• Conceptos como “alma”,
poder y trances que van de lo terrenal a lo onírico, se representan
en dibujos y jeroglíficos de esos objetos, explicó Erik
Velásquez García, del Instituto de Investigaciones Estéticas
• Con su proyecto, el historiador del arte y epigrafista ganó
el Premio a la Mejor Tesis de Doctorado en Humanidades 2010 de la
Academia Mexicana de Ciencias
Entre los años 740 y 800 después
de Cristo, los mayas de la región del lago Petén Itzá
del periodo Clásico, utilizaron vasos policromados para definir
en dibujos, representaciones escénicas y jeroglíficos,
conceptos como “alma”, poder y estados de conciencia asociados
a la vida terrenal y cotidiana, así como a la fase onírica
y profunda de la existencia humana.
A descifrar esos jeroglíficos y símbolos
en objetos de cerámica se dedica Erik Velásquez García,
académico del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE)
de la UNAM, quien con su trabajo para titularse como doctor en Historia
del Arte obtuvo el Premio a la Mejor Tesis de Doctorado en Humanidades
2010, de la Academia Mexicana de Ciencias.
Interesado en explorar el arte cerámico
como fuente de acceso a la cosmovisión maya, el historiador y
epigrafista eligió los utensilios referidos, escasamente estudiados,
carentes de contexto arqueológico y dispersos en museos y colecciones
privadas de Estados Unidos y bodegas de Guatemala.
En esos objetos, de una altura promedio de
15 centímetros de alto, encontró representaciones teatrales
y dancísticas, donde dos o tres personajes humanos representan
deidades caracterizadas como jaguares, ciempiés o serpientes.
Máscaras de rayos x
Un recurso plástico descrito en la década
de 1970 por el investigador estadounidense Michael D. Coe como “máscara
de rayos X”, separa la imagen del ser humano y de la representación
divina. “Entre el dibujo del individuo y de la máscara
plasmados se distingue una división, que precisa que se trata
de una personificación o concurrencia ritual”, explicó
Velásquez en entrevista.
Las escenas mayas fueron analizadas por Coe
con la ayuda de una cámara rollout, que fotografió
las secuencias curvas grabadas y las trasladó a imágenes
planas, donde pueden contemplarse de forma panorámica.
Una de las fotografías rollout
que Coe publicó en los 70 fue la del vaso K533. La escena simboliza
a cuatro personajes disfrazados como animales fantásticos, que
participan en una ‘danza de transformación’, pues
se piensa que cada uno entraba en un estado de trance y adquiría
las cualidades sobrenaturales del ser que interpretaba.
Como parte de su atuendo, los ejecutantes portan
máscaras complejas que incluyen su propio tocado, representadas
de perfil y con un formato de corte transversal, que deja un breve espacio
entre la máscara y el rostro del usuario.
“Este artilugio visual, que servía
para mostrar al mismo tiempo la identidad histórica y sobrenatural
de los danzantes fue denominado por Coe como la ‘máscara
de rayos X’, una convención artística, pues en la
realidad los danzantes cubrían totalmente su rostro”, detalló.
Tres centros de conciencia
En su investigación, el universitario
abordó los tres principales centros de conciencia detallados
en las inscripciones mayas, y plasmados en su arte. Son una especie
de “almas” que forman parte del cuerpo y que el hombre que
las posee puede controlar a su arbitrio, aunque cada una de ellas tiene
una conciencia y voluntad propia que no necesariamente coincide con
la de su propietario humano.
En la cosmovisión maya, señaló,
b’aahis es una entidad que reside en la frente, es un
centro de conciencia y de fuerza del dios solar. Se fortalece o debilita
a través del calor del Sol y aumenta con la edad. Está
asociada con los sentidos como la vista, el olfato y el gusto, y aprende
si su poseedor humano está despierto. Es un estado de lo cotidiano,
de la vigilia, mantiene una armonía entre el pensamiento superficial
y el profundo, abundó.
En tanto, o´hlis es un centro
ligado al ánimo, el conocimiento, la vida y la voluntad, asentado
en el corazón. “Significa sentimientos, emociones, pasión,
ira y pensamiento profundo. Su material lo recopila en sueños,
por ello es un vínculo onírico. Representa al dios creador
de la especie humana, que se vuelve a injertar y renace como un ‘alma’”.
Wahyis representa un centro de conciencia
que sólo tienen algunos elegidos (por lo regular gobernantes)
que podían poseer hasta 13 de estas “almas”. Se trata
de espíritus del inframundo muy poderosos, que pueden afectar
la vida y la salud de los vasallos y enemigos. El wahyis está
ligado al dios de la muerte y se simboliza con aves de rapiña
estranguladas por serpientes, jaguares ensangrentados o esqueletos provistos
con cuchillos.
“Los mayas se congregaban para beber
cacao, comer tamales y se regalaban telas y vasos. La idea es que dormidos
también se reunían con sus aliados, en ese estado de conciencia
al que solamente podían acceder algunos personajes ligados al
ejercicio del poder”, relató.
Con esta indagación, Velásquez
se ha adentrado en un área poco explorada de la cosmovisión
maya clásica, que complementa con su análisis del lenguaje.
“En los vasos también aparecen conceptos e inscripciones
en las que trabajamos”, adelantó.
Con su tesis doctoral, premiada por la Academia
Mexicana de Ciencias, el académico próximamente publicará
dos libros.
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