• Las plantas de ese territorio permiten entender cómo
es posible encontrar taxones emparentados y semejantes en América
del Sur, Australia o Nueva Zelanda
• Conocer la distribución añeja de especies vegetales
es fundamental para saber si la teoría de Pangea, el supercontinente
formado por la unión de todos los continentes actuales, es
coherente
Con el calentamiento global, el hielo de la
Antártica podría descongelarse, y las flores no retornarían
porque en ese territorio no hay continentes unidos, como en el Cretácico.
Además, es imprescindible impedir la modificación en las
condiciones ambientales para así posibilitar que esa área
siga con el control del clima del planeta, señaló en la
UNAM, Tânia Leal Dutra, del programa de Posgrado en Geología
de la Universidade do Vale do Rio dos Sinos, Brasil.
En su visita al Instituto de Biología
para hablar de Plantas fósiles de la Península Antártica,
indicó que la paleobotánica tiene múltiples aplicaciones;
constituye una herramienta útil para comprender la distribución
pretérita de los taxones y encontrar cuáles están
emparentados, o para conocer cómo fue el clima en el pasado.
En al auditorio del Jardín Botánico,
explicó que conocer la repartición añeja de las
especies vegetales es fundamental para saber si la teoría de
Pangea, el supercontinente formado por la unión de todos los
continentes actuales, que se piensa existió durante las eras
Paleozoica y Mesozoica, así como de Gondwana (el antiguo bloque
continental que resultó de la porción meridional de Pangea),
es coherente.
Las plantas de la Antártica permiten
entender cómo es posible encontrar taxones emparentados y semejantes
en América del Sur, Australia o Nueva Zelanda, por la dificultad
de esos organismos para “cruzar” barreras oceánicas.
Además, prosiguió, los vegetales
fósiles arrojan información valiosa de cómo fue
el clima pasado, pero también cómo fue su adaptación
a los diversos ambientes, expuso.
La Antártica, refirió, es la
zona más fría y seca de la Tierra, sin divisiones territoriales,
que no pertenece a ningún país y con una extensión
un poco más pequeña que América del Sur.
Se trata de un área aislada al sur del
planeta, rodeada de vientos que pueden llegar a los 300 kilómetros
por hora, con temperaturas mínimas, cerca del Polo, de menos
89.2 grados, y 99 por ciento cubierta por hielo, “que guarda secretos
que recién se develan”.
Geológicamente es muy variada, expuso;
parece homogénea porque está cubierta de hielo, pero esa
capa, en realidad, cubre dos áreas distintas en su historia:
la “Antártica occidental”, “pequeña
Antártica” o “península Antártica”,
que es un conjunto de islas, y la “Oriental”, “gran
Antártica” o “continente Antártico”.
Ambas masas de tierra fueron unidas por una gran colisión.
La última conexión de la Antártica
fue la que tuvo con América del Sur; de hecho, los depósitos
geológicos son semejantes entre la parte norte de la península
de esa porción de tierra y el sur americano.
Esa “disgregación” provocó
la presencia de una corriente fuerte de vientos y aguas frías,
llamada circunantártica; a partir de entonces, la zona se cubrió
de hielo.
Las flores del final del Cretácico investigadas
en la región, añadió, indican un pequeño
intervalo de frío; en el Paleoceno, el clima se tornó
mejor y los componentes eran semejantes a las floras de Valdivia, Chile,
o el sur de Brasil.
Después, el hielo se hizo cada vez más
presente. En el Eoceno y el Oligoceno, la vegetación arbórea
casi se extinguió, pero permaneció el género de
árboles Nothofagus, que al final también desapareció,
como casi todo el resto, concluyó.
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