• Es el más grande del país, reúne mil
cepas mutantes de la especie Drosophila melanogaster, o mosca
de la fruta, modelo utilizado desde hace un siglo para observar la
comunicación celular
• Con ellas, en el Instituto de Neurobiología investigan
transducción de señales y cicatrización, dijo
Juan Rafael Riesgo Escovar
• En esa entidad, generan mutaciones en los insectos y los intercambian
con otros grupos de investigación en México, Estados
Unidos, Japón e India
Para estudiar los mecanismos de comunicación
celular, el proceso de cicatrización y el origen y desarrollo
de enfermedades como el cáncer y la diabetes, la UNAM cuenta
con el banco de moscas más grande del país.
Esta singular colección biológica
se conforma de mil cepas mutantes de la especie Drosophila melanogaster,
también llamada mosca de la fruta, muy conocida entre los biólogos
porque desde hace un siglo se utiliza como modelo de experimentación
genética, debido a su pequeño genoma (descifrado en el
año 2000), formado por cuatro pares de cromosomas y alrededor
de 13 mil 600 genes.
Juan Rafael Riesgo Escovar, del Instituto de
Neurobiología (INb) de la UNAM, junto con sus colaboradores,
genera mutaciones en los insectos y los intercambian con otros grupos
de investigación en México, Estados Unidos, Japón
e India.
Miden de uno a 1.5 milímetros, son embriones
durante 10 días y se desarrollan como adultos para completar
un ciclo de vida de un mes y medio; además, comparten con muchos
animales mecanismos básicos como la transducción de señales,
formas de comunicación celular que traducen señales del
medio externo y hacen posible que no vivamos aislados y desarrollemos
procesos como el gusto, el olfato y la vista, explicó, en entrevista,
Riesgo Escovar.
Herramientas biológicas
Desde que el genetista estadounidense Thomas
H. Morgan (Premio Nobel de Medicina, en 1933) comenzó a trabajar
con las moscas de la fruta en 1906, estos insectos se han convertido
en una herramienta biológica para saber cómo percibimos
el medio exterior y cómo se comunican las células dentro
del organismo, comentó Riesgo, biólogo por la UNAM, y
doctor en esa disciplina por la Universidad de Yale.
En su laboratorio del INb, ubicado en el campus
Juriquilla de esta casa de estudios, el universitario ha reunido por
12 años grupos previamente identificados de mil cepas de moscas
en diferentes etapas de desarrollo que viven dentro de tubos de ensayo,
alimentadas con levadura de pan, grenetina y piloncillo.
Una habitación de su laboratorio con
anaqueles organizados y una temperatura controlada de 18 grados Celsius
las alberga; representan singulares herramientas biológicas en
las que se incluyen genes humanos, para que luego repliquen funciones
determinadas de interés científico.
Ensayo con moscas
Los insectos “son inofensivos, no dañan
los cultivos, ni a las personas, así que los podemos enviar y
recibir por correo”, explicó respecto a su intercambio
con otros expertos mundiales en Drosophila melanogaster.
“Generamos mutaciones para saber cómo funcionan estas señales
de transducción, muy parecidas entre diferentes especies animales,
pues funcionan bien y están muy conservadas evolutivamente”,
abundó.
Para el universitario, el desarrollo de estos
mutantes es una forma de conocer mecanismos generalizados de varias
especies. “Es como tener un carro y no saber cómo funciona,
así que le quito una pieza para ver qué es lo que no puede
hacer, le quito una llanta y no puede andar. El tipo de ensayos que
hacemos se llama de falta de función; también podemos
hacer lo contrario, experimentos de ganancia de función, donde
se agregan cosas para ver qué pasa”, señaló.
Entre las modificaciones, se generan cepas
de insectos diabéticos, anósmicos (sin olfato), con vista
parcial y con defectos de desarrollo embrionario, como todos problemas
que desarrollan los seres humanos.
Algo útil de la mosca de la fruta es
que sus secuencias de ADN no tienen mucha redundancia, es decir, no
hay dos o tres que hagan lo mismo y eso facilita su estudio. “Además,
se puede hacer genética, descubrir genes, saber cuáles
se necesitan para un proceso, y así podemos aislar y caracterizar”,
acotó el experto, que en su posdoctorado aisló en Drosophila,
uno de los primeros mutantes en la vía de la insulina, denominado
Chico, análogo a un gen de vertebrados.
Finalmente, indicó que constituyen un
modelo genético valioso, flexible, versátil, económico
y fácil de mantener, pues les permite tener muchos organismos
en un sitio pequeño.
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