Boletín UNAM-DGCS-769
Ciudad Universitaria.
06:00 hrs. 30 de diciembre de 2011


Lilia Escorcia Hernández
           

DIMORFISMO SEXUAL EN LA IDENTIFICACIÓN FORENSE

 

• Con ayuda de fórmulas matemáticas, se establece el sexo de los restos óseos
• México ha avanzado en antropología forense debido a estas investigaciones, señaló Lilia Escorcia Hernández, del IIA de la UNAM

En un trabajo que se hizo en la población de Caltimacán, Tasquillo, en Hidalgo, integrantes del Laboratorio de Antropología Forense del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, analizaron el uso de las funciones discriminantes y su utilidad en antropología física, para conocer el dimorfismo sexual en la identificación forense de nuestra población.

“El objetivo del trabajo, denominado Dimorfismo sexual de los esqueletos contemporáneos de Caltimacán, Tasquillo, a partir de un análisis estadístico, fue obtener una o varias fórmulas matemáticas que permitieran hacer la discriminación entre masculino y femenino en esqueletos contemporáneos de esa entidad federativa, a partir de datos conocidos”, señaló Lilia Escorcia Hernández.

Las funciones discriminantes constituyen un procedimiento estadístico que, a partir de fórmulas matemáticas, permiten identificar características para diferenciar dos o más grupos; en este caso, masculino-femenino.

“Con esta tarea se puede distinguir entre los miembros de un grupo, con la condición de que el sujeto u objeto analizado pertenezca a ese conjunto, del que se obtuvo una fórmula matemática que se aplica si no se conoce el origen de un elemento”, explicó.

Si se encuentran restos de un esqueleto con mala conservación, por ejemplo, el fragmento de un fémur, se toma la medida de una parte y se aplican las matemáticas con los datos que se obtuvieron del trabajo de investigación, y que sirven como referencia, puntualizó.

Los huesos largos son muy adecuados para identificar el sexo de la persona por medio de este procedimiento, y el fémur es el que más se ha utilizado. La pelvis también, pues algunas partes se conservan bien, además del dimorfismo fuertemente marcado, que la hace diferente entre ambos sexos.

Los cráneos se distinguen por ciertas características. Por ejemplo, la región supra orbital en los varones es muy marcada, en tanto que en ellas, es muy grácil. En la mandíbula, la forma del mentón tiende a ser muy cuadrada en sujetos masculinos”, indicó.

La prominencia de los pómulos es un rasgo para conocer el origen biológico, es decir, para identificar el grupo étnico de los restos. “Actualmente, hay un mestizaje amplio y cada vez es más complicado hacerlo, pero en general hay una dominancia genética que se expresa fenotípicamente, y a través de esas formas del cráneo y región facial, se puede identificar”.

“Con dimorfismo hablamos de dos formas, en este caso biológicas, pero hay dos categorías más, sexo y género. Sexo se emplea como una categoría biológica, es decir, macho-hembra, masculino-femenino”, explicó la universitaria.

En tanto, género es una categoría social que tiene que ver con la identidad y con otros procesos culturales. Ejemplo de ello es la transexualidad, en la que una persona puede habitar un cuerpo masculino, pero identificarse con el femenino, y viceversa.

En antropología física si hablamos de restos óseos se utiliza el término sexo, pero con personas vivas se usa género para referir una categoría de carácter cultural e identitario. Y dimorfismo se estila precisamente para diferenciar especies si se trata de dos formas, indicó.

En este trabajo se empleó un análisis estadístico y exploratorio, a través de la osteología, de la osteometría. Los resultados se cargaron en un programa de computadora para automatizarlos y utilizarlos de manera más sencilla.

El investigador toma algunas medidas de los huesos solicitadas por la aplicación, y ésta arroja el cálculo y el resultado: masculino o femenino, así como el porcentaje de certeza. Es importante que estas funciones discriminantes se usen en grupos biológicos cercanos al que se usó como referente”.

“Si pretendo retomar los resultados de esta indagación -que se obtuvieron en el centro del país- en una población del norte, los resultados pueden ser imprecisos porque grupos biológicos son diferentes morfológicamente”, aclaró.

El estudio se hizo con restos óseos de Tasquillo, Hidalgo, y para ver el comportamiento del trabajo se realizó una prueba con restos de una población cercana, Zimapán, en el municipio contiguo. “Como son áreas biológicamente muy cercanas, tuvimos buenos resultados”.

Se analizaron 209 esqueletos de individuos adultos, 103 masculinos y 106 femeninos, entre 22 y 95 años, que no tuvieran alteraciones morfológicas. Si había una condición patológica, se excluía el hueso para no alterar el procedimiento. “Se descartaba sólo la parte modificada por procesos degenerativos o patológicos”, señaló Escorcia Hernández.

En antropología física, especialmente en la osteología -análisis de las poblaciones pretéritas a partir de huesos y su estructura-, las pruebas de dimorfismo sexual se han hecho desde los años 30, y en muchas naciones es una técnica que ha tenido buenos resultados.

“El país en el que más se ha desarrollado es Estados Unidos, donde tienen grandes e importantes colecciones óseas de referencia. En México, aunque sólo se han hecho pocos trabajos, hemos avanzado mucho”, concluyó.

 

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En antropología física, especialmente en la osteología, los análisis de dimorfismo sexual se han hecho desde los años 30, y en muchos países es una técnica que ha tenido buenos resultados.