• La diversidad nos enriquece, y
no reconocerlo podría llevarnos a la extinción, señaló
Jorge Sánchez Cordero
• El integrante del Instituto de Investigaciones Jurídicas
de la UNAM reconoció que esta interacción no sólo
se da en nuestra nación, sino a nivel global
“México se asume como un país
heterogéneo y un mosaico multicultural, además de que
se reconoce en el espejo histórico como un crisol de culturas.
En nada ayuda negar las existentes y convergentes, porque la diversidad
enriquece”, indicó Jorge Sánchez Cordero, del Instituto
de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. “Debemos admitir
que en esta variedad radica en nuestra fortaleza, y el aislamiento nos
puede condenar a la extinción. No se trata de tener reservas,
sino de integrar a la sociedad”.
Actualmente, agregó, hay una valoración
de los indígenas. “Ya no es el indio arqueológico
el que se debe ponderar, sino el multiculturalismo mexicano naciente
y viviente. A nada nos ha conducido la negación de nuestras raíces.
Es claro que hay una interacción de culturas, no solamente aquí,
sino a nivel global; todas se deben algo unas a otras. Siempre hay tributos
e interacción constante”.
De hecho, precisó, el aislamiento no
es una virtud ni algo positivo. No se puede condenar a las culturas
por mero capricho o gusto; al contrario, su interacción es la
que genera la riqueza de un país, y en México están
en contacto permanente.
El especialista consideró que el humano
es un ser cultural. “Desde su nacimiento, está sujeto al
canon respectivo de su comunidad, que consciente o inconscientemente
lo impregna. Interactuamos frecuentemente en sus sistemas”.
A través de estos contactos se desvanecen
unas culturas, pero emergen otras; lo importante es aceptar el mosaico
del que se es parte. Más que un principio de debilidad, es la
gran riqueza humana de nuestro país. “En la medida en que
seamos capaces de apreciarlos, avanzaremos”.
El patrimonio, dijo, no es inerte, mantiene
los códigos de formas de ser. A su vez, las tradiciones, al igual
que las lenguas, son vehículos de comunicación e información.
Son fenómenos culturales que se provocan socialmente, sin interrupciones.
Incluso, aclaró, la lengua pertenece al tiempo, es éste
el que la forma.
Sánchez Cordero recordó que en
el momento en el que el país se independizó, necesitaba
dos cosas: construir un Estado y crear identidad. Por ello, los fundadores
trataron de rescatar los puntos de cohesión. Las raíces
mexicanas estaban ancladas a la colectividad.
En el siglo XIX, se generaron grandes ambigüedades;
por un lado, había idolatría por el indio arqueológico
y, por otra, una falta de respeto por las costumbres y tradiciones autóctonas,
destacó.
Ahí inicia este proceso de multiculturalismo
y se reconoce una ciudadanía cultural. Se abandona el hecho de
que el modelo venga de la élite burocrática y se imponga.
Ahora se acepta la heterogeneidad, se abandona la imposición
de un modelo único y el conjunto tiene a su cargo la elaboración
de su propio proyecto, que debe ser avalado por el Estado. “Éste
es uno de los grandes eventos del tránsito del siglo XX al XXI”.
“El desarrollo de una diversidad creativa
exige la plena realización de las garantías culturales,
tal como las define el artículo 27 de la Declaración Universal
de Derechos Humanos y los artículos 13 y 15 del Pacto Internacional
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales”.
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