• A nivel teórico, sería
más probable que un temblor de 10 grados cambiara su posición,
explicó Vladimir Kostoglodov, del Instituto de Geofísica
(IGf) de la UNAM
El sismo de magnitud 8.9 en la escala de Richter,
que afectó la costa nororiental de Japón, no tendrá
un impacto serio en el eje de rotación de la Tierra, pues no
alcanzó el nivel suficiente para provocar modificaciones, por
ejemplo, en el clima. A nivel teórico, sería más
probable que un temblor de 10 grados cambiara notablemente su posición,
explicó Vladimir Kostoglodov, del Instituto de Geofísica
(IGf) de la UNAM.
En un terremoto grande ocurren desplazamientos
de la corteza que no cambian la masa terrestre, pero sí su distribución
con respecto al eje; el momento angular de rotación de la Tierra
se preserva, entonces se modifica la velocidad y la ubicación
del eje cambia. Variaciones significativas de éste último,
señaló, pueden ocurrir al paso de una tormenta de grandes
dimensiones, como un huracán de gran escala.
La rotación del planeta es un movimiento
que efectúa el planeta en un proceso de giro sobre sí
mismo, a lo largo de una línea imaginaria denominada eje terrestre,
que pasa por sus polos.
Richard Gross, científico del Jet Propulsion
Laboratory, de la NASA, reportó que tras el terremoto en Japón,
el eje de la Tierra se desplazó alrededor de 15 centímetros,
el doble que en el ocurrido en Chile en 2010, “es resultado de
la modelación del posible cambio de posición instantánea
del eje de rotación, producido por el desplazamiento de la corteza
terrestre durante el sismo”, explicó el integrante del
Departamento de Sismología del IGf.
El eje de la rotación, abundó,
no ha cambiado en su posición promedio. El efecto previsto es
muy pequeño, comparable con las variaciones de la posición
del polo por el efecto de los huracanes y los cambios en las corrientes
de los océanos.
El experto indicó que la posición
del eje de rotación cambia continuamente con respecto a su posición
promedio, por ejemplo, con el periodo de 433 días conocido como
bamboleo de Chandler, una pequeña variación descubierta
por el astrónomo norteamericano Seth Carlo Chandler en 1891,
que explica que los polos terrestres se mueven en una circunferencia
irregular de tres a 15 metros de diámetro, en una fase oscilatoria.
La amplitud promedio de esta variación alcanza nueve metros.
Entonces, el efecto del terremoto de Japón
es como el ruido, si se compara con las variaciones periódicas
producidas por otros efectos. “No hay que preocuparnos por el
cambio, porque relativamente es muy pequeño y temporal”,
precisó.
Kostoglodov añadió que todavía
no es posible registrar en forma confiable el efecto del cambio producido
por los terremotos. El grupo dirigido por Richard Gross, refirió,
trabaja en reducir los datos satelitales por efectos de las perturbaciones
provocados por la atmósfera y los océanos, para extraer
el efecto de la variación del eje instantáneo, producido
por el temblor. Éste sería un logro científico
muy importante.
Nadie esperaba un sismo de tal magnitud. “Es
el primero que abarcó toda la costa de Honshuu, la isla más
grande de Japón”, señaló.
El eje terrestre
El eje de rotación de la Tierra no es
exactamente perpendicular al plano de la órbita. Al girar sobre
sí mismo, el planeta se mueve inclinado en dirección norte
hacia la Estrella Polar, y sur, hacia la constelación de la Cruz
del Sur, como un trompo, con tendencia a mantener en posición
fija la dirección del eje de rotación.
Después del terremoto de Sumatra en
2006, recordó, el Instituto Nacional Italiano de Geofísica
advirtió que el eje se había modificado. “No fue
cierto, posteriormente revisaron sus datos y no encontraron ningún
cambio significativo dentro de la precisión de sus mediciones”,
abundó. Teóricamente, esta variación de la posición
del eje podría alcanzar unos centímetros.
Los sismos silenciosos
Al igual que los terremotos regulares, los
“sismos silenciosos”, también conocidos como eventos
asísmicos lentos (Slow Slip Events, SSE), y acompañados
con los tremores no volcánicos son desplazamientos transitorios
originados en la corteza en los bordes activos de las placas tectónicas.
A diferencia de los primeros, que duran unos pocos segundos, éstos
pueden prolongarse por periodos que abarcan horas o meses.
Los tremores no volcánicos ocurren a
grandes profundidades, entre 30 y 40 kilómetros, y son muy suaves.
“Es raro, porque a esa distancia la presión de la litósfera
es alta, lo que dificulta la explicación de cómo ocurren
estos eventos”, detalló el integrante del Departamento
de Sismología, del IGf.
Asimismo, refirió que después
de un terremoto de gran magnitud a grandes distancias, se puede observar
cómo la onda sísmica excita los tremores no volcánicos
al tocar el territorio mexicano.
Es necesario, advirtió, estudiar los
sismos silenciosos y tremores, pues según la región en
que ocurran pueden liberar parcialmente energía acumulada o sobrecargar
la parte de la falla que está a punto de romperse, lo que a su
vez influye en el acortamiento o alargamiento del siguiente terremoto
de gran magnitud. Es importante determinar qué importancia tienen
en los periodos de recurrencia de grandes terremotos, precisó.
“Probablemente, los nuevos efectos que
observamos tienen relación con la acumulación de energía
elástica en la corteza terrestre que se libera durante los sismos.
En algunos años, podremos conocer bien todo el ciclo, para determinar
las probabilidades de magnitud y lugar de un movimiento catastrófico”,
especificó.
La inversión en ciencia para comprender
estos fenómenos es necesaria, aunada a la educación de
la población, para disminuir las pérdidas humanas y materiales,
derivadas de ellos, concluyó.
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