• En el Instituto de Ciencias Físicas
crean un método para obtener la sustancia que podría
sustituir a productos importados utilizados en los ductos de petróleo
• Se busca dar un alto valor agregado al fruto que siembran
en Guerrero y beneficiar a comunidades locales, dijo Jorge Antonio
Ascencio, del ICF
Con el uso de aceite de coco, fruto abundante
en zonas tropicales del país, un grupo de investigadores de la
UNAM desarrolla un compuesto anticorrosivo que protege a los ductos
del deterioro.
Se elabora en el Instituto de Ciencias Físicas
(ICF), campus Morelos, y ha demostrado en su etapa experimental
ser competitivo con productos comerciales importados que actualmente
utiliza Petróleos Mexicanos (Pemex).
Con su generación a partir del aceite
de coco, se pretende aplicar la ciencia nacional, dar un alto valor
agregado al fruto que se siembra en comunidades rurales, y beneficiar
a campesinos de zonas cocoteras, explicó Jorge Antonio Ascencio
Gutiérrez, doctor en Física e investigador del ICF.
Brigadas en el campo
Recordó que el proyecto surgió
en 2010, luego de una visita realizada a uno de los municipios más
pobres del país, donde se ubica la Universidad Intercultural
del Estado de Guerrero.
“En ese sitio convocaron a varios investigadores
para ver qué trabajos de impacto podríamos desarrollar.
Vimos que siembran coco en abundancia, y en plática con Lorenzo
Martínez Gómez (experto en corrosión e investigador
del ICF) surgió la idea de aprovecharlo, en especial en la zona
de Marquelia”, relató.
Ascencio y sus colegas diseñaron un
proyecto, que actualmente cuenta con el apoyo de la UNAM, el Conacyt
y el gobierno guerrerense.
“Hay un mercado potencial para anticorrosivos
que Pemex importa de Inglaterra. Pensamos ofrecer una alternativa con
insumos propios. Los de la comunidad se entusiasmaron y nosotros nos
comprometimos”, comentó.
Al regresar al sitio, los universitarios estudiaron
el fruto local. Organizados en brigadas que trabajaron con sistemas
de posicionamiento global (GPS), determinaron la especie, tamaño
y edad, y desde entonces, trabajan con cocos criollos e híbridos,
dos variedades abundantes en la entidad.
Del campo al laboratorio
Tras la colecta, los científicos llevaron
algunas piezas al laboratorio y obtuvieron el aceite con métodos
calificados. “Habitualmente, se extrae por medio de prensas de
calentamiento pero como físicos, sabíamos que así
se rompen las cadenas de triglicéridos, que conviene sean tan
largas como se pueda”, explicó.
En su modo de extracción, crearon uno
sin olor, que reduce la irradiación solar, controla la temperatura
y la presión, así como las condiciones de separación
de triglicéridos y de exposición a humedad, para evitar
hongos. “A futuro, queremos instrumentar un método para
que ese proceso se haga en las comunidades de Guerrero con esos controles”,
añadió.
En un laboratorio con mínima luz, luego
de un machetazo se extrae la pulpa, que se exprime con un procedimiento
mecánico para obtener aceite, que luego se caracteriza.
“Ahí entra la colaboración
de Ignacio Regla Contreras, investigador de la Facultad de Estudios
Superiores (FES) Zaragoza y del Instituto de Química (IQ), quien
caracteriza el aceite de cada coco para ubicar su ligazón molecular.
Esto es necesario porque significa eficiencia para optimizar el insumo,
reducir costos y hacer el producto competitivo a nivel internacional.
Al conocer a detalle el tipo de cadenas que se van a explotar, se define
el tipo a cosechar y, entonces, tiene valor agregado”, puntualizó.
Entre el agua y el aceite
Con trabajo en Marquelia y en la Costa Grande
de Guerrero, los universitarios avanzan en el desarrollo de un compuesto
inhibidor de corrosión, que funcione entre el agua que daña
los ductos y el aceite que conforma el petróleo.
“Con el de coco se hace una síntesis,
a cargo de Ignacio Regla, para pegarle un inhibidor, cuya labor es evitar
que el líquido se adhiera al metal. Para lograrlo, en el flujo
del petróleo se pone algo que interaccione con éste, pero
que rechace el agua, es decir, que sea metalofílico e hidrofóbico”.
Los investigadores laboran en el diseño
de ese compuesto, que tiene una doble estructura y emula la función
de la imidazolina, producto comercial que actualmente se utiliza para
evitar la corrosión en las instalaciones petroleras.
“Le llamamos Inhibidor Coco-Guerrero.
Es equivalente a la imidazolina, tiene una cabeza metatofílica
y una cola hidrofóbica de hidrocarburos. Lo que sigue es saber
cómo hacerlo a lo grande y a bajo costo”, comentó.
Para proteger los ductos, el compuesto anticorrosivo
se incluye en el flujo de petróleo, donde realiza su función,
pues es imposible recubrirlos por dentro.
La última parte del trabajo consistirá
en llevar a las comunidades de Guerrero la metodología y los
equipos portátiles para desarrollar el proceso y obtener el aceite
con valor agregado. “Se trata de que todos ganen, de incentivarlos
al crecimiento”, finalizó.
--o0o--