas y
encefalinas.
El investigador precisó que la serotonina,
dopamina y las encefalinas participan en la generación y reforzamiento
de muchas emociones amorosas, pues actúan en las estructuras
cerebrales relacionadas con el placer y las sensaciones de recompensa.
“La vasopresina y oxitocina también
son importantes en el amor filial, pues ambas intervienen en el despliegue
de conductas sociales, importantes en ambos tipos de amor. La oxitocina
es esencial para el trabajo de parto y la lactancia, e induce a las
madres a cuidar a sus crías”, detalló el científico.
La tercera es el amor de compañía,
un sentimiento intenso y duradero que se incrementa con la comunicación
y el aprendizaje, tanto de la otra persona como de la vida en pareja.
“En esta fase algunos estímulos bioquímicos dejan
de ser novedosos y se establecen pautas conductuales que ya no despiertan
el interés y la motivación iniciales. Por eso se dice
que el secreto está en variar actividades y conductas que se
presentan en una relación”, destacó Camacho Arroyo.
Aquí es importante, en muchas culturas,
el proceso de fidelidad o infidelidad, que se estudia con ratones
de laboratorio para identificar si hay una predisposición a
la endogamia o poligamia.
Muchas relaciones de pareja evolucionan hacia
el matrimonio y la vida compartida, que inicia otra fase de aprendizaje,
especialmente con el nacimiento de los hijos.
“Varios grupos de psicólogos
en el mundo han descubierto que entre los ingredientes que dan mayor
solidez a una relación están la comunicación,
la confianza, el compromiso, la intimidad y el apoyo en momentos desfavorables,
así como ponderar aspectos positivos y celebrar buenas noticias”,
finalizó.
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