• El robot, desarrollado en el
Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en
Sistemas la UNAM, no sólo es capaz de realizar labores en
el hogar, sino de emular, en algunos aspectos, el pensamiento humano
En el cuento Sueños de robot, de Isaac
Asimov, un androide de nombre Elvex confiesa haber tenido una
experiencia onírica; ante este hecho inusual, dos robopsicólogas
intentan pensar como lo haría el autómata para entender
las razones de ese fenómeno.
“Aunque se trate de personajes de ficción, esta manera
de abordar un problema no es muy diferente a la que emplearíamos
quienes nos dedicamos a la inteligencia artificial”, comentó
Iván Vladimir Meza Ruiz, del Instituto de Investigaciones en
Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS), de la UNAM.
Tanto a él como a sus compañeros, la estrategia de meterse
en el “cerebro” de un robot les ha funcionado a la hora
de ensamblar a Golem II+, un androide diseñado para
realizar las actividades domésticas más diversas, como
hallar un objeto en la cocina, desplazarse del comedor a una recámara
o incluso reconocer el rostro de los diversos integrantes de una familia
para así entablar charlas específicas, según sus
edades, gustos e intereses.
“Quizás en el IIMAS no nos preguntamos qué pasa
por la ‘mente’ de un robot si está inactivo, como
en el relato asimoviano, ni si sueña. Lo que queremos saber es
qué acontece ahí dentro si está ‘despierto’
y trabaja”, añadió Meza Ruiz.
De hecho, expuso el ingeniero, si llegamos a un callejón sin
salida, perdemos rumbo o nos estancamos, siempre hay una pregunta que
sirve para ponernos de nuevo en marcha: “¿y cómo
piensa una máquina?”. Intentar ponernos en los zapatos
de aquello que intentamos crear nos ha llevado a desarrollar una forma
de trabajar que hemos bautizado como Arquitectura Cognitiva Orientada
la Interacción (ACOI).
“¿Necesitamos que Golem camine?, este esquema nos permite
desarrollar un sistema de navegación para que se desplace; ¿deseamos
qué escuche?, podemos instalarle un micrófono; ¿queremos
que vea?, ya le adaptamos una cámara de Kinect a manera
de ojos. La ACOI hace factible ampliar las capacidades según
se nos ocurra, y nos permite hacerlo de manera escalonada, sin empezar
de cero, sino siempre en adiciones”.
En proceso de aprendizaje continuo
Pocas palabras tienen un acta de nacimiento tan precisa como “robot”.
Fue pronunciada en público por vez primera un 25 de enero de
1921, en el escenario del Teatro de Nacional Praga, durante la representación
de la obra R.U.R., de Karel Capek. Esta voz, entonces de nuevo
cuño, significa, literalmente “sirviente” y fue creada
por el literato checo como alternativa al sustantivo autómata.
Desde un principio, el vocablo sugería que este tipo de máquinas
debían estar a las órdenes del hombre. “Por ello,
cada vez son más los interesados en crear los llamados ‘robot
de servicio’, es decir, aparatos que ayuden con las faenas del
hogar”, expuso Luis Alberto Pineda Cortés, mejor conocido
entre sus colaboradores como “el padre de Golem”,
pues desde 1998 trabaja en este proyecto.
Quienes han querido llevar a autómatas a lo más íntimo
de una casa han tenido algunos logros; por ejemplo, hay un robot que
dobla sábanas, aunque demora 20 minutos en cada una. Adquirir
uno de estos modelos aún resulta muy caro y poco práctico
si se busca dar salida a las faenas cotidianas, pero que ya tengan movimientos
tan finos como para plegar y acomodar cobijas y edredones, ha favorecido
la aparición de grupos de entusiastas dispuestos a crear “al
mayordomo perfecto”.
“Saber que se pueden hacer ese tipo de cosas nos llevó
a perfeccionar a Golem, que al principio era un pequeño
cubo muy parecido a una aspiradora y mostraba carteles; después
fue una máquina empotrada en una pared que jugaba a adivinar
cartas, y ahora es un aparato que camina erguido al cual, si le enseñas,
es capaz de localizar el control remoto que dejaste tirado o traerte
las pantuflas”.
Pineda es enfático al afirmar: “Todo esto es posible porque
Golem aprende, a eso hemos dedicado gran parte de nuestros esfuerzos
en inteligencia artificial, y por esta razón, cada vez es capaz
de hacer más y más cosas”; por ello, al enterarse
que en 2012 el certamen RoboCup tendría lugar en México,
decidieron inscribirse en la edición 2011 del concurso, que recientemente
se desarrolló en Turquía.
“Nos inscribimos en la categoría Robots de Servicio, porque
también hay una para máquinas que juegan futbol. Para
nuestra aventura de Estambul llevamos a un Golem que, por primera vez,
parece humano; de hecho, fue creado a imagen de los atlantes de Tula.
Este aparato, que mide 1.50 metros y pesa 32 kilos, tuvo que sortear
seis pruebas, lo que le implicó desarrollar habilidades diferentes
y, encima, aprender inglés. Además de todo, tras unas
clases, Golem es bilingüe”, explicó Iván
Meza.
La experiencia turca
En las crónicas del siglo XIX, los
viajeros solían describir a Turquía como una Babel a la
que, en algún momento, todo extranjero llegaba, quizá
por estar al mismo tiempo dos continentes, Europa y Asia, o quizá
por tener costa en tres mares, el Negro, el Egeo y el Mediterráneo.
Hoy, quienes llegan a Estambul describen escenarios no muy diferentes
a los de aquellos marinos, pues aún hablan de un lugar donde
las lenguas se mezclan, las religiones conviven y las nacionalidades
se confunden, como constató el equipo de la UNAM que voló
a aquella ciudad para asistir a la RoboCup, donde, dijeron, argentinos,
estadounidenses, indios, japoneses e iraníes intentaron de todo
para llevarse consigo el trofeo del certamen.
“Quizá eso fue lo más interesante, no sólo
ver lo que hacía Golem, sino cómo observar se
desempeñaban las demás máquinas, enterarse de propuestas
traídas de todo el orbe”, señaló Iván
Meza, quien se dijo particularmente sorprendido por la versatilidad
del robot alemán de nombre Cosero, de la Universidad
de Bonn, que obtuvo el primer premio.
Probablemente eso hizo que Golem quedara en el lugar 15 de
entre 19 participantes, señaló el universitario, pues
mientras el prototipo mexicano era capaz de localizar y traer una caja
de cereal, el germano podía preparar un desayuno completo, cocinar
un omelette y servir un vaso de jugo de naranja, todo con una precisión
sorprendente.
“La distancia entre uno y otro era notable, pero esto, más
que desalentarnos, nos da nuevas ideas. Quizá ahora busquemos
darle una forma un poco más humana y apostar a una de las fortalezas
de Golem: que aprende, pero también nosotros lo hacemos…
Ahora sabemos qué hacer para la siguiente edición de la
RoboCup. Al menos ahora tenemos un par de cosas que queremos poner en
práctica”.
Ideas que surgen de la ciencia ficción
En los libros de Asimov, los robots sueñan como humanos, en la
realidad, hay humanos que sueñan con robots, como el investigador
Luis Alberto Pineda Cortés, quien no sólo fantasea con
las mejoras que se le pueden hacer a Golem, sino que recuerda vivamente
la impresión de haber visto en su niñez la película
2001, Odisea del espacio, de Stanley Kubrick.
“Me impactaba ver que una computadora, de nombre HAL,
pudiera pensar, charlar e incluso ayudar al hombre en tareas tan complicadas
como manejar una nave espacial. Eso me hacía imaginar el futuro,
y ahora que estoy en él, me resulta curioso que una parte muy
importante de mi vida consista justamente en eso, en construir robots
que hablen e interactúen con los humanos”.
Para Pineda no hay duda, “la ciencia ficción nos da ideas.
De hecho, ha influido en la forma de diseñar nuestros aparatos”,
dijo el investigador, aseveración que sus colaboradores parecen
corroborar al decir que, de hecho, el segundo prototipo de Golem,
uno que juega cartas y que puede ser visitado en Universum, es prácticamente
idéntico a HAL, el robot de 2001, Odisea del espacio.
“¿Qué podemos decir? Creo que a Luis sí le
gusta mucho esa película”.
Al respecto, el doctor Carlos Arámburo de la Hoz, coordinador
de la Investigación Científica de la UNAM y también
adepto lector de ciencia ficción, señaló que “la
capacidad humana de imaginar escenarios que no son tangibles, ha servido
como motor para empujar a la humanidad a transformar sus sueños
en realidades”, y como ejemplo abundó sobre las telecomunicaciones.
“En los años 40 ó 50, pensar en que habría
algo parecido a los celulares sonaba a imaginación arrebatada,
y decir en el siglo XIX que en el futuro habría algo parecido
a los rayos X, que permitirían observar el interior de una persona,
era descabellado”.
“Con frecuencia la vida imita al arte”, decía Oscar
Wilde cada vez que la literatura presagiaba lo que poco después
acontecería, y al ver a Golem en acción, Arámburo
confesó haberse sentido justo así.
“Hace no mucho vi una película de ficción donde
se mostraban cosas muy parecidas a las que se realizan en el IIMAS,
autómatas dedicados a servir al hombre. Observar en pantalla
lo que después tendremos en la cotidianidad no debería
asombrarnos tanto, pues desde siempre la creatividad e imaginación
humana han sido impulsoras de muchas cosas, ellas nos plantean retos
que parecen escenarios fantásticos, nuestro trabajo es hacerlos
reales”.
Con personalidad múltiple
En el libro Yo, Robot, de Asimov, se sugiere por primera vez
que habrá robopsicólogos, es decir, científicos
dedicados a entender los pensamientos de una máquina.
En la novela, ellos son capaces de detectar en los androides trastornos
como paranoias o mitomanías; en la realidad, los especialistas
del IIMAS trabajan tan de cerca con robots que pueden hacer diagnósticos
que más parecen provenir del diván que de observar una
computadora, como el que hace Iván Meza al asegurar: “Golem
es un robot con personalidad múltiple”.
“¿Cómo me di cuenta? Sólo hay que escuchar
cómo habla y se comporta, según la tarea. Si busca un
objeto, es de cierta forma y si recorre un cuarto es totalmente distinto,
aunque claro, no hay que espantarse de eso, es más bien que somos
muchos quienes lo programamos y cada quien deja sus huellas en él.
En realidad, se porta un poco como cada uno de nosotros”, explicó
el ingeniero.
Quienes han visto a Golem en acción coinciden en que
a veces es un poco voluble; al principio puede ser sarcástico
y saludarte con un mordaz “hola, humano”; quizá
un poco impositivo a la hora de dar órdenes, “no te muevas
para que pueda reconocerte”; bromista si te pierde la vista, pues
grita, “¿dónde estás?, ¡tengo miedo!”,
y solemne a la hora de presentarse y despedirse.
“Eso es normal si consideramos que todos en el grupo aportamos
un poquito para Golem, y en realidad somos muy distintos uno
del otro, aunque eso sí, todos tenemos un interés común,
hacer que este robot piense, y no sólo eso, todos queremos entender
cómo piensa un robot”.
¿Y cómo piensa un robot?
A veces se necesita echar a volar la fantasía no sólo
para escribir ficción, sino para resolver problemas muy concretos;
por ello Iván Meza dice que de vez en vez dedica algo de tiempo
para visualizar cómo piensa un robot.
“Imagina que eres una máquina en medio de un cuarto que
de repente abre los ojos; sabes que debes hacer algo, y tienes que ver
cómo. Así se comporta Golem, y ponerme en ese
escenario me hace entenderlo mejor, y estar cierto de una cosa, que
él es un robot con muchas expectativas”.
A decir de de Iván, este paso, tan indispensable a la hora de
desarrollar pensamiento artificial, el ponerse en los zapatos de un
autómata, permite entender mucho de cómo pensamos, “pues
a fin de cuentas, la computación es la gran metáfora del
pensamiento humano”.
Se trata de un ejercicio revelador, pues es casi desglosar cómo
hacemos determinadas tareas. “¿Te has puesto a reflexionar
sobre todo lo que pasa por tu cabeza si buscas un artículo específico
en la cocina, como una caja de cereal?… Nosotros sí, a
diario, y hemos constatado que actividades que nos parecen simples,
en realidad no lo son. Gracias a Golem hemos detectado qué
hay cosas tan complicadas como saber si una puerta está abierta
o cerrada. Nosotros lo hacemos automáticamente y damos por hecho
que se trata de la cosa más sencilla del mundo, pero por más
que intentamos, aún tenemos problemas para que el robot entienda
lo sutil de esa diferencia”.
Sin embargo, Iván es tajante al señalar que no todo proceso
humano es traducible a pensamiento artificial. “Hay muchas cosas
que no se pueden hacer, pero es sumamente interesante explorar las que
sí, e incluso indagar en cuáles nuestra mente es similar
en sus procesos a los de un robot. Si me preguntaras en qué se
parece nuestra manera de pensar, como equipo de trabajo, a la de
Golem, te diría que nosotros, al igual que él, queremos
hacer mucho, nosotros también, cada vez que abrimos los ojos,
tenemos muchas expectativas”.
--o0o--