• Señala
qué edificios y qué partes de la red primaria de
agua potable podrían sufrir averías, y más
recientemente, estima posibles víctimas con base en el
tipo de infraestructura y densidad poblacional
• En cuestión de minutos, las autoridades tienen
a su disposición información que les permite tomar
decisiones que lleven a salvar el mayor número de vidas
Para estimar si hay personas atrapadas
a consecuencia de un terremoto en la Ciudad de México, el
Instituto de Ingeniería (II) de la UNAM desarrolla un sistema
de disponibilidad permanente e instantánea, cuyo objetivo
es que, en cuestión de minutos, las autoridades tengan a
su disposición información que les permita tomar las
decisiones adecuadas para salvar el mayor número de vidas.
Además de sus resultados, potencialmente
útiles para fines de protección civil, contribuye
a mitigar los riesgos porque es capaz de identificar las edificaciones
que podrían colapsarse en caso de un sismo para incrementar
las medidas de seguridad antes de que éste se registre, informaron
los investigadores Mario Ordaz Schroeder y Eduardo Reinoso Angulo,
junto con su colaborador Miguel Ángel Jaimes Téllez.
Se trata de una herramienta que opera sin
intervención humana, totalmente automática; en cuanto
registra un movimiento, en cuestión de segundos hace los
cálculos pertinentes y envía los resultados a una
página electrónica del II, vía correo electrónico,
a una lista de suscriptores, y vía mensaje de texto, al teléfono
móvil de las autoridades competentes.
Cuenta con una base de datos de la infraestructura
de la metrópoli y parte de la zona conurbada –casi
un millón y medio de edificios, y casas, entre otras edificaciones–
y su población de alrededor de 16 millones de personas. Además,
se tienen identificados los efectos y la amplificación que
sufren las ondas sísmicas en los diferentes estratos del
subsuelo de la región.
Ordaz Schroeder explicó que en Ciudad
Universitaria se tiene una estación acelerométrica
conectada a dos sistemas de monitoreo que funcionan en paralelo
para detectar la señal del sismo e identificar si es intenso,
o de los que ocurren a diario, de magnitudes menores (cuatro o cinco
grados Richter).
Si el movimiento es de consideración,
el sistema realiza los cálculos para identificar las regiones
que pudieron sufrir mayores afectaciones y estima los daños
en edificios de diferentes alturas.
De igual modo, señala qué
partes de la red primaria de agua potable podrían sufrir
averías, y recientemente, estima posibles víctimas
con base en el tipo de infraestructura y densidad de población
que se concentra en determinadas zonas.
Mapa de daños
Pasados 30 minutos, expuso Jaimes Téllez,
los resultados que produce el sistema ya no son útiles; después
de ese lapso es posible enviar a personal o realizar sobrevuelos
para verificar la información.
Si hay un movimiento, el sistema produce
mapas donde, con un código de color, se indican parámetros
como la aceleración máxima del suelo o daños
a la red de agua. El azul indica cero o mínimas afectaciones;
el rojo, las mayores.
Al respecto, Ordaz Schroeder indicó
que la primera fase del programa (que incluye mapas de intensidad,
daños a infraestructura y red primaria de agua potable) ya
opera en CU y en la Secretaría de Protección Civil
del DF.
En tanto, Reinoso Angulo indicó
que la parte que calculará el número y sitios con
personas bajo los escombros será entregada oficialmente en
octubre próximo. “Afinamos detalles de la metodología
porque esa estimación es muy delicada. El costo de fallar
sería terrible”.
El proyecto ha recibido financiamiento
del gobierno del DF, “pero se trata de la mínima parte
del desarrollo y de las investigaciones que hemos realizado. Este
programa –donde también colaboraron la Coordinación
de Instrumentación Sísmica del II y su Departamento
de Cómputo– tiene detrás, por lo menos, dos
décadas de trabajo", añadió.
R-Fonden o la administración técnica
de los daños
Los investigadores señalaron que
también desarrollan un proyecto mayor, patrocinado por la
Secretaría de Hacienda, y cuyo destinatario final es el Fondo
de Desastres Naturales (Fonden), de la Secretaría de Gobernación.
Éste, explicó Ordaz, se encarga
de pagar los daños que se producen en los bienes públicos
y algunos privados en caso se desastres naturales. Por ejemplo,
si un huracán o temblor destruye infraestructura, el Fonden
aporta los recursos para la reconstrucción.
Antes del sistema de los universitarios,
denominado R-Fonden, no había instrumentos para medir el
riesgo implícito. El propio Fondo no sabía de qué
tamaño debían ser sus reservas, porque no tenía
conocimiento de cuánto valían los bienes bajo su responsabilidad,
ni a qué riesgos y amenazas estaba expuesto.
De ese modo, la primera fase del proyecto
incluyó varias partes: en un hecho sin precedente y con apoyo
de la Secretaría de Hacienda, se realizó la recopilación
de información, localización y caracterización
de la infraestructura federal en todo el territorio. Después
se clasificó de acuerdo con su vulnerabilidad frente a diferentes
amenazas. “Fue un esfuerzo titánico, porque son cientos
de miles de kilómetros de carreteras y puentes, hospitales
y escuelas”, señaló Ordaz.
Se desarrollaron modelos de amenaza y software
para hacer los cálculos de riesgo y estimaciones sobre la
frecuencia con la que el Fonden estaría expuesto a sufrir
pérdidas de determinados tamaños.
“Esa información es clave
para administrar los riesgos”, dijo Reinoso. Así, el
Fonden está en la posición de hacer una administración
técnica y, por ejemplo, transferir los mayores riesgos a
la iniciativa privada o instituciones como el Banco Mundial, mediante
contratos de reaseguro u otros instrumentos.
El programa de cómputo creado, plantea
la posibilidad de ocurrencia de cientos de miles de catástrofes
ocasionadas por huracanes, sismos o deslizamientos de tierra, que
pueden dañar la infraestructura, y para cada uno evalúa
cuáles serían las pérdidas de los bienes sobre
los que el Fondo tiene responsabilidad, así como los costos
de reconstrucción.
Nueva fase
Eduardo Reinoso señaló que
en una nueva fase se incluirán otros fenómenos naturales
como inundaciones, sequías, heladas o incendios.
El “plato fuerte” de la segunda
parte es un sistema que permitirá a la Coordinación
Nacional de Protección Civil tener estimaciones de pérdidas
si un huracán se acerca al territorio nacional.
Prácticamente terminado, permitirá
conocer qué puede pasar en cuanto a mermas económicas
y población afectada. Eso proporciona más elementos
a los gobiernos federal, estatales y locales, para prepararse: refugios,
agua potable disponible, alimentos, evacuación de personas,
etcétera. Lo mismo ocurrirá para el caso de los sismos,
concluyeron.