• Ayudará en las cuatro tareas
más importantes de esa labor: arado, siembra, fumigación
y cosecha, dijo Eduardo Rodríguez Hernández, del posgrado
de la FI
Aunque todavía no existe el prototipo
del robot paralelo manejado por cables para automatizar el cultivo de
maíz, Eduardo Rodríguez Hernández, su inventor,
ya concibió totalmente la idea de su manejo y operación.
Todo empezó en septiembre de 2010. En
los cursos de posgrado de la Facultad de Ingeniería (FI) se gestó
el proyecto que, en el momento en que se concrete, ayudará en
las cuatro tareas más importantes de esa labor: arado, siembra,
fumigación y cosecha.
A sus 23 años, el estudiante de Mecatrónica
se ha fijado como meta diseñar un prototipo que tenga las funciones
de un agricultor experimentado. Como justificación, dijo, se
parte de que el maíz es un cereal de origen mexicano, producido
como alimento principal de grandes núcleos poblacionales.
Además, hoy se presenta el desabasto
de energía; esta última podría conseguirse mediante
un proceso para obtener biocombustible del cereal. “Aunque existe
una contradicción que hay que resolver –reconoció–,
pues el uso de tractores y maquinaria para cultivar maíz, consume
aproximadamente dos litros de gasolina o diésel para obtener
un litro de etanol”.
Eduardo, a secas, como lo llaman sus compañeros de maestría,
prefiere hablar de su idea. “Este tipo de robot paralelo se conforma
por cuatro torres que podrían instalarse en cualquier terreno,
ya sea inclinado o plano, incluso accidentado. De las torres, se desprende
un cable que las une transversalmente y cuenta con una plataforma al
centro. Se maneja por cables, lo que representa ventajas y desventajas”,
explicó.
Entre sus virtudes resalta su menor costo,
y que en los análisis dinámicos se puede apreciar su masa
en comparación del peso del trabajo final.
Por lo que se refiere a las desventajas, refirió
que tiene poco grado de libertad y, en algunos casos, se tiene que restringir
la operación, lo que no le impediría preparar el terreno
de cultivo y esparcir fertilizantes químicos (nitrógeno
o fósforo) o abonos naturales.
Está pensado también para la
siembra, es decir, para introducir semillas a cierta y precisa profundidad.
“Otra etapa es la fumigación para eliminar hierbas y plagas,
como roedores e insectos; por último, está la cosecha,
en la que corta y obtiene el producto.
Según el estudiante, hijo de una familia
de agricultores de Huachinango, Puebla, el concepto considera las necesidades
básicas de un sistema mecánico que se relaciona con ciertas
métricas. “Éstas proporcionan valores importantes,
como la profundidad que se debe alcanzar, la fuerza y el área
de trabajo, entre otros aspectos”.
Dentro del trabajo de diseño, abundó,
se hizo un estudio para determinar qué funciones desarrollará
cada componente, así como para simplificarlas.
Por cada función (arado, siembra, fertilización,
fumigación, fertilización y cosecha), se requirió
un análisis matemático para desplazar los componentes
mecánicos y dar la rigidez necesaria a los dos cables y plataforma
central.
También, se debe calcular el grado de
libertad para dar orientación a las funciones: qué cable
debe aflojarse y cuál permanecer tirante para desplazarse por
sus ejes, porque no se pueden reventar, alertó.
Rodríguez estudió la vocacional y licenciatura en el Instituto
Politécnico Nacional y se inscribió en la División
de Estudios de Posgrado de la Facultad de Ingeniería. “Hasta
el momento, se tiene una simulación matemática completa
con todas las longitudes, y de cada momento del desplazamiento. Esperamos
realizar pronto un diseño del prototipo, pero hay que aclarar
que, a veces, no es sencillo imaginarse las cosas”, concluyó.
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