• Más de 11.8 millones
de mexicanos son residentes en la Unión Americana, aseguró
Marina Ariza Castillo, del Instituto de Investigaciones Sociales
• En 2010, ingresaron a México más de 21 mil
millones de dólares por concepto de remesas, lo que representó
un incremento del 0.1 por ciento respecto del 2009
• Sólo dos por ciento de los municipios del país
no cuentan con migrantes o no tienen vínculos con alguien
que está en Estados Unidos
En los últimos años, la migración
de mexicanos hacia Estados Unidos ha disminuido alrededor del 30 por
ciento, a causa no sólo de la crisis económica del vecino
país del norte, sino por la violencia en México, aseguró
Marina Ariza Castillo, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS)
de la UNAM.
Hoy día, refirió, los migrantes
son víctimas de las bandas criminales, nadie quiere arriesgarse
a cruzar si con ello pone en riesgo la vida. De acuerdo con el censo
de Población y Vivienda de 2010, del Instituto Nacional de
Estadística y Geografía, se ha registrado un descenso
relativo del fenómeno.
En la actualidad hay más de 11.8
millones de “paisanos” que residen en la Unión
Americana, el problema es que parte de la migración mexicana
que entra a ese territorio es indocumentada y es difícil de
cuantificar, pero si se considera a toda la población de origen
mexicano, la cifra sobrepasa los 26 millones de personas.
Además, abundó, los lazos que
unen a los connacionales en EU con los que habitan la República
Mexicana permanecerán, y mientras estén latentes la
gente seguirá con el apoyo, con recursos económicos,
a sus familias, comunidades y pueblos.
En cuanto a las remesas, Ariza Castillo reveló
que en 2010 ingresaron al territorio 21 mil millones 271 mil dólares,
lo que representó un incremento marginal de 0.1 por ciento
respecto a 2009. Así, nuestro país se posicionó
como el primer receptor en Latinoamérica, y el tercero en el
mundo, detrás de China e India, según cifras del Banco
de México.
Si bien es cierto que algunos migrantes retornaron
a nuestra nación por la situación crítica de
la economía de Estados Unidos, se trata de un proceso que trascenderá
este momento coyuntural.
La académica universitaria dijo que
el flujo de personas hacia la Unión Americana ha cambiado.
Se trata de un fenómeno que cada vez envuelve a más
localidades de México. Hoy, prácticamente sólo
dos por ciento de los municipios del país no cuentan con migrantes
o no tienen vínculo alguno con alguien que viva en EU.
En la medida que ese fenómeno ocurre
en más entidades de la República, también se
han diversificado su perfil y rasgos sociodemográficos. Cada
vez hay más sectores de la población de diferente nivel
que deciden irse, y las regiones tradicionalmente expulsoras han perdido
fuerza en comparación con otras emergentes.
De esa forma, estados como Guanajuato, Michoacán,
Jalisco, Veracruz, Puebla y Zacatecas, han abierto paso a otros nuevos
como Chiapas. Además, allá ya no sólo se localizan
en sitios como California, Texas o Nueva York, están diseminados
por todo el territorio estadounidense; de manera que en ambos países
la migración ha adquirido proporciones nacionales.
Antes, abundó, tenía un fuerte componente rural y un
carácter predominantemente masculino, pero en décadas
recientes el perfil urbano se ha incrementado, al igual que la presencia
de las mujeres y de la población indígena.
En el caso específico de esta última,
Marina Ariza mencionó que son actores recientes de gran importancia,
pero que constituyen un grupo invisibilizado, al que se le presta
poca atención; suplen la mano de obra que falta en muchos sectores
de la agricultura estadounidense, principalmente en los estados del
sur.
La especialista refirió que en México
no necesariamente se debe acabar con el flujo de personas, lo que
se requiere es regularlo o generar mecanismos que salvaguarden los
derechos de quienes deciden irse, y si se van, que no lo hagan por
falta de opciones.
Es necesario enfocarse en los múltiples
problemas sociales que suscita este fenómeno en las localidades
de origen. Hay comunidades con altos índices de expulsión,
donde casi sólo quedan ancianos y niños, personas necesitadas
de atención psicológica, social y económica;
otras con alta disolución de los matrimonios, producto del
mismo proceso, y otras más con un efecto corrosivo de las remesas
por las expectativas sociales de consumo que despiertan en el conjunto
de la población.
El Estado debe fortalecer los canales tradicionales
de movilidad social: la educación y el trabajo. En la medida
que la gente vuelva a creer que encontrará un futuro mejor
en su propio país, que mediante el empleo o la instrucción
logrará el bienestar social a que todo ser humano tiene derecho,
al poner en una balanza el costo-beneficio entre irse o quedarse,
ganará el deseo de permanecer con los suyos.
En cuanto al Día Internacional del
Migrante, que se conmemora este 18 de diciembre, dijo que sirve para
recordar que son personas con derechos inalienables como las demás,
que la migración es en sí misma un derecho, y que en
el momento actual que vive México este segmento es con frecuencia
objeto de vejación, lo que debe llamar a la reflexión.
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