• Es un fenómeno humano con bases biológicas,
incrustado en el material genético, sin relación con
el corazón, explicó Gilda Flores Rosales, del Departamento
de Ciencias Biológicas de la FES Cuautitlán
• Nuestros sentidos son la puerta de acceso a este sentimiento;
una vez dentro, comienza una guerra química, hormonal y eléctrica,
toda una alquimia corporal, puntualizó
El enamoramiento es un fenómeno humano
con bases biológicas. Está incrustado en nuestro material
genético y no tiene relación con el corazón, “ése
es el mito romántico de los trovadores del siglo XII”,
explicó Gilda Flores Rosales, profesora en la sección
de Bioquímica y Farmacobiología Humana, del Departamento
de Ciencias Biológicas de la Facultad de Estudios Superiores
(FES) Cuautitlán de la UNAM.
La química del amor es una
expresión acertada, porque en esa cascada de reacciones emocionales
hay descargas neuronales y hormonales, además de otras sustancias,
que provocan que una pasión amorosa descontrole nuestras vidas
y expliquen los signos del enamoramiento, detalló.
Flores Rosales recordó que en el siglo
XIX se convirtió en objeto de estudio de psicólogos y
psiquiatras, quienes prescribían medicamentos para su curación.
“Existen escritos respecto a mujeres que fueron internadas en
instituciones mentales, precisamente porque se encontraban en un estado
histérico amoroso”, refirió.
La universitaria señaló que en
la última década los científicos han realizado
investigaciones para definir qué es realmente el amor. Han determinado
que los humanos están programados por los genes para amar, a
través de la química cerebral.
Además, prosiguió, los especialistas
han determinado que la cultura, región y grupo étnico
marcan diferencias en la forma de manifestarlo.
El amor radica en el cerebro
Los artistas lo han elogiado desde todos los
ángulos y con infinitos matices, pero los químicos también
tienen opiniones al respecto. Descubrieron que es una emoción
compleja, en la que participan diversas moléculas. “Nuestros
sentidos son la puerta de acceso a este sentimiento, y una vez adentro,
comienza una guerra química, hormonal y eléctrica, toda
una alquimia corporal”, puntualizó la también doctora
en Ciencias, con especialidad en Bioquímica.
En lugar de lanzar flechas, el cupido moderno
envía feromonas, sustancias que secretamos en axilas y entrepiernas,
responsables de ese olor característico que, de manera romántica,
se denomina aroma.
“Este proceso originalmente fue conocido
como el sexto sentido en las mujeres; sin embargo, ahora se sabe que
se basa en lo que los científicos llaman ‘la fórmula
de Cupido’, señaló.
Esas sustancias son detectadas por una zona
en la nariz denominada órgano vomeronasal. En esta etapa, de
inmediato se dispara una señal eléctrica al cerebro, que
llega directamente al tálamo, núcleo que participa en
dos grandes grupos de sensaciones: discriminativas y afectivas.
A partir de ahí, empieza el metabolismo
bioquímico y el cerebro libera neurotransmisores, como feniletilamina,
“directora de orquesta de sustancias liberadas en cascada, que
comparten el impulso genético de la reproducción. Una
vez que inunda el cerebro, aparecen la dopamina, norepinefrina, serotonina
y continúa hasta la oxitocina”, acotó.
Flores Rosales explicó que la dopamina
se encarga de generar un estado de felicidad; la norepinefrina es responsable
de la sensación de mariposas en el estómago y la dilatación
de pupilas; la serotonina produce exaltación y euforia, en tanto
que la oxitocina se relaciona con los patrones sexuales, la conducta
maternal y paternal.
“Si realizáramos una resonancia
magnética del cerebro de una persona durante la primera oleada
de amor, podríamos observar varias zonas bloqueadas como la del
habla, la de la visión periférica y la del oído.
No escuchamos bien, no vemos bien, no hablamos bien y no caminamos bien”,
detalló.
Otras sustancias que se producen si nos enamoramos
son las endorfinas y las encefalinas, neurotransmisores opioides producidos
en el sistema nervioso central como moduladores del dolor, temperatura
corporal, hambre y funciones reproductivas.
Producen los mismos efectos que los analgésicos
derivados del opio. Brindan tranquilidad biológica interna, pero
nos hacen sentir unas ganas enormes de reírnos; no podemos ocultar
el amor.
Todos esos compuestos ayudan a forjar lazos
permanentes entre la pareja, después de la primera oleada emocional.
Sin embargo, hay personas con menos receptores cerebrales de los que
se requieren para recibir la oxitocina; a ellas se les dificulta establecer
relaciones permanentes.
Gilda Flores, que cuenta con 20 años
en investigaciones sobre metabolismo, bioseñalización
y tráfico celular, precisó que ningún perfume en
el mundo contiene feromonas. “Aún cuando se han podido
aislar y purificar, se encuentran en cantidad tan pequeña que
resultaría extremadamente costoso obtenerlas; además se
descomponen con facilidad”.
Caducidad del amor
La pasión en la pareja no es eterna:
dura entre cuatro y siete años. La atracción bioquímica
se agota, el organismo resiste las sustancias que produce el cerebro
durante el enamoramiento, para entrar a una segunda fase en la relación:
la del apego.
“Es aquí donde podríamos pasar de un amor netamente
biológico a otro que es mucho más fuerte, el intelectual,
en el que queremos para siempre. “Todos deseamos que nos amen
eternamente, y aunque el factor biológico es más fuerte,
podríamos permanecer junto a una persona con la que no hay enamoramiento
bioquímico, si se tiene la capacidad intelectual y la voluntad
para ello”, explicó.
Las sustancias biológicas que se producen
en este estado no son eternas, se generan por pulsos; así que
al final se debe decidir: nos separamos o damos paso al enamoramiento
intelectual.
Cupido cibernético
Las nuevas tecnologías transformaron
radicalmente formas de expresión y comunicación. Hoy,
la mayor parte de nuestras actividades se realizan a través de
medios digitales. Pero también las relaciones amorosas se enlazan
por Internet.
Al respecto, Flores Rosales comentó
que el cupido del siglo XXI es cibernético. Sin embargo, se requiere
una distancia máxima de 50 metros para enamorarse. Existen mujeres
y hombres que necesitan una pareja y buscan en la red, pueden encontrarla,
pero ese vínculo no pasa por la etapa biológica. “El
amor bioquímico y cotidiano, es distinto al del ciberespacio”,
concluyó.
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