Boletín UNAM-DGCS-547
Ciudad Universitaria.
06:00 hrs. 15 de septiembre de 2011


Enrique Plasencia


EL DESFILE MILITAR, SÍMBOLO QUE CAMBIA CON EL TIEMPO

• Pocos recuerdan que se trata de una marcha que conmemora la entrada de Iturbide a la Ciudad de México el 27 de septiembre de 1821, señaló Enrique Plasencia, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM
• Pese a que hay una fecha para honrar a las fuerzas armadas, este día se ha vuelto el verdadero Día del Ejército, añadión



El 27 de septiembre de 1821, el ejército trigarante, con Agustín de Iturbide a la cabeza, entró a la Ciudad de México y con esto la justa independentista llegó a su fin. “Este episodio dio origen al desfile militar con el que se conmemoran las fiestas patrias, un hecho que la mayoría de los mexicanos ha olvidado o que francamente ignora”, comentó Enrique Plasencia.

Casi todo lo que en principio debería representar esta marcha se ha trastocado; para empezar, está el hecho de que se realiza el día 16 y no el 27 —como se esperaría—, lo que le ha hecho perder mucho de su sentido primigenio, expuso el integrante del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.

“No obstante, esto es comprensible porque toda celebración cambia con el tiempo; con los años adquiere nuevo significado y pierde parte del sentido histórico con que nació. Actualmente, quienes se reúnen en el Zócalo para ver el paso de las brigadas castrenses no lo hacen para recordar la incursión de las fuerzas insurgentes a la ciudad, sino para aplaudir al ejército y ver a sus efectivos, tanquetas y aviones”.
¿Cómo un episodio tan importante como la culminación de la Independencia queda en el olvido al conmemorar las fiestas patrias?, se preguntó el académico.

“Primero hay que entender una cosa: la historia la escriben los vencedores, y en uno de los tantos enfrentamientos que se han dado en México, la de liberales contra conservadores, unos tomaron como estandarte a Miguel Hidalgo y los otros a Iturbide, y al triunfo de los primeros, nuestro imaginario nacional comenzó a tomar su forma actual”, explicó.

Una de las primeras cosas que hicieron los liberales fue depreciar los símbolos que enarbolaban sus adversarios, y empezaron por el proclamado emperador de México; así, Hidalgo se volvió “el padre de la patria” e Iturbide pasó de héroe de la Independencia a ser un villano.

“Esto explica que la entrada triunfal del 27 de septiembre de 1821 perdiera lustre ante el grito de Dolores y, sobre todo, que en México conmemoremos el inicio de la gesta libertaria y no su culminación, como se hace en la mayoría de los países”.

Símbolos que se transforman

Enrique Plasencia fue claro al afirmar que “los símbolos cambian con el tiempo”, y no sólo aquellos que identifican a los vencidos, sino los asociados a los vencedores.

El mejor ejemplo de eso es Miguel Hidalgo y Costilla, cuya imagen gradualmente se modificó para acoplarse a los valores defendidos por la clase gobernante, expuso el historiador. Al enrolarse en la guerra, este sacerdote era un hombre maduro de 57 años. El discurso se encargó de avejentarlo hasta hacer de él un octogenario, como se le ve en las estampas escolares.

Los símbolos se adaptan a las necesidades de una época, como se ve con Hidalgo, y algo parecido pasó con el desfile militar, expuso Plasencia.

“Éste quedó a merced de los vaivenes de la historia. Es extraño que una marcha que debería conmemorar un hecho acontecido el 27 de septiembre se celebre 11 días antes, pero es igualmente inusual que festejemos el inicio de la Independencia la noche del 15, aunque ésta, según consignan los libros, comenzó un día después”.

A decir de las crónicas, Hidalgo se lanzó a la lucha un 16 de septiembre, en punto de las cuatro de la mañana, pero Porfirio Díaz, cuyo aniversario era el 15, quiso que este hecho coincidiera con su cumpleaños, de ahí que la ceremonia del Grito responda a un cronograma alterado.

“Al mover el calendario de forma tan caprichosa, súbitamente se creó un vacío de festejos en la mañana del 16, así que para llenar ese hueco se decretó que el desfile tuviera lugar en esa fecha, costumbre que se ha perpetuado hasta nuestros días”.

El día del ejército

En una época en la que el ejército se ha quedado sin grandes batallas, los soldados suelen hablar del año en que participaron en tal o cual desfile, “así de importante se ha vuelto dicho evento en la vida de estos hombres”, aseguró Plasencia.

“Basta platicar con ellos para ver lo que les significa. Es su oportunidad de salir a la calle y estar en contacto con la gente. Pese a que existe un Día del Ejército, en realidad éste debería ser el 16 de septiembre, fecha en la que los uniformados hacen despliegue de su organización y fuerza frente a un público que asiste al Zócalo sólo para verlos”.

Para el autor del libro Historia y organización de las fuerzas armadas en México 1917-1937, la marcha representa algo muy diferente a lo que fue en sus inicios.

El tránsito de los efectivos frente al balcón de Palacio Nacional significa avalar y reconocer al presidente y los poderes establecidos; pero, sobre todo, busca evidenciar el tamaño y poderío de esta institución, añadió.

Ejemplo de unidad

Al revisar diversos pasajes de la historia nacional se puede observar a ejércitos disgregados, a veces al servicio de gobiernos simultáneos, como pasó con Maximiliano y Benito Juárez, o incluso fragmentados, como el que había al triunfo de la Revolución, escindido en zapatistas, carrancistas y villistas.

Hubo momentos en que esta percepción de las fuerzas armadas como una institución con pugnas intestinas fue sumamente marcada, y en el México moderno uno de los episodios más representativos fue la rebelión escobarista de 1929, en la que un grupo de generales se sublevó contra Plutarco Elías Calles tras culparlo de la muerte de Álvaro Obregón.

“En ocasiones como ésta es necesario exhibir unidad y para eso sirvió el desfile militar. Justo en aquel año, y en 1930, se organizaron dos de los más grandes jamás vistos, con la finalidad de demostrar que no había fracturas al interior de esta institución, y no es casual que a partir de esa década, esta marcha de las armas se convirtiera en una costumbre anual, pues antes se realizaba de manera esporádica”.

En los años 30, las fuerzas armadas constaban de 50 mil hombres, hoy hay cerca de 250 mil efectivos. “Han pasado 80 años, pero el sentido del desfile se ha mantenido. Los vehículos se han modernizado y también las brigadas que marchan, pero el desfile por sí mismo ya es un símbolo, lo que asegurará que continúe, pues es cierto que éstos se transforman, pero la gente no puede vivir sin ellos”, concluyó.

 

 

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Fotos


Enrique Plasencia, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.


Para los soldados, participar en las marchas es una oportunidad para exhibir el poderío y organización del ejército, y acercarse a la gente.