• Víctor Inzúa,
de la Escuela Nacional de Trabajo Social, busca proponer un modelo
adecuado de intervención social que pueda posibilitar su
reintegración a la sociedad y acceso a servicios de salud
y educación
• Adoptan un modo adulto de vida, aprenden a sobrevivir por
sí mismos, pero sin dejar de relacionarse con otras personas
y el mundo
De acuerdo con Víctor Inzúa,
antropólogo social e investigador de la Escuela Nacional de
Trabajo Social (ENTS) de la UNAM, para sobrevivir en la Ciudad de
México, los niños de la calle tienen que pertenecer
a una red social de apoyo, pues posibilita su arraigo, identidad y
obtención de satisfactores.
“También, es una alternativa
para enfrentar la soledad, el frío y la inseguridad, y un recurso
para satisfacer necesidades individuales y emocionales”, dijo.
En la calle, que ejerce una atracción
porque supone la evasión de la problemática familiar,
los infantes adoptan un modo adulto de vida. Aprenden a sobrevivir
por sí mismos, pero sin dejar de relacionarse con otras personas
y el mundo; en este proceso, un elemento clave, ligado a la intemperie,
es el trabajo. Algunos tienen que ocuparse para comer, sin embargo,
lo que finalmente está debajo de este último y se puede
tejer, es la red social.
“Formar parte de una de ellas no sólo
les proporciona apoyo del grupo, de sus iguales, sino también
los empuja a mostrar cierto compromiso con metas mayores que sus propias
necesidades”, indicó Inzúa.
Dos casos
En su estudio (en proceso) Redes sociales
como una forma de sobrevivencia en niños de la calle de la
Ciudad de México, el investigador universitario examina
dos casos.
Uno es el de siete niños que laboran
entre las avenidas Miguel Ángel de Quevedo y Pacífico,
en Coyoacán, en la limpia de parabrisas y/o venta de cigarros;
el otro, es el de 14 pequeños que viven entre Taxqueña
y avenida Tlalpan, y se dedican a la mendicidad o comercio de chicles
(algunos han desarrollado adicción a drogas).
Sus edades varían de los 8 a los 12
años, incluso hay adolescentes. Con los de Taxqueña-avenida
Tlalpan (que fueron desplazados de la colonia Guerrero) conviven niñas,
incluso mamás y un bebé de la calle. Este grupo se caracteriza
por lazos íntimos, cálidos, cargados de emociones, que
se establecen entre todos sus miembros.
Los ingresos de los de avenidas Miguel Ángel
de Quevedo y Pacífico oscilan entre los 150 y los 250 pesos,
en promedio, por niño. Pero si a alguno le va mal (por ejemplo,
no puede trabajar como limpiaparabrisas porque llueve), todos comparten
lo obtenido, porque forman parte de una red de apoyo en la que se
aceptan normas y valores.
“La confianza, la fraternidad y la
solidaridad son elementos que les permiten enfrentarse a la vida.
Hay un alto grado de solidaridad ante conatos de agresión de
automovilistas, policías, transeúntes, o ante otros
riesgos, como enfrentarse a otros chavos que no les permiten trabajar
en determinadas esquinas, o a ‘adultos viciosos’ que se
aprovechan de ellos”, señaló Inzúa.
Al integrarse, a partir de un profundo sentido
de solidaridad, a una red social y organizarse, reciben de sus amigos
un sentimiento de seguridad, afecto y protección, que reduce
o elimina la ansiedad surgida como consecuencia de estar separados
de su familia.
“El grado de cooperación entre ellos varía en
función de la naturaleza de sus objetivos, de la urgencia de
realizarlos y de la dificultad para alcanzarlos”, comentó
el investigador.
Reintegración
Con su estudio, Inzúa busca conocer
mejor las formas de expresión, solidaridad, unidad y apoyo
de estos infantes; retomar la experiencia de instituciones como Édnica,
Yolya, Reintegración y Programa Niños de la Calle, entre
otras, y proponer un modelo adecuado de intervención social
que pueda posibilitar la reintegración de aquéllos a
la sociedad y su acceso a servicios de salud y educación.
De ahí que examine el uso de la infraestructura
comunitaria en la que se establece una red social. En el caso de los
de avenidas Miguel Ángel de Quevedo y Pacífico, la infraestructura
se conforma por tiendas de autoservicio y una pizzería, y en
el de los de Taxqueña-avenida Tlalpan, por una cadena de restaurantes,
una tienda de autoservicio, comercios semifijos y la Terminal Sur
de Autobuses.
Aunque todavía no tiene información
cabal para determinar si han establecido una red comunitaria, Inzúa
adelantó: “Los de Miguel Ángel de Quevedo y Pacífico
se van a otro sitio a dormir (hay quien puede pagar un cuarto de vecindad),
y los de Taxqueña-avenida Tlalpan pernoctan en la zona (se
cubren con hules y cartones), y en el momento que tienen ‘la
llave de agua’, ahí se bañan, dicen, ‘como
artistas’: de la cintura para arriba, o a cubetazos. Además,
algunos de los locatarios de los comercios les dan empleo y otros
les regalan comida”.
El investigador añadió que
tienen más contacto con comerciantes, vendedores ambulantes
o algún amigo adulto, y si aún hay vínculos familiares,
con un abuelo, un tío o un primo.
“En cuanto a su futuro, algunos manifiestan
su deseo de ser choferes para ganar dinero, o policías, para
vengarse, precisamente, de los policías, a los que temen porque
los extorsionan”.
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