Boletín UNAM-DGCS-436
Cuernavaca, Morelos.
06:00 hrs. 25 de julio de 2011


Jorge Antonio Ascencio Gutiérrez

DESARROLLAN EN LA UNAM COMPUESTO ANTICORROSIVO CON ACEITE DE COCO

 

• En el Instituto de Ciencias Físicas crean un método para obtener la sustancia que podría sustituir a productos importados utilizados en los ductos de petróleo
• Se busca dar un alto valor agregado al fruto que siembran en Guerrero y beneficiar a comunidades locales, dijo Jorge Antonio Ascencio, del ICF

Con el uso de aceite de coco, fruto abundante en zonas tropicales del país, un grupo de investigadores de la UNAM desarrolla un compuesto anticorrosivo que protege a los ductos del deterioro.

Se elabora en el Instituto de Ciencias Físicas (ICF), campus Morelos, y ha demostrado en su etapa experimental ser competitivo con productos comerciales importados que actualmente utiliza Petróleos Mexicanos (Pemex).

Con su generación a partir del aceite de coco, se pretende aplicar la ciencia nacional, dar un alto valor agregado al fruto que se siembra en comunidades rurales, y beneficiar a campesinos de zonas cocoteras, explicó Jorge Antonio Ascencio Gutiérrez, doctor en Física e investigador del ICF.

Brigadas en el campo

Recordó que el proyecto surgió en 2010, luego de una visita realizada a uno de los municipios más pobres del país, donde se ubica la Universidad Intercultural del Estado de Guerrero.

“En ese sitio convocaron a varios investigadores para ver qué trabajos de impacto podríamos desarrollar. Vimos que siembran coco en abundancia, y en plática con Lorenzo Martínez Gómez (experto en corrosión e investigador del ICF) surgió la idea de aprovecharlo, en especial en la zona de Marquelia”, relató.

Ascencio y sus colegas diseñaron un proyecto, que actualmente cuenta con el apoyo de la UNAM, el Conacyt y el gobierno guerrerense.

“Hay un mercado potencial para anticorrosivos que Pemex importa de Inglaterra. Pensamos ofrecer una alternativa con insumos propios. Los de la comunidad se entusiasmaron y nosotros nos comprometimos”, comentó.

Al regresar al sitio, los universitarios estudiaron el fruto local. Organizados en brigadas que trabajaron con sistemas de posicionamiento global (GPS), determinaron la especie, tamaño y edad, y desde entonces, trabajan con cocos criollos e híbridos, dos variedades abundantes en la entidad.

Del campo al laboratorio

Tras la colecta, los científicos llevaron algunas piezas al laboratorio y obtuvieron el aceite con métodos calificados. “Habitualmente, se extrae por medio de prensas de calentamiento pero como físicos, sabíamos que así se rompen las cadenas de triglicéridos, que conviene sean tan largas como se pueda”, explicó.

En su modo de extracción, crearon uno sin olor, que reduce la irradiación solar, controla la temperatura y la presión, así como las condiciones de separación de triglicéridos y de exposición a humedad, para evitar hongos. “A futuro, queremos instrumentar un método para que ese proceso se haga en las comunidades de Guerrero con esos controles”, añadió.

En un laboratorio con mínima luz, luego de un machetazo se extrae la pulpa, que se exprime con un procedimiento mecánico para obtener aceite, que luego se caracteriza.

“Ahí entra la colaboración de Ignacio Regla Contreras, investigador de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza y del Instituto de Química (IQ), quien caracteriza el aceite de cada coco para ubicar su ligazón molecular. Esto es necesario porque significa eficiencia para optimizar el insumo, reducir costos y hacer el producto competitivo a nivel internacional. Al conocer a detalle el tipo de cadenas que se van a explotar, se define el tipo a cosechar y, entonces, tiene valor agregado”, puntualizó.

Entre el agua y el aceite

Con trabajo en Marquelia y en la Costa Grande de Guerrero, los universitarios avanzan en el desarrollo de un compuesto inhibidor de corrosión, que funcione entre el agua que daña los ductos y el aceite que conforma el petróleo.

“Con el de coco se hace una síntesis, a cargo de Ignacio Regla, para pegarle un inhibidor, cuya labor es evitar que el líquido se adhiera al metal. Para lograrlo, en el flujo del petróleo se pone algo que interaccione con éste, pero que rechace el agua, es decir, que sea metalofílico e hidrofóbico”.

Los investigadores laboran en el diseño de ese compuesto, que tiene una doble estructura y emula la función de la imidazolina, producto comercial que actualmente se utiliza para evitar la corrosión en las instalaciones petroleras.

“Le llamamos Inhibidor Coco-Guerrero. Es equivalente a la imidazolina, tiene una cabeza metatofílica y una cola hidrofóbica de hidrocarburos. Lo que sigue es saber cómo hacerlo a lo grande y a bajo costo”, comentó.

Para proteger los ductos, el compuesto anticorrosivo se incluye en el flujo de petróleo, donde realiza su función, pues es imposible recubrirlos por dentro.

La última parte del trabajo consistirá en llevar a las comunidades de Guerrero la metodología y los equipos portátiles para desarrollar el proceso y obtener el aceite con valor agregado. “Se trata de que todos ganen, de incentivarlos al crecimiento”, finalizó.


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Fotos


Jorge Antonio Ascencio Gutiérrez, doctor en Física e investigador del ICF de la UNAM.