Boletín UNAM-DGCS-231
Ciudad Universitaria.
06:00 hrs. 19 de abril de 2011

 


NECESARIO, UN CENTRO DE ADVERTENCIA DE CENIZA VOLCÁNICA


• Si bien las autoridades aeronáuticas mexicanas tienen un protocolo estructurado y comunicación con el Cenapred, se debe pensar más allá de los planes y mejorarlos, consideró Hugo Delgado, investigador del IGf de la UNAM

México necesita un centro de advertencia de cenizas volcánicas que permita contar con información pronta no sólo de la actividad de los colosos mexicanos, sino de una región amplia que incluya la parte norte de Sudamérica y Centroamérica, consideró Hugo Delgado Granados, investigador del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM.

En el pasado, volcanes como Santa María (Guatemala), Cosigüina (Nicaragua) e Ilopango (El Salvador) han tenido una fuerte influencia en el territorio nacional. Por ello, “debemos estar preparados, pues tarde o temprano se manifestará actividad”.

Si bien las autoridades aeronáuticas mexicanas tienen un protocolo estructurado, comunicado con el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) para el caso del volcán Popocatépetl, es importante pensar más allá de la situación actual de los planes y mejorarlos.

Existen diversos centros en el mundo que atienden y observan las nubes volcánicas producidas por los diferentes colosos; no obstante, en el caso de México, el centro correspondiente es el de Washington, y los otros dos más cercanos, se ubican en Montreal y Buenos Aires. Entonces, el gobierno mexicano tendría que establecer uno en el país, recalcó el vulcanólogo.

La ceniza volcánica

Las cenizas, explicó, son partículas menores a dos milímetros, las finas tienen menos de 10 micrómetros y son fragmentos de roca, minerales y vidrio que el volcán pulveriza en sus explosiones, con dureza mayor a la de la mayoría de las aleaciones de metales fabricados por el hombre.

Las más pequeñas son transportadas por el viento a miles de kilómetros y pueden permanecer en la atmósfera por días y formar nubes que en muchas ocasiones no pueden distinguirse de las meteorológicas, ni siquiera con el uso de instrumentos de navegación, precisó.

Entonces, si un avión vuela por largos períodos dentro de una nube volcánica, esas partículas provocan la abrasión en los parabrisas, lo que provoca una reducción drástica de la visibilidad. Los pilotos, probablemente, no se percatan de estos efectos durante el viaje, pero sí al aterrizar.

También, se afecta la pintura y el metal de las naves, en particular en las alas y cola, pero el principal problema se registra en las turbinas, que trabajan a más de mil grados centígrados, temperaturas que sobrepasan las de fusión de las cenizas, que se introducen en los espacios más pequeños y reducen el paso de aire y combustible, con la consecuente pérdida de poder de esas máquinas y su posible paralización.

En la actualidad, enfatizó, las autoridades aeronáuticas de todo el mundo están conscientes de los efectos y han tomado medidas de seguridad estrictas, destinadas a proteger y evitar pérdidas humanas y económicas.

Asimismo, concluyó, es necesario reflexionar sobre nuestras condiciones reales a la hora de enfrentar estas eventualidades, para prevenir desastres e instalar un centro de advertencia, que nos permita actuar de manera más rápida y oportuna.

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Fotos


Las cenizas son partículas menores a dos milímetros, las finas tienen menos de 10 micrómetros y son fragmentos de roca, minerales y vidrio que el volcán pulveriza en sus explosiones, con dureza mayor a la de la mayoría de las aleaciones de metales fabricados por el hombre.