• No lesiona el cerebro y puede
prolongar la calidad de vida de los pacientes, explicó Lilia
Núñez Orozco, profesora de la FM de la UNAM
• El mejor momento de usarla es cuando el paciente ya no tienen
respuesta favorable con la medicina tradicional, indicó
La enfermedad de Parkinson tiene una evolución
natural progresiva inexorable, hasta dejar a la persona postrada en
cama con una invalidez importante, aún con el uso de medicamentos,
No obstante, desde hace algunos años, se puede prolongar la calidad
de vida de los pacientes a través de la neuroestimulación
profunda, explicó Lilia Núñez Orozco, profesora
de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
Anteriormente, recordó, se practicaba
una cirugía para mejorar los síntomas; se lograba que
las complicaciones fueran pocas, pero se afectaban ciertas estructuras
del cerebro. En los años 90, apuntó, se supo que a través
de estímulos eléctricos se podía lograr el mismo
efecto que la operación, pero sin dañar, en forma permanente,
ese centro nervioso.
Entonces, se determinó que la mejor
opción quirúrgica en el tratamiento del Parkinson es la
aplicación de neuroestimulación profunda. Mediante un
sistema llamado estereotaxia, se coloca un electrodo en una región
específica del cerebro –que puede ser el globo pálido
o el núcleo subtalámico de Luys– y se conecta con
un cable a una fuente de energía eléctrica, parecida a
los marcapasos que se colocan en el corazón.
Este sistema se coloca por debajo de la piel,
de modo que es prácticamente imperceptible, explicó la
también jefa del Servicio de Neurología del Centro Médico
Nacional 20 de Noviembre del ISSSTE.
La batería del aparato, abundó,
es una fuente de energía que puede modificar la intensidad y
frecuencia de los estímulos, de acuerdo a la respuesta clínica
del paciente. Si se agota, debe ser reemplazada por una nueva, tras
un tiempo variable.
La neuróloga aclaró que el mejor
momento de usar esta alternativa es cuando el enfermo ya no tiene una
respuesta favorable con los medicamentos que tradicionalmente se utilizan
para tratar este padecimiento. No obstante, aclaró, para colocar
este dispositivo se requiere de una evaluación previa del neurólogo
para determinar si se es candidato o no.
En ese proceso, el paciente es hospitalizado,
se suspenden sus fármacos hasta que se presentan las manifestaciones
más agudas del padecimiento, y luego se suministra la sustancia
levodopa; “si hay respuesta favorable, se considera que la neuroestimulación
profunda será un éxito”, aseveró.
También, se hace una valoración
psiquiátrica, de las capacidades intelectuales y del estado físico
general. Si tiene enfermedades concomitantes serias como cáncer
avanzado, otro tipo de lesiones en el cerebro o diabetes complicada,
no se incluyen en este tratamiento.
El especialista adecuado para realizar la operación
es un neurocirujano entrenado en el método de estereotaxia y
en este tipo de cirugía funcional, que no se practica en cualquier
hospital porque es un procedimiento de alta especialidad y costo, enfatizó.
La enfermedad
Núñez Orozco mencionó
que la enfermedad de Parkinson es degenerativa y afecta al movimiento.
Habitualmente se presenta en personas mayores de 60 años, aunque
en pocos casos puede empezar en edades más tempranas, como la
juvenil, que inicia aproximadamente a los 20 años, y otra temprana,
antes de los 40.
No tiene una causa conocida, pero se conoce
que se produce porque se degeneran las neuronas que se encuentran en
una estructura cerebral llamada sustancia negra, que origina dopamina
(un neurotransmisor) que se comunica con el estriado, parte importante
para el control del movimiento.
Al disminuir la cantidad de dopamina se presentan
los síntomas, como rigidez, temblor de reposo, lentitud del movimiento
y dificultad para mantener la postura de manera automática. El
orden de aparición es indistinto, aunque la mayor parte de las
personas presentan primero temblor, acotó la académica.
En sus inicios, comentó, el que no presenta
temblor es difícil de diagnosticar. Si la persona empieza con
los primeros síntomas, la pérdida de dopamina ya está
en una fase de avance de 80 por ciento; por lo tanto, la reserva de
función que queda si se manifiesta, es de alrededor del 20 por
ciento.
Tratamiento
El padecimiento no se cura, pero existe la
posibilidad de controlar los síntomas. Actualmente, se recomienda
iniciar el tratamiento con fármacos que protegen de la degeneración
a las neuronas que producen dopamina (selegilina o rasagilina); conforme
progresa, se agregan medicamentos dopaminérgicos, que son químicamente
diferentes a la dopamina, pero actúan como si lo fueran (pramipexol,
ropinirol, rotigotina).
Se procura retrasar el inicio de levodopa (precursor químico
de dopamina) lo más posible, pues su vida útil es de alrededor
de 10 años y después se producen complicaciones, como
fluctuaciones de movimiento amplias, sacudidas anormales incapacitantes
o falta de respuesta.
Aplicados de manera adecuada, se mejora la
calidad de vida; incluso, en ocasiones se logra que casi no se note
el mal, porque el paciente puede hacer sus actividades normales, subrayó.
Sin embargo, con la progresión y las complicaciones del tratamiento,
es necesario contar con alternativas diferentes, y es aquí donde
puede ser efectiva la neuroestimulación profunda, concluyó.
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