• El registro de los incrementos
en este periodo permitirá proyectar lo que puede ocurrir en
el país hacia los años 2060 ó 2090
• Servirá para tomar medidas en torno a efectos del cambio
global sobre plantaciones y cultivos; distribución, polinización
y dispersión de recursos vegetales; algunas enfermedades e,
incluso, transferencia de tecnología
• Nuestra nación, Estados Unidos y Filipinas son de los
pocos territorios que cuentan con este tipo de información,
dijo Oswaldo Téllez, de la FES Iztacala
Para tener un conocimiento base acerca de la
tendencia del clima en México, que sirva para tomar medidas en
diversos aspectos de la vida nacional, académicos de la Facultad
de Estudios Superiores (FES) Iztacala de la UNAM, y de la Universidad
Autónoma del Estado de México (UAEM), generaron la información
climatológica registrada en el país en los últimos
100 años.
Estos modelos permitirán, de acuerdo
con los incrementos observados en ese periodo, proyectar lo que puede
ocurrir en la República Mexicana en esta materia hacia el año
2060 ó 2090, sin necesidad de basarse en información elaborada
por investigadores de otras latitudes, explicó Oswaldo Téllez
Valdés, jefe del Laboratorio de Recursos Naturales de la Unidad
de Biología Tecnológica y Prototipos de la entidad universitaria.
Con ello, abundó, nuestra nación
se convierte en uno de los pocos territorios (Estados Unidos y Filipinas)
que cuenta con coberturas o capas que consideren distintos periodos
de un mismo siglo (XX). Esto “nos permite saber qué le
ocurrió al entorno, y qué aspectos influyeron en su modificación,
a fin de tener un punto de referencia base para proponer escenarios
de cambio climático futuros”.
Ello no significa que los escenarios mundiales
globales no tengan sentido, ni razón para haber sido desarrollados,
pero es difícil saber qué ocurre a escala local, en cada
país; por lo general, las perspectivas son a nivel megaclimático
o macroclimático, explicó.
En este caso, recalcó, “trabajamos
a un nivel mezoclimático, muy específico, para determinar
qué sucede con la distribución de la diversidad biológica,
de los recursos naturales, de los que son empleados para cultivos agrícolas
o plantaciones forestales, y de enfermedades que dependen de vectores,
como el mal de Chagas”.
Se trata de modelos que podrían tener
valiosas aplicaciones. “De hecho, este tipo de información
podría estar ligada a padecimientos de tipo psicológico,
como depresiones por clima, lo que ya ha sido documentado para naciones
nórdicas. Personas que viven por tiempos prolongados con poca
luz, días cortos y abundancia de lluvia, tienden a estar en esa
condición, caso contrario ocurre en los trópicos, donde
los habitantes son más vivaces”.
Téllez Valdés indicó que
en los primeros seis meses de este año, Ángela Cuervo,
de la UAEM, procesó los datos crudos de las estaciones meteorológicas
estándar de México, sur de Estados Unidos y norte de Centroamérica.
Los valores de promedios mensuales de temperatura mínima y máxima,
y precipitación anual, fueron ordenados en una base de datos.
Posteriormente, interpolaron esos valores, es decir, los generaron en
donde no existen, a partir de los registrados en ciertos sitios, como
las estaciones meteorológicas.
Con esa información se crearon capas
de alta resolución espacial, que consideran los valores de esas
variables entre 1910 y 2009. Estos mismos datos ordenados de forma distinta
sirvieron para generar capas para los periodos de 1910-1949, 1950-1979
y 1980-2009, con el fin de revisar la variación a través
del siglo XX y la primera década del XXI.
De esa forma, se encontró que en el
primer tercio de la centuria pasada el clima fue de cierta manera, y
para el segundo tercio mostró cambios sustanciales en distintas
regiones, y el tercero, también mostró modificaciones
con respecto al primero y segundo. Todo ello debe tener influencia sobre
la actividad humana, biológica, natural, agrícola y ganadera.
En las próximas semanas, los resultados
estarán a disposición de los usuarios (principalmente
los relacionados con la investigación científica) y agencias
gubernamentales, en las páginas de la Unidad de Biología,
Tecnología y Prototipos (UBIPRO) de la FES Iztacala, y del Centro
de Recursos “Idrisi” de la UAEM. También, se publicarán
dos artículos en revistas, como la International Journal
of Climatology.
Indudablemente, apuntó Oswaldo Téllez,
tendrán muchas aplicaciones y usos. Fuera del ámbito científico
los primeros que con toda certeza las emplearán son entidades
como la Comisión Nacional Forestal; el Instituto Nacional de
Estadística y Geografía, y la Comisión Nacional
para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad.
De manera general, los datos de los universitarios
coinciden con los escenarios globales, en cuanto a que la temperatura
se ha incrementado entre uno y dos grados en el último siglo.
Sin embargo, esta climatología ayuda para ir al ámbito
local, porque si se aplica un escenario generalizado se comete un error.
Por ejemplo, en el último tercio del
siglo XX en México las precipitaciones pluviales se redujeron
con valores que van del 5 al 20 por ciento en distintas zonas; pero
no se puede asegurar que en el país el nivel de las lluvias mermaron
en esa proporción, explicó.
Uno de los proyectos impulsados es determinar las características
asociadas con una mejor producción del cultivo de la caña
de azúcar, o la distribución de los árboles de
zonas áridas, y ver cuál será el impacto del cambio
climático sobre ellos.
Incluso, se realizan ejercicios hacia el pasado
remoto, para analizar cómo era la distribución del maíz
silvestre hace cuatro mil años y determinar cómo afectará
el cambio climático en su distribución actual. Asimismo,
se hicieron proyecciones sobre los parientes silvestres de las cucurbitáceas
(las calabazas), porque son la fuente básica de los genes que
les permiten tolerar enfermedades y adaptarse, concluyó Téllez
Valdés.
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