• Personas con depresión, esquizofrenia, Alzheimer
o bipolaridad tienen alterados sus ritmos circadianos, lo que podría
ser parte del origen de los padecimientos
• Se intenta usar la luz para que los pacientes ajusten esas
oscilaciones, explicó Raúl Aguilar Roblero, del IFC,
quien se considera un “relojero” dedicado a “desarmar”
el “reloj” del cuerpo, ubicado en el núcleo supraquiasmático
del cerebro
• Aunque nadie se muere por no tener precisión en esos
ritmos, el estado de ánimo y sensación de bienestar
sí depende de que éstos sean armónicos, dijo
Personas con enfermedades mentales como depresión,
esquizofrenia, Alzheimer o bipolaridad, tienen alterados sus ritmos
biológicos, y al parecer, esa variación es parte del origen
de esos padecimientos, porque si se corrigen los problemas circadianos,
se registra una mejoría, o no hay más deterioro.
Con la luz es posible ajustar los “relojes
biológicos”. Sería el equivalente a la perilla que
permite poner la hora a un reloj de pulsera; gracias a ella, por ejemplo,
un viajero adapta su organismo con “hora local” de México
a la de Europa. Basados en este fenómeno, “intentamos usar
ese recurso para que los pacientes ajusten sus ritmos”, explicó
Raúl Aguilar Roblero, del Instituto de Fisiología Celular
(IFC) de la UNAM.
La cronobiología
Aguilar Roblero explicó que la cronobiología
es el estudio de los fenómenos biológicos que presentan
variaciones periódicas, es decir, que se repiten de manera precisa
a lo largo del día, semana o mes. Es una disciplina que estudia
los fenómenos llamados ritmos biológicos, y el ejemplo
más conocido es que despertamos y dormimos todos los días,
más o menos a la misma hora.
Aunque aclaró que nadie se muere por
no tener ritmos biológicos precisos, se ha puesto de manifiesto
que el estado de ánimo y sensación de bienestar sí
depende de que éstos sean armónicos y funcionen a sus
horas.
El científico indicó que en los
genes está codificada la organización en el tiempo. “En
el horario de verano sentimos lo que ocurre si se mueve esa sincronía
de relojes y ciertos fenómenos en nuestro cuerpo, que permiten
que funcionemos de modo óptimo”.
Hasta donde se conoce, expuso, todos los organismos
tienen ritmos biológicos; incluso, podría tratarse de
un pre-requisito para la aparición de la vida. La Tierra era
una “piedra” con atmósfera que daba vueltas: entonces
como ahora, en la cara al Sol sube la temperatura y aumenta la presión
atmosférica, luego, en la noche, se enfría.
Con base en ese esquema, se ordenaron las reacciones
químicas para formar la vida, y ya con ésta, se pasó
a la organización, en el momento que hubo genes que fungieron
como “memoria” para repetir esos fenómenos.
Entonces, plantas y animales evolucionaron
en un nicho físico, pero también en uno temporal, y una
muestra es que los mosquitos o las cucarachas salen, y las flores emiten
sus aromas a cierta hora. Por ello, los ritmos biológicos tienen
importancia médica, biológica y ecológica, y permiten
organizar las actividades de los seres vivos en función del tiempo.
Esos dos grupos de organismos tienen genes
parecidos que gobiernan sus relojes. “Para casi todas las funciones
de las especies se registró una diversificación genética
temprana en la evolución, pero los ‘genes reloj’
están muy conservados”.
A partir de 1995, se identificó a la
mayoría de ellos, y hasta ahora no se han podido modificar. “En
esas andamos, todos tratamos de ver cómo manipulamos esos genes
para curar, por ejemplo, problemas de insomnio”, comentó.
Relojero cerebral
El cronobiólogo Raúl Aguilar
se considera un “relojero” dedicado a desarmar el “reloj”
del cuerpo, ubicado en el núcleo supraquiasmático del
cerebro. En específico, le interesa saber cómo actúa
ese grupo de células para “darle la hora” al resto
del organismo.
Unos relojes dan la hora con sólo ver
su carátula; otros, al llegar a cierto momento del día
activan sus alarmas, como los despertadores. “Quiero saber si
el cuerpo ‘voltea’ al supraquiasmático para ver la
hora, o este núcleo manda una señal para decir al cuerpo
qué hora es”, reiteró.
Para ello, el científico y su grupo
estudian las células de esa parte del cerebro, que contienen
los genes-reloj u osciladores moleculares (llamados así porque
son moléculas que se prenden y apagan de forma constante, como
un péndulo); para eso emplea modelos animales: ratas, ratones
y hámsters.
También, analiza cómo en la membrana
celular se generan potenciales de acción o impulsos eléctricos
con los que las neuronas del núcleo supraquiasmático (el
reloj del cerebro) se “comunican” con otras neuronas del
cerebro y de ahí al resto del organismo. “Las neuronas
del reloj” también tienen un ritmo; en los humanos, se
disparan muy rápido durante el día, y en la noche, despacio;
se trata de una frecuencia modulada.
“Nos preguntamos qué pasa entre
el oscilador molecular, en el núcleo y la membrana, donde se
generan los potenciales eléctricos; en otras palabras, cómo
la parte molecular le dice a la eléctrica qué hora debe
marcar”.
Además, el universitario encontró que el retículo
endoplásmico de las células sirve como depósito
de calcio, y éste actúa en la excitabilidad neuronal.
“En el núcleo supraquiasmático el calcio sale durante
el día y se secuestra en la noche. Es decir, los depósitos
son regulados por el ‘reloj’”.
Los fenómenos eléctricos también
dependen del calcio. “Pensamos que ese ‘engrane’ viene
del reloj molecular al calcio intracelular, y de éste a la membrana
celular. En los últimos años hemos hecho una serie de
experimentos para demostrar esta hipótesis”.
Aguilar Roblero también estudia cómo
se adelanta y atrasa el “reloj”, y cómo coopera en
esta función otra parte del cerebro denominada núcleo
paraventricular. “Parece que es importante porque si deja de funcionar,
el reloj ya no se puede adelantar, sólo atrasarse”.
Para realizar sus investigaciones, en los dos
últimos años tuvo financiamiento del Fondo de Cooperación
Internacional en Ciencia y Tecnología Unión Europea-México,
y la colaboración del Instituto de Neurobiología de esta
casa de estudios, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados
(México), del Instituto Karolinska (Suecia) y del Centro Médico
de la Universidad de Leiden (Holanda).
El proyecto continúa, por lo que se
buscarán nuevos apoyos económicos dentro y fuera del país,
del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación
Tecnológica de la UNAM, de la Unión Europea, y del Conacyt,
entre otras entidades.
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