• El Centro Comunitario Julián
MacGregor y Sánchez Navarro, de la Facultad de Psicología,
ofrece ayuda a mujeres víctimas
Una relación es violenta si se utiliza
la fuerza física, psicológica, económica o política
como una forma de ejercer poder, y con la intención de controlar
y doblegar la voluntad del otro; está de más decir que
causa dolor y sufrimiento. En el caso de la de género, no es
una agresión casual, sino una conducta en la que existe el
abuso y la subordinación.
“Los síntomas más frecuentes
de las mujeres en esa condición son depresión, ansiedad,
baja autoestima y angustia”, dijo Noemí Díaz Marroquín,
directora del Centro Comunitario Dr. Julián MacGregor y
Sánchez Navarro, de la Facultad de Psicología (FP)
de la UNAM, donde se ofrece atención a víctimas, basada
en un modelo integral.
La psicológica es la más reiterada,
aunque también la más difícil de detectar, porque
tiene muchos matices. Se registra en el momento que el marido grita,
descalifica, humilla, pero puede no ser tan evidente si la ignora,
si se muestra indiferente con ella, si no toma en cuenta sus necesidades.
“Éste es un registro mucho más sutil. Primero
hay que detectarlo”, explicó Díaz Marroquín.
No en todos los casos es recomendable la
terapia de pareja; pero si es así, muchas veces los hombres
no la aceptan y ellas son las que la reciben.
Con respecto a los varones que sí acceden, un bajo porcentaje
toma conciencia de lo que ocurre, porque esta clase de violencia está
naturalizada y no es considerada como tal, incluso por quienes la
sufren.
“Es fundamental sensibilizar a la población.
Por eso, aquí hacemos mucho trabajo preventivo: damos charlas,
organizamos ciclos de cine-debates, tenemos grupos de reflexión
para que las mujeres empiecen a hablar de sus malestares y, por ejemplo,
ubiquen el origen de su depresión. Una vez que entienden lo
que pasa, pueden entrar en un proceso terapéutico, si lo desean”.
Para abordar de manera integral a una mujer
en esa condición, es importante que ella misma se percate de
su situación.
“Un primer paso pudiera ser invitarla
a los ciclos de cine-debates o a los grupos de reflexión, para
que empiece a entender que lo que experimenta tiene un nombre: violencia,
y que no es la única que pasa por ello, ni sentir vergüenza
de expresarla”.
Si adquiere confianza para hablar, puede
entrar en un proceso terapéutico en el que aborda, poco a poco,
de manera indirecta, el tema.
“Las víctimas sienten vergüenza,
culpa tanto de sufrirla como de no evitarla, y miedo de su agresor;
asimismo, desarrollan algo que llamamos desesperanza aprendida, es
decir, sienten que es inútil pedir ayuda, porque nadie puede
auxiliarlas”, señaló.
Por lo general, viven aisladas, y esa situación
es un factor de riesgo porque las abandona más en manos de
su agresor. “Este último la aísla como parte de
una estrategia de control. Le dice: no me gusta tu familia, no puedes
ver a tus amigos o amigas, ni seguir con tus estudios o trabajo. Ella,
como no se puede enfrentar a él, lo obedece, y ante la continuidad,
ella misma se retrae y se separa cada vez más”.
Si asume, detecta y acepta ayuda psicológica,
se empieza a trabajar con ella para fortalecerla en un proceso de
empoderamiento.
“La apoyamos para que se rescate ella
misma e incremente su autoestima, tome el control de su vida, empiece
a ver más allá del núcleo familiar y retome las
cosas que dejó hace años: estudio, trabajo, pasatiempos,
amistades. Buscamos que amplíe su espectro de vida, y que el
papel de esposa y madre no sea su única opción”,
indicó.
El proceso terapéutico no se centra
en la separación de su pareja, sino en la consolidación
de ella misma, pues así podrá tener mayor control y
tomar decisiones.
“Puede ocurrir que el hombre no acepte
los cambios que ella tiene, y como tiene más fortaleza y empoderamiento,
entonces es probable que las peleas se intensifiquen. La mayoría
de las mujeres no desea separarse, si no que cese la violencia; por
ello, pueden tardar mucho en terminar la relación o, incluso,
no dar este paso”.
Si está en proceso de dejar a su marido
o compañero necesita compañía y ayuda. En este
punto es donde los especialistas del centro comunitario entran en
acción, con atención y servicio de canalización
para que, si así lo requiere, reciba asesoría jurídica,
legal, social, institucional y médica en otras instituciones.
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