• Las bajas pensiones y la poca preparación coloca a
este sector en una situación de inseguridad económica,
destacó Verónica Montes de Oca, del IIS de la UNAM
• Se estima que, en 2050, el número de personas consideradas
adultos mayores representará cerca de 30 por ciento de la población
nacional, indicó
En México, las personas con 60 años
y más llegan a la etapa de vejez sin capacidad de ahorro, muchos
con baja escolaridad y poca preparación para el cambio tecnológico,
o para cubrir sus necesidades laborales, afirmó Verónica
Montes de Oca, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la
UNAM.
Esos factores, aunados a las depreciadas pensiones,
colocan a este sector en una situación de inseguridad económica
y laboral, que los ha llevado a incorporarse al trabajo informal en
condiciones precarias, con sueldos reducidos y jornadas prolongadas,
subrayó.
Actualmente, apuntó, una parte de los
adultos mayores (60 años o más) son económicamente
activos, pues del total nacional, 30 por ciento tiene empleo formal;
no obstante, en las próximas décadas este segmento presentará
tasas de participación de más de 50 por ciento de los
habitantes del país, para los varones, y de casi 30 por ciento,
para las mujeres –según estimaciones del Consejo Nacional
de Población–, refirió la especialista en género
y vejez.
En México, en 2010, el número de personas consideradas
en este sector representó más del nueve por ciento, y
se estima que esta cifra se incrementará en los próximos
años, hasta alcanzar cerca de 30 por ciento en 2050.
Esta porción poblacional, recalcó,
es pobre en su capacidad económica, y aunque puede tener capital
social y cultural por la experiencia acumulada, o por haber enriquecido
sus relaciones familiares, vive en incertidumbre grave frente a la rapidez
del avance tecnológico, a las demandas del mercado laboral, por
su baja escolaridad y por la ausencia de un esquema de protección
universal.
Su continuidad en el mercado de trabajo, aún
con enfermedades crónicas, se debe principalmente a que el poder
adquisitivo en las familias ha disminuido, paulatina y progresivamente,
desde hace décadas, abundó.
También, obedece a que los tratamientos
médicos que necesitan deben ser costeados por ellos mismos o
sus familiares, pues aún no cuentan, muchas veces, con los fármacos
requeridos, abundó.
A nivel individual, precisó, el envejecimiento
no se vive igual en hombres y mujeres; aunque ellas tienen mayor esperanza
de vida, la generalidad no recibe ingresos por jubilación o pensión,
y registran menores tasas de participación económica,
lo que las coloca en una vulnerabilidad mayor a la de los varones.
Condiciones de trabajo
Los hombres y mujeres adultos mayores generalmente
desarrollan actividades no asalariadas y carecen de cobertura médica
y social, aunque por las horas laborales –en promedio, 39 a la
semana– se les puede considerar trabajadores de tiempo completo.
Normalmente, ellas se insertan en actividades
por cuenta propia, como ventas, trabajo doméstico, o viven del
apoyo familiar, si fueron madres o esposas, indicó.
En cambio, los varones participan más
en el mercado formal y eso les da la posibilidad de ser, por más
tiempo, proveedores y padres de familia, concluyó.
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