• Con el inicio del ciclo solar
24 se esperan tormentas energéticas que podrían afectar
severamente satélites, equipos de comunicaciones y de navegación
aérea y marítima, alertó Esteban Hernández
Quintero, del IGf de la UNAM
• Sugirió aumentar el monitoreo científico del
astro y considerar el replanteamiento del blindaje de transformadores
eléctricos como una posible medida preventiva de protección
de los instrumentos tecnológicos
Una tormenta solar muy energética,
ocurrida los días 23 y 24 de enero, dio muestra del ciclo solar
número 24, que comenzó a fines del año pasado
y suma, hasta ahora, una decena de eventos caracterizados por la emisión
de partículas cargadas, generadas en el Sol y recibidas en
la Tierra.
En una época en la que los satélites
que orbitan el planeta son indispensables para que recibamos servicios
cotidianos como electricidad, telefonía, Internet, sistemas
de posicionamiento global (GPS) y rutas aéreas o marítimas,
la probabilidad de un daño a esos equipos por la actividad
solar es preocupante, consideró Esteban Hernández Quintero,
académico del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM.
Ante este panorama, el ingeniero geofísico
y maestro en ciencias de la Tierra propuso aumentar la indagación
científica y la vigilancia de ese fenómeno, con la consolidación
de proyectos científicos como el Laboratorio Virtual Sol-Tierra
(VESO, por las siglas en inglés de Virtual Earth-Sun Observatory),
un conjunto de cuatro observatorios con el que especialistas del IGf
monitorean la actividad solar y sus efectos en nuestro planeta (Clima
Espacial).
“Un mayor estudio nos ayuda a conocer
mejor los orígenes y efectos de eventos como las tormentas
geomagnéticas o solares, y es útil para saber qué
hacer si éstos se aproximan a la Tierra; por ejemplo, dar recomendaciones
a los tomadores de decisiones y proteger equipos que pueden afectarse”,
consideró.
Entre otras medidas para salvaguardar esas
tecnologías en órbita, está la interrupción
parcial de su operación. En el caso de la superficie terrestre,
se propone reforzar las estaciones, subestaciones y transformadores
eléctricos que alimentan a las ciudades de electricidad; con
ello, se evitarían los apagones generalizados, como el de Quebec
ocurrido el 13 marzo de 1989.
Tormentas solares o geomagnéticas
Las tormentas solares o geomagnéticas
se originan en el Sol, en el momento en que éste produce una
“eyección de masa coronal” (EMC) que se compone
principalmente de partículas de alta energía, que tardan
en llegar a nuestro mundo de tres a cuatro días (según
su velocidad).
Esas emisiones llegan a las capas más
exteriores que rodean al planeta: la magnetósfera, la ionósfera
y la zona de los cinturones de radiación.
“Por el carácter neutro de nuestra
atmósfera, los efectos no llegan directamente a la superficie
terrestre. La energía que traen consigo se diluye parcialmente,
pero tiende a inducir grandes corrientes eléctricas sobre la
superficie en forma inusual, y es claro que las instalaciones tecnológicas
que tienen los países en ciertas latitudes –como satélites,
cables submarinos interoceánicos, sistemas de navegación
en aeronaves, transformadores y tuberías, entre otras—
se ven repentinamente sobrecargadas; no tenemos suficiente información
para saber el alcance de los efectos sobre la vida cotidiana y la
tecnología”, señaló.
Estropicios en la Tierra
El académico universitario, que desde
2005 es responsable del Servicio Magnético de la UNAM, y de
la Red de Estaciones Magnéticas de Repetición de la
República Mexicana, aclaró que una tormenta solar no
tiene los efectos devastadores de un terremoto, pero en contraste,
su alcance es global y afecta a todo el planeta, especialmente a las
tecnologías basadas en plataformas electromagnéticas.
“Nunca se han reportado personas muertas
o heridas por una tormenta solar, pero sus efectos pueden influir
en el quehacer humano en campos que no conocemos con detalle, como
lo son la energía y trayectoria de un huracán, el comportamiento
de un tsunami o la ocurrencia de una erupción volcánica”,
destacó.
Algunos daños causados por estos fenómenos
sucedieron el 29 de octubre de 2003, momento en que una (durante el
ciclo número 23 del astro) causó pérdidas millonarias
(de hasta 450 millones de dólares) por la descompostura del
satélite Midori-2, así como el erróneo funcionamiento
de varios sistemas de comunicación vía satélite
y por cable interoceánico.
“En esa ocasión se observaron
auroras boreales en latitudes inusuales, como en Austria, Florida
y Yucatán”, recordó.
VESO, Laboratorio Virtual Sol-Tierra
Hernández Quintero explicó
que, desde 2007 (Primer Año Heliofísico Internacional),
el IGf realiza un esfuerzo para coordinar y mejorar los diversos equipos
de vigilancia de la actividad solar.
El más desarrollado, consideró,
es el VESO, que cuenta con cuatro equipos: un Radio Interferómetro
Solar (ubicado en la azotea del propio Instituto); un Observatorio
de Centelleo Interplanetario (con sede en Coeneo, Michoacán);
una Estación de Rayos Cósmicos (junto a la Facultad
de Medicina Veterinaria, también en Ciudad Universitaria),
y un Observatorio Geomagnético (en Teoloyucan, Estado de México).
El académico propuso combinar esta
infraestructura con tecnología internacional, desarrollada
principalmente en el espacio extraterrestre, para hacer frente al
ciclo solar número 24, que ya está en marcha y durará
aproximadamente 11 años.
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