• El Consejo Nacional de Ciencia
y Tecnología incluyó a este impreso semestral en su
catálogo de ediciones mexicanas dedicadas a la investigación
científica
En reconocimiento a su prestigiosa trayectoria
de 43 años, y a su calidad académica, el Consejo Nacional
de Ciencia y Tecnología (Conacyt) incluyó a la publicación
Latinoamérica en el Índice de Revistas Mexicanas
de Investigación Científica.
Editada semestralmente por el Centro de Investigaciones
sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM, este impreso
se ha dedicado, desde hace décadas, a estudiar el amplio abanico
de temas latinoamericanos y a fomentar el debate argumentado entre los
más diversos especialistas e intelectuales.
El nacimiento de un referente académico
“¡América Latina! ¿Qué
es? ¿Quién es? ¿Qué pueblos forman esa parte
del continente conocida por ese nombre?”; con esta pregunta, formulada
en 1968 por el filósofo Leopoldo Zea, nacía la revista
Latinoamérica. A 43 años de distancia, esta publicación
sigue en busca de una respuesta “que no puede ser definitiva,
porque tal cosa no existe, sino que se encuentra en permanente construcción”.
De entonces a la fecha han cambiado muchas cosas, el mundo ya no es
el mismo y tampoco la academia, pero lo que no se ha modificado es el
espíritu de diálogo y debate de esta publicación,
comentó su actual directora, Liliana Weinberg.
Cultura, literatura, historia, sociedad, historia
de las ideas y arte son apenas algunos de los temas que se abordan en
las páginas de Latinoamérica. Revista de Estudios
Latinoamericanos, cuya edición es semestral y está
al cuidado del CIALC.
“Cada escrito es una muestra de la pluralidad
de posturas y visiones que buscamos conjuntar. Publicamos artículos
y reseñas sobre una amplia gama de temas, todos relacionados
con América Latina, y cada texto es rigurosamente arbitrado”.
Producto de la necesidad
Para la doctora en Letras Hispánicas
no cabe duda que el nacimiento de Latinoamérica fue
producto de la necesidad de plantearse no sólo preguntas relacionadas
con nuestra identidad y cultura, sino de dar presencia a los estudios
sobre América Latina a nivel internacional, como bien lo comprendió
Leopoldo Zea desde el principio.
Se trata de una publicación nacida en
1968, fecha en que simultáneamente en París, Praga, Berkeley
y la Ciudad de México profesores y estudiantes debatían
sobre la necesidad de replantear las estructuras imperantes y, a partir
de ello, vincular dos aspectos con frecuencia divorciados, pero que
al converger generan movimiento: reflexión y acción.
Echar a andar proyectos y proponer ideas parecía
ser la máxima. Así, en aquel año, pese a las complicaciones
que atravesaba no sólo el país en general, sino la UNAM
en particular, Zea, entonces director de la Facultad de Filosofía
y Letras, propició la fundación del Centro de Estudios
Latinoamericanos y de la publicación.
“Era un espacio inédito para
la época, que conjuntó a muchas de las personalidades
y especialistas más relevantes en distintas materias: Arturo
Ardao, Lewis Hanke, Darcy Ribeiro, Roberto Fernández Retamar,
Ángel y Carlos Rama, Margo Glantz, Enrique Florescano o Juan
Ortega y Medina, para citar sólo algunos nombres, muchos de los
cuales se volvieron colaboradores habituales. Además, varios
de los temas tratados dieron pie a debates académicos aún
vigentes”.
Esta publicación señera, que
en aquel momento aparecía anualmente, dio pauta para que los
estudios latinoamericanos tomaran la forma que tienen hoy, mucho más
conscientes de que puede haber procesos recurrentes en cada país,
quizá un tanto diferentes a los que se dan en naciones vecinas.
“Pero gracias a la mirada integradora
que hemos adoptado, con una dimensión latinoamericanista, sabemos
que, pese a que puede haber rasgos y procesos diferentes en cada Estado,
es posible descubrir también una historia, una cultura, un sentido
compartidos, de modo que, en el fondo, como decía el filósofo
Ludwig Wittgenstein, tenemos un aire de familia”.
Una revista para los nuevos tiempos
De aquella época quedan colaboradores
recurrentes que, de alguna manera, son un puente entre lo que se hacía
hace cuatro décadas y lo que se realiza hoy. “Yo misma
lo soy”, agregó Weinberg, al recordar que una de sus primeras
publicaciones en México fue precisamente la que apareció
en Latinoamérica. “Eran los años 80, estudiaba
el doctorado y presenté un texto sobre Pedro Páramo”.
“Mi trabajo con la revista —y debo
agregar que es un tema que me apasiona, porque incluso me he dedicado
a estudiar la relación entre las publicaciones periódicas
y las redes intelectuales— me ha dejado muchas enseñanzas,
como comprender que lo latinoamericano no es una esencia, sino una identidad
en construcción constante.
“Sobre todo, que ciertas inquietudes
que acompañaron a la fundación de la revista no pierden
vigencia, pues ya con 43 años de vida y la próxima aparición
del número 53, aún es válida la pregunta que se
hacía en aquel primer ejemplar el doctor Zea: ‘América
Latina, ¿qué es?’. A nosotros nos toca contribuir
a la construcción de esa respuesta”.
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