• Deriva en problemas de aprendizaje, advirtió un grupo
de académicos de la Facultad de Psicología de la UNAM,
encabezado por Cesáreo Estrada Rodríguez
• Colegas del CCADET han determinado que, al oír música
con audífonos, los jóvenes se exponen a 90 decibeles,
que representan una carga elevada para sus tímpanos; pronto
habrá una generación precoz de débiles auditivos,
alertó
El ruido en un salón de clases impacta
de manera negativa a los procesos psicológicos y de aprendizaje
de los alumnos, desde el nivel preescolar. Ese sonido deriva en problemas
emocionales, cognoscitivos y de rendimiento escolar, advirtió
un grupo de académicos de la Facultad de Psicología (FP)
de la UNAM, encabezado por Cesáreo Estrada Rodríguez.
Si alcanza más de 60 decibeles, las
personas sienten molestia. Con relación a los estudiantes, los
especialistas se percataron que su atención comienza a perturbarse.
“Por más concentrados que estén,
si los niveles son elevados y constantes, esa capacidad disminuye. En
el caso de los salones de clase o de las escuelas, hay otra variable
de tipo cognoscitivo denominada inteligibilidad de la palabra, que
se refiere a la posibilidad de entender y escuchar claramente la palabra
del maestro o de los propios compañeros”, dijo Estrada
Rodríguez.
La voz humana, en una conversación normal,
se transmite a una intensidad que oscila entre los 50 y los 60 decibeles.
Entonces, si un maestro habla y un ruido invade el salón de clases,
los alumnos no escucharán a su profesor, indicó el especialista.
Si no se tiene una buena capacidad de atención
y una óptima inteligibilidad de la palabra o del discurso,
el aprendizaje tiende a disminuir. De modo que si afecta los procesos
cognoscitivos, indirectamente también al aprendizaje. Es un hecho
comprobado que la gente que escucha bien y posee una alta capacidad
de atención, reporta un mejor rendimiento, abundó.
“Lo más preocupante es éste
último, es decir, el aspecto que tiene que ver con el aprendizaje.
Indicadores señalan que, a menor edad, mayor incidencia de problemas
relacionados”, señaló.
Productividad a la baja
De acuerdo con diversos análisis, también
tiene efectos negativos en el ámbito laboral; merma el rendimiento
de los empleados. “En cualquier área de trabajo, sea manual
o intelectual, un nivel alto afecta memoria y atención, lo que
hace que disminuya la capacidad de producción”, afirmó
Estrada Rodríguez.
Además, trae consigo consecuencias fisiológicas.
Está ampliamente documentado que si una persona se expone a altos
niveles mientras duerme, la calidad de sueño será pésima.
“Aunque no nos demos cuenta, el organismo
está en funcionamiento aún si dormimos. El oído
es el único que permanece alerta todo el tiempo, y aunque pretendamos
ignorarlo, el ruido penetra y nos afecta”, explicó.
También, esa exposición ocasiona
efectos crónicos en la audición. “Se pierde paulatinamente
el sentido del oído, según el tiempo y el volumen de los
sonidos. En un proceso natural de degeneración, se deteriora
con la edad, y si a ello se suma el ruido, las dificultades aparecerán
más rápido”, indicó.
En relación con el área de la
salud, afecta especialmente la activación fisiológica,
lo que puede convertirse en un indicador de estrés.
Los riesgos del iPod
Desde la perspectiva del especialista es preocupante
que los jóvenes oigan música a altos decibeles. Si usan
audífonos, uno puede escucharla a un metro de distancia; significa
que la intensidad es altísima.
Estos riesgos han sido estudiados por el grupo
de Acústica y Vibraciones del Centro de Ciencias Aplicadas y
Desarrollo Tecnológico (CCADET) de la UNAM.
“Los colegas del CCADET han determinado
que, al oír música con audífonos, se exponen a
90 decibeles, cifra que representa una carga elevada para sus tímpanos.
Me temo que pronto habrá una generación precoz de débiles
auditivos, sin contar con los efectos que padecerá en el ámbito
psicológico”, alertó Estrada Rodríguez.
Un camino para combatirlo es la legislación,
pero a diferencia de lo que ocurre en los países desarrollados,
la reglamentación en México es muy laxa e incluye sólo
dos vertientes: la meramente laboral y la que contempla algunas medidas
para mitigar las fuentes de ruido en espacios abiertos.
Por ello, el universitario recomendó
que cada persona mitigue, por sí misma, los niveles y así
se proteja en el ámbito donde se encuentre; además, sugirió
atenderlo como un problema de salud pública. “Debe evitarse
que penetre en los lugares de estudio, sobre todo de los niños”,
concluyó.
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