• Los bosques tropicales de México
estaban poblados desde entonces, indicó Guillermo Acosta, investigador
del Instituto de Investigaciones Antropológicas
• Los datos sugieren que los grupos ingresaron a América
a finales de la última edad de hielo
Recientes estudios en cuevas del occidente
de Chiapas, realizados por un equipo de expertos dirigido por Guillermo
Acosta Ochoa, del área de Prehistoria y Evolución del
Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM,
demuestran que los ecosistemas tropicales del sureste de México
tuvieron presencia humana desde hace, por lo menos, 12 mil 500 años.
Este hallazgo modifica el típico modelo
de cazadores de megafauna de la era geológica del Pleistoceno,
y sugiere otro más complejo y diverso sobre los grupos que ingresaron
a América a finales de la última edad de hielo, que concluyó
hace unos 11 mil 800 años.
La investigación, dijo Acosta, demuestra
que es muy probable que el poblamiento inicial del continente fuera
costero. Grupos que se movían por los litorales para recolectar
recursos marinos, vegetales y caza de fauna menor fueron quienes colonizaron
estas regiones. Se trata de sociedades que existieron 10 mil 500 años
antes de Cristo y que anteceden, por cerca de nueve mil años,
a culturas como la Olmeca.
Según estudios paleontobotánicos
y análisis de materiales de las regiones tropicales, como el
polen de cacao, los primeros pobladores llegan en ese entonces a la
cueva de Santa Marta, en Ocozocoautla, Chiapas (las fechas más
tempranas son de esta cavidad, pero los estudios incluyen varias).
Sin embargo, hacia el año 9,800 AP (Antes
del Presente, en años de radiocarbono) el polen cambia ligeramente
y parece representar procesos de cultivo y domesticación incipiente;
éstos podrían ser los antecedentes inmediatos de sociedades
posteriores, como los olmecas y los mayas, tribus sedentarias y agrarias,
indicó.
Estudios en la cueva de Santa Marta
Los resultados obtenidos tras la investigación en la cueva indican
que ésta fue ocupada en el periodo denominado Younger Dryas,
caracterizado –según la tendencia en el Hemisferio Norte-
por ser marcadamente frío y seco.
No obstante, los restos botánicos hallados
en Santa Marta sugieren que en el sitio hubo un periodo más fresco,
con lapsos húmedos-secos y variedad de vegetación, con
áreas abiertas de sabana y zonas más cerradas de bosque
mesófilo, perennifolio y caducifolio.
“La cueva indica esa diversidad, pero
no sabemos si fue por las condiciones climáticas o simplemente
que a finales del Pleistoceno la vegetación fue más diversa
para las regiones tropicales de lo que se ha asumido. Aunque me inclino
por lo segundo, los datos de los que disponemos son basados principalmente
en Santa Marta”, explicó Acosta Ochoa.
Los restos vegetales encontrados indican que
los primeros pobladores tuvieron un profundo conocimiento de los ecosistemas
tropicales, pues fueron recuperadas semillas de plantas como el nanche
y el tomate verde, además de polen de cacao, teosinte, damiana
y pimienta dioica.
Por otro lado, apuntó, los análisis microscópicos
de los artefactos de piedra en el sitio indican que sirvieron para procesar
vegetales y madera tropical, principalmente de bosque mesófilo;
estos datos fueron corroborados por pruebas químicas de los pisos
de ocupación fechados entre el año 9,300 y 10,500 a.C.,
que muestran concentración de carbohidratos (restos de vegetales,
principalmente semillas y tubérculos; de estos últimos,
como granos de almidón, hay evidencia de su procesamiento para
producir harinas).
Los resultados de estas investigaciones modifican
el papel que los cazadores de las regiones tropicales desempeñaron
en el desarrollo de los cultivos más importantes en América,
y cuya fitogeografía es de tierras bajas tropicales, como el
maíz, el cacao o la mandioca.
Estudio multidisciplinario
Es un estudio multi e interdisciplinario, donde
participan distintos grupos de la Universidad como el área de
Prehistoria del IIA; el Laboratorio Universitario de Radiocarbono, ubicado
en la misma entidad, aunque dependiente del Instituto de Geología;
además, colabora el Laboratorio de Polen de la Escuela Nacional
de Antropología e Historia.
“Aunque los resultados preliminares los
teníamos desde 2006, se trata de un trabajo que tiene alrededor
de siete años, porque los fechamientos, que se hacen por aceleración
de espectrometría de masa, los tuvimos más tarde”,
indicó Acosta.
“Trabajamos directamente con semillas
y tubérculos para saber su fecha exacta y tener una idea más
clara y certera de la cronología del sitio”, agregó
el científico universitario.
Algunos análisis, como el fechamiento
estándar, se han hecho en el Laboratorio Universitario de Radiocarbono
(LUR) del IIA, y otras pruebas químicas en el Laboratorio de
Prospección, también de este instituto, para establecer
las huellas que quedan en las superficies de ocupación, concluyó.
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