• También se enfoca a
propósitos o contextos sociales específicos con resultados
innovadores
Al hacer un balance sobre la lingüística
aplicada en la enseñanza del inglés, Diana Jenkins,
profesora del Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras (CELE)
de la UNAM, aseguró que hay una buena noticia en el proceso
de instrucción: aprender es fácil.
“Lo importante es alentar el contacto
permanente entre el estudiante y la lengua. Si se usa una, es difícil
no aprender, es imposible no hacerlo. Algunos alumnos lo hacen más
rápido, y otros, de mejor manera, pero siempre se asimila”,
agregó.
La enseñanza forma parte de la lingüística
aplicada, campo de estudio que se desarrolló hacia 1963, que
unida a la traducción y a la patología del habla, conforman
una tríada multidisciplinaria por definición.
Empezó a aplicarse en el CELE a mediados
de la década de los 70, como refuerzo a las técnicas
pedagógicas. Desde entonces, se concibe como parte teórica
de la adquisición, organización y diseño de cursos
y materiales para apropiarse de un idioma, en este caso, el inglés.
También puede utilizarse para la instrucción
de las matemáticas y el español, materias conocidas
como “problema”.
De acuerdo con Jenkins, parte del éxito del Centro se encuentra
en el acierto de apoyar su trabajo en la teoría y la enseñanza.
“No es un instituto de lenguas, pero es muy serio, aunque si
me perdonan mis prejuicios, se ha puesto un poco más teórico.
Hay otros lugares semejantes en el mundo dedicados a este tema: en
Israel, en Harvard y en California”.
La especialista pondera el enfoque en el
“significado” sobre el método comunicativo para
una mejor comprensión de la lectura. “De hecho, el CELE
fue uno de los lugares más reconocidos en el mundo por su enseñanza
de la lectura. Aún más, nuestro récord en inglés
no es tan impresionante como en otras lenguas, como el chino",
advirtió.
Recientemente, el aprendizaje en la entidad
universitaria se ha enfocado a propósitos o contextos sociales
específicos, que consisten en introducir al alumno en “situaciones
reales”, de acuerdo con requerimientos personales (ciencia y
tecnología, negocios, inglés legal) con resultados innovadores
que reflejan la importancia del uso en la apropiación de una
lengua.
Todo cambia si el estudiante tiene que preparar
una conferencia en inglés o una participación en congresos.
De ese modo, no se enfrentan a un doble aprendizaje, pues tienen conocimientos
sólidos de su materia. “Entonces, hay que enseñarles
a manejar la lengua. No se trata de traducir, sino de organizar su
producción”, puntualizó la también integrante
del grupo de tutores fundadores de la maestría en Lingüística
Aplicada en el CELE.
“La práctica oral es central
en mi curso de Inglés Legal. También hay ejercicios
en el salón y fuera. Si identifico dificultades en el discurso,
se alienta la práctica; si se ve un hueco, diseño una
actividad para que ellos imaginen una situación, por ejemplo
un problema legal. Lo deben describir y deben acompañarlo de
detalles y explicarlo oralmente. El resultado es satisfactorio”.
El método, abundó, es detectar
el objetivo general: los alumnos pensaron su meta, se enfrentaron
a las dificultades y entraron muy bien en ese espacio.
“Además, se debe ajustar el
tipo de actividad en la clase para cubrir las necesidades manifiestas
o aquello que se desea que se exprese en la clase. Lo que hay detrás
es teoría. Hacemos actividades para hacer un efecto comunicativo.
Uno no lee una página para pronunciar
las palabras. Se trata de obtener contenidos. ¿Para qué?,
puede ser para uno mismo, pero en general son para compartirlos, hablarlos,
incluirlos en un artículo. En la enseñanza hablamos
de textos auténticos.
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