• No hay antecedentes de artefactos
de ese tipo causantes de desastres, dijo Salvador Landeros Ayala,
de la Facultad de Ingeniería
• Lo más probable es que los entre 20 y 30 fragmentos
caigan en el mar o en zonas desérticas mayoritarias en el
planeta, opinó José Franco, del Instituto de Astronomía
Aunque entre diez mil y doce mil satélites
--de comunicaciones, científicos y militares— operan actualmente
fuera de la Tierra, no existen antecedentes de que este tipo de artefactos
retornen al planeta y causen algún desastre, afirmó Salvador
Landeros Ayala, investigador de la Facultad de Ingeniería (FI)
de la UNAM.
En un hecho poco frecuente y la agencia espacial
de Estados Unidos (NASA) espera que entre esta tarde y el domingo caigan
en la Tierra entre 20 y 30 fragmentos del satélite atmosférico
UARS (siglas de Upper Atmospheric Research Satellite), lanzado al espacio
hace 20 años (en septiembre de 1991) a bordo del transbordador
Discovery para hacer mediciones de la capa de ozono, la composición
química de la alta atmósfera, los vientos y temperaturas
de la estratosfera.
El artefacto, de seis y media toneladas, mide
diez metros de largo por cuatro y medio de diámetro y es del
tamaño aproximado de un camión.
“Es grande y pesado, diseñado
hace unos 30 años y construido de materiales como titanio y acero
inoxidable. Algunos de sus 20 a 30 fragmentos podrían pesar más
de 100 kilogramos, pero lo más probable es que caigan en el océano
o en alguna amplia zona desértica no habitada, los sitios más
grandes del planeta”, opinó José Franco López,
investigador del Instituto de Astronomía (IA) de esta casa de
estudios.
Franco comparó al artefacto con un automóvil
antiguo, pesado y cuyo choque provocaba con frecuencia graves consecuencias
para el conductor. “Actualmente lo autos de carreras están
hechos de materiales que absorben el golpe, y al chocar se destruyen
pero dañan menos que antes a los conductores. Algo semejante
ocurre con los materiales actuales que se utilizan en los satélites,
así que es poco probable que un evento como este se repita con
los de nueva generación”, consideró.
Daño “extremadamente remoto”
Sin orientación fija, el satélite
está en órbita con una inclinación de 57 grados
respecto al ecuador, y recorre la Tierra cada hora y media. Cualquiera
de sus piezas que no se queme al regresar a la atmósfera caería
entre los 57 grados de latitud Norte y los 57 sur, en una franja de
unos 800 kilómetros de largo, precisó Franco.
La NASA estimó que la probabilidad de
que dañe a alguna persona en la Tierra es de una en tres mil
200, es decir, “extremadamente remota”.
Por su parte, Landeros destacó que el
retorno del artefacto a la atmósfera ha sido posible porque éste
se ubica en una órbita baja, de 300 a 600 kilómetros;
tiene cierta velocidad de ingreso y una inclinación que propicia
su caída en la Tierra.
Ambos investigadores destacaron que el satélite
forma parte de la “basura” o “chatarra” espacial,
problema creciente que habrá que atender en algún momento.
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