• Alfonso Valiente, del Instituto
de Ecología (IE), advirtió que hay más de 100
mil cabezas de ganado muertas
México vive una prolongada sequía
con efectos muy graves, tanto en la producción agrícola
como ganadera, con pérdidas muy cuantiosas, 28 estados afectados,
principalmente en el norte, dos millones de hectáreas dañadas
y más de cien mil cabezas de ganado muertas por falta de alimento
y de agua.
En términos de la diversidad, alertó
Alfonso Valiente, del Instituto de Ecología (IE), las consecuencias
pueden ser devastadoras, pues no sabemos cuántas especies se
pueden extinguir.
En las últimas décadas, recordó,
se ha observado un aumento en la frecuencia de fenómenos inusuales:
inundaciones, debido a lluvias muy intensas, principalmente en la
porción del sureste mexicano, y prolongadas sequías
en el norte, lo que indica que estamos en un problema de cambio climático.
“La pregunta es si estamos preparados
para enfrentar una prolongada sequía. Creo que no, opinó,
porque se carece de una estrategia para superar la falta de agua,
tanto de lluvia como de las presas”. Los ciclones golpean el
sureste mexicano, se inunda Tabasco y muchas ciudades del trópico
húmedo, pero el agua que se necesita no llega al norte, ejemplificó.
En los años 30, en las grandes planicies
de Estados Unidos, hubo prolongadas sequías que propiciaron
la migración hacia las grandes ciudades, con costos sociales
y económicos muy altos. También pasó en el Sahel,
en África, en los años 70, y eso puede ocurrir en México.
“Económicamente somos un país
pobre y en muchas regiones del país, la estrategia de los campesinos
para subsistir depende del ganado porque esos animales almacenan grasa
animal y son fuente de alimento”, comentó Valiente.
La muerte del ganado, explicó, significa
que la gente no tendrá la posibilidad de alimentarse o de pagar
un veterinario en alguna emergencia médica, porque en esos
casos lo que hacen es llevarlos a los mercados a venderlos para obtener
dinero rápido.
“Debería haber una forma de
hacer que los campesinos sobrevivan y no empiecen a llenar las ciudades
en busca de alimento y empleo. Quizá hoy veamos sólo
la punta del iceberg”, dijo el investigador.
Algunas ciudades, como Aguascalientes, tienen
un problema de agua gravísimo: hoy, se bombea desde cientos
de metros de profundidad, y ese líquido quizá sea fósil,
lo que significa que no es de recarga y que en algún momento
se va a acabar.
En regiones como la Comarca Lagunera, en
Durango, el problema es que contiene cantidades muy altas de arsénico.
En Hidalgo, Coahuila y Guerrero, suele haber sitios con arsénico
porque los pozos, profundos o superficiales, están contaminados.
Zonas desérticas
Más de 40 por ciento del territorio
mexicano está constituido por zonas desérticas que ocupan,
total o parcialmente, más de quince estados. Una buena parte
está en el altiplano, pero también en el noroeste. En
estas áreas cae menos de 500 mililitros de lluvia anuales.
La superficie del desierto chihuahuense es
de alrededor de 475 mil km2. El desierto sonorense, que abarca buena
parte de la península de Baja California y Sonora, tiene una
superficie de 275 mil km2.
Pero las zonas áridas no sólo
están al norte, precisó, el Valle del Mezquital, en
Hidalgo, es una región desértica al otro lado de la
Sierra de Guadalupe, al norte de la ciudad de México. Ahí,
caen menos de 600 mililitros de lluvia.
También hay un pequeño perímetro
árido entre Puebla y Oaxaca, de unos 10 mil km2. Conocido como
Valle de Tehuacán-Cuicatlán, es el desértico
más meridional del país.
“Durante dos años no ha llovido
en Baja California y aunque se han presentado algunas, son muy locales
y escasas. Si no tenemos un proyecto para enfrentar la crisis del
agua, advirtió, las consecuencias serían dependencia
total y pobreza.
“Estamos en medio de un problema que
podría ser crítico. Debo insistir en que la falta del
líquido es un problema muy grave en el mundo, y que en México
no tenemos un plan nacional propio en el que no se contemple copiar
o comprar tecnología, sino que desarrollemos una estrategia
de sobrevivencia con nuestros propios recursos, y que considere las
zonas desérticas. Esa es la tragedia”, finalizó
el investigador.
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