• Grupos de trabajo del CGeo
de la UNAM, del Observatorio Vulcanológico de la Universidad
de Colima, y de la Universidad de San Luis Potosí, estudian
los posibles riesgos de erupción
• En su historia, se observa que aproximadamente cada 100
años tiene una de tipo pliniana, y que la más reciente
fue la de 1913
“Para tener la oportunidad de evaluar
el peligro que representa el Volcán de Colima (o Volcán
de Fuego), el más activo de México, se debe conocer su
comportamiento en el pasado. Si no tenemos información al respecto,
no sabremos qué tipo de erupción debemos esperar, hasta
dónde pueden llegar sus emanaciones y qué daños
pueden causar”, dijo Lucía Capra, investigadora del Centro
de Geociencias (CGeo), campus Juriquilla, de la UNAM.
Diversos grupos de trabajo, como el del CGeo,
el del Observatorio Vulcanológico de la Universidad de Colima,
y el de la Universidad de San Luis Potosí, trabajan en su historia
eruptiva, y ya cuentan con un mapa de peligro de la zona.
Se conocen los estilos y patrones eruptivos,
los volúmenes de material arrojado, las alturas de sus columnas,
y el alcance de sus depósitos.
“El Volcán de Colima ha tenido
distintas actividades, desde las más moderadas, como coladas
de lava, cuyos alcances son muy reducidos y no representan un peligro
para las poblaciones aledañas, hasta erupciones muy grandes,
principalmente plinianas, que generan columnas de 20 ó más
kilómetros de altura.
Erupciones plinianas
La caída de ceniza relacionada con una
renovada actividad del coloso representa una seria amenaza para las
comunidades asentadas en sus faldas y para las zonas urbanas cercanas.
En su historia, se observa que aproximadamente
cada 100 años tiene una erupción pliniana y que la más
reciente, en 1913, ha sido la más grande en tiempos históricos;
comenzó el 17 de enero y tuvo su pico más alto el día
20 de ese mes.
Al respecto, Rossana Bonasia, investigadora
que realiza una estancia posdoctoral en el CGeo, comentó que
ese evento se toma como referencia para analizar los posibles escenarios
de riesgo y de peligro relacionados con los flujos piroclásticos,
los lahares (flujos de escombros y agua) y la caída de ceniza
volcánica.
Sin embargo, a pesar de los registros y de
la documentada erupción de 1913, no se ha hecho una evaluación
completa del riesgo por caída de ceniza durante una potencial
erupción pliniana. Uno de los peligros principales es el colapso
de techos; se ha calculado que si se acumula una capa de 10 centímetros,
es suficiente para que empiece a sufrir daños estructurales,
y hasta se colapse.
Al reconstruir ese evento, los depósitos
de material alcanzaron un espesor de 45 centímetros a ocho kilómetros
de la cima del volcán, y de 15 en Ciudad Guzmán, ubicada
a 26 kilómetros. Por ello, añadió, se recomienda
limpiar constantemente todos los techos durante una erupción
pliniana.
Durante este tipo de de explosiones casi siempre
hay perturbaciones meteorológicas, como lluvia, y la ceniza mojada
es más pesada. Además, por ser un material abrasivo (partículas
muy finas de vidrio y cristales), al mezclarse con agua puede tapar
las alcantarillas. Por otro lado, aunque no se acumule en los techos,
puede entrar en las vías respiratorias y ocasionar problemas
de salud.
Mapas de caída de ceniza
Para evaluar el riesgo de una pliniana se debe
valorar, al mismo tiempo, la dirección y la velocidad del viento,
pues ello permite hacer simulaciones que indiquen el espesor de la ceniza
a cada cierta distancia.
Bonasia trabaja con modelos numéricos
de dispersión, y a partir de estudios estadísticos del
comportamiento del aire en la región, reconstruye mapas de caída
de ceniza y calcula la probabilidad, para diferentes estaciones, de
que el depósito en el suelo supere los umbrales de carga críticos
que determinan daños a los edificios.
Los resultados obtenidos muestran que una erupción
pliniana de ese coloso podría causar perjuicios serios en más
de 10 pequeñas poblaciones y rancherías y, potencialmente,
alcanzar ciudades grandes ubicadas a 10 kilómetros.
Aunque este tipo de sucesos tiene efectos muy
locales, una persona que viva a 300 kilómetros del volcán
puede experimentar sus consecuencias. Por ejemplo, la ceniza arrojada
en 1913 llegó hasta Guadalajara y Saltillo, porque los vientos
de la región casi siempre soplan desde el Oeste a Este.
“También podrían ser un
problema importante para el tráfico aéreo. Hay que recordar
que la erupción en Islandia, el año pasado, detuvo todos
los vuelos en Europa”, recordó Bonasia.
Flujos piroclásticos
Si se considera la actividad actual del Volcán
de Colima, lo más probable es que su domo continúe en
crecimiento y origine flujos piroclásticos, es decir, corrientes
turbulentas de gas y material sólido que se mueven al ras de
la superficie, se encañonan, siguen las barrancas principales
y pueden superar barreras y llegar a mayores distancias.
“En efecto, estos flujos pueden alcanzar
poblaciones ubicadas en un radio de unos ocho kilómetros. En
estos días fluyen, pero por magnitud no representan un riesgo
para los asentamientos humanos ni para los excursionistas”, finalizó
Capra.
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