• Patricia Ramos Morales, del
Laboratorio de Genética y Toxicología Ambiental, y
coordinadora del Banco de Moscas de la Facultad de Ciencias, explicó
que en la mosca del vinagre esos productos modifican en mayor o
menor medida su desarrollo
• Hay que considerar los efectos de una ingesta sostenida
y a largo plazo, explicó la experta
Cada vez más, jovencitos de bachillerato
y secundaria, e incluso niños de primaria que no quieren incrementar
su ingesta de calorías, consumen sustitutos de azúcar,
sin saber que podrían constituir un riesgo innecesario para
la salud, aseguró Patricia Ramos Morales.
La encargada del Laboratorio de Genética
y Toxicología Ambiental, y coordinadora del Banco de Moscas
de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM, explicó que en
la especie Drosophila melanogaster (mosca del vinagre, que
comparte muchos genes con los humanos), los edulcorantes modifican
en mayor o menor medida su desarrollo; lo más grave es la afectación
de la diferenciación genital.
En un principio, esos sustitutos son alternativas
para personas que tienen problemas de diabetes u obesidad; se trata
de una opción que busca dar una mejor condición de vida
a esos pacientes, pero en quienes no tienen esos problemas podrían
ser dañinos.
De las marcas comerciales, una de ellas contiene
aspartame, sustancia que no se sugiere para personas que padecen fenilcetonuria,
enfermedad metabólica donde se generan sustancias derivadas,
como la fenilalanina; entonces, no pueden degradarla y les produce
una reacción tóxica. En niños, puede llevar a
una afectación irreversible del sistema nervioso, comentó
la universitaria.
Ese producto está diseñado
para consumirse en alimentos ya hechos, pero si se utiliza en un proceso
de cocción y se somete a temperaturas elevadas, o a condiciones
de acidez como la de un jugo de naranja, se rompen sus moléculas
y se produce metanol.
Este alcohol produce ceguera; más
adelante se puede generar formaldehído, tóxico para
el sistema nervioso, afecta las funciones motoras y es cancerígeno.
Por todo ello, “para quienes no tienen
por qué ocuparlo, pero lo usan como alternativa para no subir
de peso, podría ser un riesgo”. Además, hay que
considerar los efectos de un consumo sostenido y a largo plazo.
Ramos Morales utiliza las moscas de Drosphila
melanogaster, organismos de ciclo de vida completo. Es decir,
a 25 grados centígrados, las hembras ponen un huevo y a las
24 horas sale una larva, que es muy voraz y acumula gran cantidad
de energía para efectuar un proceso de metamorfosis que lo
llevará a ser un adulto con alas.
En las larvas es posible observar una parte
de la formación de tejidos y órganos, abundó
la académica. Las que se cultivan con azúcar y con la
marca comercial de edulcolorante se convierten en adultos en apariencia
iguales; no obstante, luego de ser sometidas a pruebas de coordinación
motriz, conducta, coordinación, orientación y resistencia,
surgen las diferencias.
Por ejemplo, las que provenían de
larvas cultivadas con azúcar vuelan al contacto con el agua;
las alimentadas con edulcorante no se mueven, no nadan, no salen.
Ello, no debido a un problema de falta de energía, sino, al
parecer, de orientación, resultado de la metabolización
del compuesto y la producción de metanol y formaldehído.
También, se estudió si el efecto
podría ser hereditario o si se afectaba la fertilidad, “y
vimos que la diferenciación genital sí puede ser alterada,
aunque –aclaró– sólo en las moscas más
sensibles”.
Se continuó el estudio para determinar
qué pasaba con la conducta y cómo se impactaba en otras
características, como la tendencia a desarrollar procesos cancerosos.
“El edulcolorante comercial mostró una débil actividad
de inducción de mutación somática; el problema
no es que sea artificial, sino que en el proceso de metabolización
genera sustancias que en determinado momento pueden ser tóxicas”.
Por ello, aclaró, es importante conocer
para cualquier alternativa alimentaria y farmacéutica cuáles
son las consecuencias de su uso a corto, mediano y largo plazos, y
en diferentes concentraciones y condiciones del consumidor.
Lo ideal, continuó, es usarlos en
las cantidades y concentraciones que los individuos requieren, no
en toda la población, porque no hay información que
indique cuáles pueden ser las posibles consecuencias.
El estudio de Patricia Ramos pasará
ahora de ser cualitativo (identificar a las moscas sensibles), a cuantitativo.
“Queremos mostrar con números, con datos duros, hasta
dónde el modelo es sensible y muestra el efecto del tratamiento”.
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