• Esto se debe a que en la etapa de Movimientos Oculares Rápidos
(MOR) se reprocesa información relacionada con las emociones,
explicó María Corsi Cabrera, de la Facultad de Psicología
de la UNAM
En la primera vez que se estudia el efecto
de la privación de sueño de Movimientos Oculares Rápidos
(MOR) en la modulación emocional de los seres humanos, se llegó
a una conclusión: la reactividad a estímulos emocionales
se incrementa en ausencia de dicha etapa, explicó María
Corsi Cabrera, especialista de la Facultad de Psicología de la
UNAM, entidad donde se realizó esta investigación precursora.
Se conoce que durante esta fase —que
tiene lugar varias veces durante el sueño y que usualmente ocupa
la cuarta parte del tiempo que duerme una persona—, la actividad
cerebral se vuelve rápida, el tono muscular disminuye, comienzan
los movimientos oculares y se reprocesa la información emocional,
pero ¿qué pasa si no se llega a este estadio?
Para llevar a cabo esta investigación,
se tomó a un grupo de 19 individuos para someterlos a un proceso
de privación selectiva —es decir, se les permitió
llegar a todas las etapas del sueño, menos a la MOR—, con
la finalidad de determinar los efectos de esta carencia en la reactividad
emocional, reacción crucial a la hora de establecer relaciones
interpersonales, laborales y cotidianas, explicó.
Trabajo en equipo
El proyecto, realizado en conjunto con la Universidad
McGill de Montreal, Canadá, consistió en hacer que un
grupo de 19 voluntarios durmiera cuatro noches en un laboratorio, mientras
que por las tardes, se les pidió que realizaran una tarea específica
dentro de un resonador, con la finalidad de analizar su actividad cerebral
antes y después de la privación del sueño MOR.
“Los sujetos pernoctaron cuatro días
en el sitio de estudio. La primera velada era para que se adaptaran
a las condiciones de registro (electrodos, cama y ambiente); la segunda,
fue tomada como línea base para que lograran un sueño
habitual; en la tercera, fueron privados de la fase MOR, y la cuarta,
fue para que se recuperaran”.
Como contraparte, se creó un grupo control
con individuos que eran despertados el mismo número de veces
que los del otro grupo, pero nunca en la fase MOR, aclaró.
La prueba a realizar durante las tardes consistía
en ver imágenes dentro de un dispositivo de resonancia magnética
funcional, o resonador, que mide la actividad metabólica cerebral.
“Las fotografías iban desde un
hombre que apunta al observador con una pistola, hasta un bebé.
Dentro del aparato, los individuos tenían dos botones, uno para
disparar si se sentían amenazados por lo que veían, y
otro que oprimían si no percibían peligro. Esta actividad
se realizaba entre las 17 y las 19 horas, antes de ir a la cama”.
Poco después, al dormir en el laboratorio,
si en la polisomnografía de los voluntarios había indicios
de fase MOR, eran despertados y se les mantenía así durante
dos minutos, para evitar que regresaran a esta etapa del sueño.
Resultados
La segunda vez que los sujetos de control realizaron
la tarea, tras las interrupciones de sueño, mantuvieron el mismo
nivel de reactividad. Su respuesta era estable y la activación
cerebral al tomar una decisión, disminuyó.
Sin embargo, en los sujetos privados de sueño
MOR aumentó significativamente el número de disparos y
también la activación cerebral, tanto al comparar estos
datos con los de su sesión anterior, como al cotejarlos con los
del grupo de control.
Lo que indican los resultados, destacó,
es que la reactividad a estímulos emocionales aumenta si una
persona no ha tenido el sueño MOR necesario durante una noche;
además, la actividad cerebral metabólica se incrementa.
Sin embargo, se desconoce qué pasaría si esta situación
se prolonga.
“Estos resultados son consistentes con
estudios realizados en los años 70 con animales. En ratas se
demostró que si se les privaba de esa misma etapa de sueño,
eran más agresivas y atacaban a sus compañeras, pero hasta
ahora no se había hecho nada similar con humanos”.
La especialista detalló que durante
el sueño MOR, el cerebro experimenta una gran activación
de origen endógeno, es decir, no provocada por estímulos.
Además, se activan áreas del sistema límbico (parte
involucrada con la emoción).
Al respecto, Corsi Cabrera señaló
que las experiencias recogidas sugieren que, durante el sueño
MOR, hay un reprocesamiento de la información emocional, pues
si se priva a un individuo de esta etapa, al día siguiente se
incrementa su reactividad y el cerebro requiere igual o mayor nivel
de activación que la primera vez, como si nunca hubiera hecho
la tarea asignada previamente.
Además, esto indica que evitar que el
sistema límbico se active durante el sueño MOR incrementa
la activación cerebral en dos áreas en particular.
Una es la corteza prefrontal izquierda, relacionada
con las funciones ejecutivas, toma de decisiones y evaluación
de la pertinencia de las respuestas. Por ello, si las personas privadas
de sueño MOR realizan la tarea por segunda vez, activan esa área.
La otra es la región occipital, que
participa en el análisis visual de las imágenes y que
trabajó más en los sujetos estudiados que en los del grupo
de control.
“Por un lado, aumenta la reactividad
conductual ante un estímulo de amenaza y, simultáneamente,
se registra una mayor activación en las áreas cerebrales
que participan en la toma de decisiones y en las áreas visuales.
Esto sugiere un incremento en la excitabilidad cerebral y la necesidad
de mayor activación para ejecutar la tarea”.
Para concluir, Corsi Cabrera recalcó
que durante el sueño MOR hay un reprocesamiento de la información
que, si es inhibido, provoca que al día siguiente el cerebro
reaccione como si fuera la primera vez que realiza una tarea conocida,
es decir, incrementa su reactividad ante estímulos emocionales.
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