• Se deben, en gran medida, a
la modificación en el uso del suelo, dijo Rebeca Granados
Ramírez, del Instituto de Geografía de la UNAM
• Los más afectados son los granos básicos,
como el maíz y el frijol, pues la mayoría de los productores
disponen de tierras de temporal
En las últimas décadas, las
modificaciones en la temperatura y en las precipitaciones pluviales
han comenzado a transformar los patrones de cultivo en algunas zonas
del territorio mexicano, sobre todo en la región central, advirtió
Rebeca Granados Ramírez, investigadora del Instituto de Geografía
(IG) de la UNAM.
Ello se debe, en gran medida, a que ha habido
un cambio de uso de suelo, lo que propicia una variación en
los elementos del entorno y en el clima, dijo.
Hasta el momento, los más afectados
son granos básicos, como el maíz y el frijol, pues la
mayor parte de los productores mexicanos disponen de tierras de temporal,
donde se cultivan, principalmente, estos dos últimos, comentó.
De temporal implica que los campesinos y
agricultores no cuentan con semillas mejoradas, herramientas tecnológicas,
invernaderos o mallas de árboles para evitar vientos fuertes
o contrarrestar la variación climática.
En los últimos años, estas áreas de cultivo,
así como los artículos de primera necesidad para el
mexicano –maíz y frijol–, han registrado reducciones
importantes en sus rendimientos. En los casos de la agricultura de
riego y hortícola, no se observan tantas afectaciones, porque
cuentan con tecnología de punta y concentran un porcentaje
menor de productores.
La también integrante del Sistema
Nacional de Investigadores nivel I, reconoció que por ser los
dos granos referidos insumos indispensables en el hogar, su situación
pone en riesgo la seguridad alimentaria del país. “La
baja en sus rendimientos ha propiciado que se compren al exterior
mayores cantidades, lo que conlleva el riesgo generar más dependencia
de las importaciones”.
Al respecto, citó el caso de Oaxaca,
donde hasta hace unos años los campesinos tenían rendimientos
de alrededor de 800 kilogramos de maíz por hectárea,
pero las cosechas recientes han dado apenas 400 ó 500. “El
análisis que se hizo determinó que en los últimos
tiempos se han presentado sequías más severas.
“Si bien la cantidad promedio en México
en la producción de ese cereal es de hasta 3.5 toneladas por
hectárea, y 800 kilogramos es una cantidad muy baja, los agricultores
se conformaban porque se complementaban con otras actividades, pero
bajar a 400 ó 500 es preocupante”.
Granados Ramírez y su equipo de colaboradores
realizan un estudio en el Estado de México, pues por la ampliación
de las zonas urbanas se ha registrado un cambio importante en el uso
de suelo, del agrícola al urbano; además, la construcción
de grandes extensiones de carpeta asfáltica ha modificado el
clima local, lo que ha mermado los rendimientos.
La agroclimatología
En los últimos años diversos
ecosistemas, entre ellos los agrícolas, se han tornado más
sensibles a las variaciones regionales y globales del entorno. Por
ello, la universitaria se ha dedicado al estudio de la agroclimatología,
ciencia que estudia la influencia que tienen los factores climáticos
en la producción del agro.
La información no es suficiente para planificar las actividades,
sobre todo ahora que las modificaciones de sus elementos tienen impacto
en diferentes sectores económicos; por ello, es necesario el
cálculo de indicadores que puedan relacionarse directamente
con el desarrollo de cultivos.
La evaluación del clima en forma de
índices ha tomado un fuerte impulso, porque permite un diagnóstico
amplio del comportamiento regional de sus elementos. Así, este
tipo de análisis cobra significado dentro de la planeación,
y su aplicación contribuye a asegurar la eficiencia de las
zonas, minimiza riesgos y maximiza la cantidad y calidad de las cosechas.
La agroclimatología, indicó
Granados Ramírez, permite comprender la influencia que tienen
la temperatura y las precipitaciones en la producción. Una
vez caracterizado el espacio con base a los indicadores, se garantiza
la utilización racional de este conocimiento en la toma de
decisiones.
Conocer la frecuencia, duración y
distribución de la lluvia y factores del clima, permite proponer
medidas de adaptación, como la introducción de cultivos
alternos que se adapten a los requerimientos ecológicos actuales,
y plantear la movilidad fenológica de los ciclos, entre otros
aspectos.
Recientemente, se realizó una investigación
en la zona norte de Guanajuato, donde se analizaron los elementos
para ofrecer a los productores alternativas de cultivo.
Se propusieron tres: amaranto, girasol y
nopal. El primero, para consumirlo como harina o atole; el segundo
no alcanzaría su pleno crecimiento, pero sería ideal
como forraje, así como el último, que además
es comestible.
A partir de la creación de mapas,
básicamente los que refieren el comportamiento de la temperatura,
radiación solar, fenómenos hidroclimáticos y
de riesgo climático, es posible obtener indicadores cardinales
(umbrales máximos, mínimos y óptimos), necesarios
para el desarrollo de las plantas.
El conocimiento y evaluación del ambiente
es de vital importancia para el uso y manejo de los recursos naturales,
así como para la planeación de otras actividades; “un
estudio de este tipo es base para iniciar o ampliar otras actividades
agropecuarias y forestales”, concluyó.
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