• Se ha devastado su estructura
boscosa con saqueos de madera, conversiones de tierras, así
como actividad de mineras y papeleras; busca imponérseles
un modelo de desarrollo y desconocer su lógica cultural y
cosmovisión
• El Estado debe garantizar las condiciones mínimas
de alimentación, salud y educación a dichos grupos;
en la misma condición de emergencia se encuentran otras regiones
indígenas en Guerrero, Chiapas y San Luis Potosí,
afirmó José del Val, director del PUMC de la UNAM
Kuira bá rarámuri (hola,
qué tal, gente), es el saludo convencional que hace eco en
aquellas profundas barrancas y elevadas cumbres al norte del país.
“Los rarámuri son un pueblo de enorme complejidad cultural,
que no construyen pirámides, ni implementan métodos
de dominación, tampoco son muy dados a hablar, porque la lógica
de su cultura no está en el valor de la palabra, sino en su
caminar”, explicó José del Val Blanco, director
del Programa Universitario México Nación Multicultural
(PUMC) de la UNAM.
El etnólogo universitario, con experiencia
de trabajo en la región, consideró que cada año
las condiciones de vida en ésta se complican por la constante
depredación de la zona, que se acentúa por la sequía
atípica que azota al país desde el 2010.
“El problema que tenemos es que su
territorio fue devastado; la estructura boscosa de la sierra, de esos
enormes árboles, de 50 a 60 metros, ha sido arrasada. Vuela
uno por encima de esa área y sólo se notan pequeños
manchones, el resto son árboles resembrados por empresas papeleras”.
Además, el saqueo maderero de la zona ha modificado el metabolismo
ecológico del suelo, con los consecuentes efectos adversos
en los animales que tradicionalmente consumen, abundó.
“Los tarahumaras no desean necesariamente
tener un proyecto de desarrollo, no les interesa; es decir, ellos
tienen una forma de vida y exigen un poco de respeto a la misma”,
indicó del Val Blanco.
“Lo que sucede, explicó, es
que existen concesiones mineras muy importantes en varias zonas y
les argumentan que la tierra tiene esa vocación productiva,
pero no es así, porque ellos son los dueños de ella
y deben determinan qué es lo que quieren”.
Garantías constitucionales
Jurídica y constitucionalmente, México
es un país pluricultural, sustentado en los pueblos originarios
que tienen derecho a su desarrollo y autonomía propios. El
Estado debe garantizar mínimamente las condiciones de alimentación,
salud y educación de los indígenas en su conjunto, señaló
el director del PUMC.
“Son casi 80 mil seres humanos, tenemos
que respetar su propiedad. No es a partir de la admirable voluntad
filantrópica como se resolverán los problemas de los
pueblos indígenas de México. Lo que tiene que hacer
la sociedad civil no es suplir al Estado, sino exigirle que les cumpla
sus derechos constitucionales, porque tiene los instrumentos y los
recursos para que no ocurran estas crisis”, subrayó.
Ha sido insuficiente el esfuerzo por garantizar
los derechos de este sector de la población. La ahora nombrada
Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas
(CDI), antes Instituto Nacional Indigenista (INI), lleva por lo menos
50 años de operar en la sierra y no ha implementado en esta
emergencia bancos de alimentación o clínicas perfectamente
localizables a los que pudieran acudir los rarámuri en situaciones
complejas. Esto refleja la carencia de políticas públicas
comprometidas, de largo aliento, dirigidas a este sector particularmente
vulnerable de la población.
“Pero no sólo es en Chihuahua,
hay condiciones similares en la montaña de Guerrero, en ciertas
zonas de Chiapas, en San Luis Potosí; en suma, existen siete
u ocho zonas con las mismas características de urgencia”,
alertó.
“Pies que vuelan”
“Como el primer linaje de las estrellas,
como hijos de los “Que Caminan Arriba”, los rarámuris
trazan sus recorridos celestes y ayudan a sostener el mundo con voluntad
firme”, escribe Carlos Montemayor en su libro Pueblo de
Estrellas y Barrancas, quien a decir de Del Val, nos acerca de
manera precisa a la dimensión cultural de los tarahumaras,
tan distante de nosotros.
“Su cosmovisión es muy rica
y muy poderosa, ellos no sólo están dentro de la naturaleza,
en el cosmos, sino son el sustento del mismo. En su caminar se halla
el movimiento cósmico del Sol y la Luna, y si ellos se detienen,
el mundo se acaba”, enfatizó.
Asimismo, el etnólogo explicó
que son hombres de una fortaleza singular, sólo basta analizar
sus formas de cacería. “Si alguien dice “cansan
al venado”, quiere decir que si lo van a cazar van a caminar
y correr tras él durante tres días hasta que el animal
cae exhausto”. Sin embargo, el argumento de la fortaleza no
debe ser utilizado por las autoridades como excusa para no resolver
de forma inmediata las causas de su miseria y minimizar la importancia
de tomar acciones al respecto.
Para ejemplificar la densidad cultural, recordó
que en 400 años sólo se ha ordenado a un rarámuri
como sacerdote católico. “¡A los tarahumaras no
los convence ni la Iglesia!, que ha podido persuadir a muchos otros
grupos”.
Asimismo, el director del PUMC, mencionó
que entre los tarahumaras lamentablemente puede haber suicidios, como
en cualquier otro grupo humano; pero su estructura ritual no lo concibe
porque altera el ciclo de transformación que realizan después
de la muerte para convertirse en estrellas. Se suicidan los individuos,
no los colectivos, concluyó.
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