• Luciana Ramos Lira, de la FP
de la UNAM, señaló que más de cuatro de cada
10 mujeres mexicanas han padecido estos ataques
Según un comparativo sobre mujeres
que han sufrido violencia sexual en algún momento de su vida
(datos publicados en 2010 por la Organización de las Naciones
Unidas), en México este tipo de agresión presenta el
porcentaje más alto, con 44 por ciento.
Le siguen Costa Rica, con 41 por ciento;
República Checa, con 35, y Dinamarca, con 28 por ciento. En
contraste, los más bajos se reportan en Azerbaiyán,
Francia y Filipinas, con cuatro, cinco y seis por ciento, respectivamente.
Luciana Ramos Lira, de la División
de Estudios de Posgrado de la Facultad de Psicología (FP) de
la UNAM, agregó que de acuerdo al reporte, más de cuatro
de cada 10 mujeres mexicanas ha padecido ataques, que incluyen comportamientos
abusivos de diferente intensidad y consecuencias, desde tocamientos
indeseados, hasta violación.
La Secretaría de Salud estima que
en el país ocurren alrededor de 120 mil violaciones al año;
es decir, aproximadamente una cada cuatro minutos, y pese de ello,
como documenta el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio,
“a la fecha no existe una atención integral a las víctimas,
entre otras razones, porque esta dependencia no cuenta con una sistematización
de los casos y, por tanto, se desconoce la magnitud del problema”.
Ante este panorama, agregó la también
investigadora del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón
de la Fuente Muñiz, se debe agregar que únicamente
uno de cada 10 casos de violencia sexual contra mujeres en América
Latina es castigado por la justicia, de acuerdo con cifras de la Oficina
Regional del Fondo de Población de las Naciones Unidas.
“A nivel nacional existe una alta cifra
negra de victimización delictiva -85 por ciento-, pues sólo
un 15 por ciento de los delitos son registrados por las autoridades,
y de éstos, exclusivamente un cinco por ciento se pone a disposición
de un juez”.
Si no cumplen con determinados requisitos,
particularmente en ciertos hechos como los de tipo sexual, las agredidas
no sólo son ignoradas e invisibilizadas, sino incluso, criminalizadas.
Además, si buscan ayuda, corren el riesgo de ser victimizadas
secundariamente por el propio sistema de atención.
La también tutora en el Programa de
Doctorado de la FP, señaló que las manifestaciones más
frecuentes de estas conductas ocurren en el contexto de las relaciones
familiares y de pareja.
“Aunque existen avances en las legislaciones
nacionales e internacionales a favor de la igualdad de derechos, persiste
el desequilibrio en las relaciones de poder, pues la violencia contra
ellas tiene raíces sociales y culturales profundas, y se basa
en la creencia ancestral de que son propiedad del varón y,
por ende, pueden tratarlas como ellos juzguen”, comentó.
“La mayoría de las veces nos
enteramos de manifestaciones extremas, como los feminicidios sexuales
de Juárez”.
Sin embargo, en prácticamente todos
los países es difícil obtener cifras diáfanas,
pues aún la información de encuestas no incluye todos
los casos, porque con frecuencia existe temor a revelar la situación
por vergüenza, culpa u otros factores.
En México, acotó, no existen
bases de datos ni estadísticas adecuadas que permitan dar cuenta
de un panorama más claro, aunque es innegable que existen aproximaciones
a partir de encuestas, como la realizada por el Instituto de Salud
Pública.
La violación en general, aseguró,
es un delito que está rodeado de falsas creencias, prejuicios
y distorsiones que facilitan disminuir la responsabilidad del violador
e incrementar la de la víctima.
Por ello, aunque la relación hace
visible un sistema patriarcal de dominación, todas las sociedades
tienen mecanismos para justificarla, legitimarla y darle un sentimiento
silencioso. En consecuencia, es perpetuada, vista como esporádica
y como producto de situaciones individuales, en forma tal, que las
condiciones que las propician permanecen ocultas.
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