• En Yucatán, este padecimiento
es la primera causa de muerte en mujeres mayores de 25 años,
y los programas preventivos no tienen éxito
• Como alternativa, Lorely Miranda Martínez, del IIA
de la UNAM, mide el efecto del apoyo de los varones a las enfermas,
e integra una perspectiva holística al tratamiento
En Yucatán, el cáncer cervicouterino
es la primera causa de muerte en mujeres mayores de 25 años,
seguido por el de mama; el riesgo de morir por carcinoma es más
alto entre la población rural, que en la urbana, y los programas
biomédicos preventivos no han logrado reducir la mortalidad.
Como alternativa, Lorely Miranda Martínez,
alumna del cuarto semestre del doctorado en Antropología, del
Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM,
ha diseñado un trabajo enfocado a los varones, para evaluar el
efecto que tiene el cuidado de su pareja en las pacientes con cáncer
cervical.
Con apoyo de su comité tutoral, integrado
por Roberto Campos Navarro, Luis Alberto Vargas Guadarrama y José
Carlos Aguado Vázquez, la universitaria busca, desde su área
de estudio, una ruta para fortalecer los programas de prevención.
“Mi primer acercamiento nació de la participación
en el proyecto Servicios en salud reproductiva: un esquema que requiere
de alianzas entre sistemas culturales. El caso del cáncer en
mujeres y hombres, que se llevó a cabo en la comunidad rural
de Peto, por parte del Centro de Investigaciones Regionales Dr. Hideyo
Noguchi, de la Universidad Autónoma de Yucatán”,
indicó.
Esa participación le permitió
contactar a mujeres, con y sin diagnóstico, para hablar de la
enfermedad, adentrarse en sus vidas y saber acerca del cuidado de su
salud y de la relación con los médicos y enfermeras.
“La experiencia me permitió introducirme
en la comunidad -mestiza, hablante de maya y español- y establecer
vínculos, que dieron lugar a mi interés, y a las inquietudes
que guían esta investigación”, relató.
Enfoque antropológico
El objetivo de este trabajo doctoral es contribuir
al entendimiento del padecimiento en la región. “El conocimiento
biomédico tradicionalmente se ocupa de estos problemas. Pretendo
incorporar la perspectiva antropológica, con su visión
holística. Es necesario analizar desde una perspectiva compleja
para comprender cuáles son las variables, y dónde radica
el escaso éxito de los programas preventivos”, expuso.
Guiada por la pregunta sobre qué aspectos
de la relación de pareja influyen, y de qué manera, en
la trayectoria de atención y la forma en que las mujeres con
cáncer cervicouterino viven la enfermedad, Lorely Miranda plantea
que el cuidado es una dimensión de la relación estrechamente
vinculada con la forma en que se vive y atiende la afección.
La universitaria describió el cuidado
“como una disposición psíquica situada social y
culturalmente, y atravesada en su ejercicio por todos los elementos
que conforman los niveles identitarios”.
Consta de tres dimensiones: la epistemológica-afectiva, vinculado
a los entendimientos y saberes incorporados a lo largo de la vida en
un contexto específico; la manifestación de prácticas
y hábitos de cuidado, como formas de interacción que se
sustentan en conocimientos previos, y el cuidado imaginativo, que plantea
situaciones nuevas, más allá de la experiencia inmediata,
para idear cursos de acción al respecto.
Metodología
La antropóloga emplea el método
etnográfico, historias de vida, entrevistas, análisis
clínico y observación participante.
El objetivo general es discriminar y analizar
las prácticas de cuidado y autocuidado dentro de la pareja, así
como los elementos del sistema ideológico de género vinculados
a las mismas.
El trabajo de Lorely Miranda pretende identificar
y analizar qué significa el cuidado para hombres y mujeres en
la relación, donde padece cáncer; estudiar los hábitos
que ambos identifiquen como vinculados al proceso; analizar el autocuidado;
indagar los conocimientos acerca de la enfermedad; los consejos y guías
que ambos toman en cuenta; investigar los conocimientos acerca de la
salud; indagar la experiencia del padecimiento desde la perspectiva
de ellas, y adentrarse en la trayectoria de atención al inicio
de la afección.
En el trabajo participan parejas de nivel socioeconómico
medio bajo y bajo, residentes en el medio rural de Yucatán. Las
mujeres están enfermas y establecidas con un hombre bajo el mismo
techo; llevan un tratamiento, o lo han seguido antes en el sector público.
En la primera etapa, realizada entre abril
y junio de 2011, se identificó a las parejas participantes, se
realizaron entrevistas e historias de vida, y se caracterizaron los
escenarios culturales, que son el Centro Anticanceroso de Yucatán
–atiende a la población más pobre de la entidad–
y las comunidades de Peto, Tahdziú, Tixmeuac, Valladolid y Chemax.
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