• Para Lamberto Díaz
Damacillo, éste es un primer paso para concretar uno de sus
planes más ambiciosos, dar clases a nivel bachillerato y
hacer que cada vez más jóvenes indígenas opten
por una carrera universitaria en vez de migrar a los Estados Unidos
Como indígena náhua del estado
de Guerrero, Lamberto Díaz Damacillo sabe que para promover
el desarrollo de su comunidad, la clave es la educación; al
menos esa era su idea al salir de su pueblo para estudiar la carrera
de Ingeniero Químico Metalúrgico en la UNAM, y también
lo fue al regresar a la zona para convencer a los jóvenes del
lugar de prepararse profesionalmente para luego aplicar ese saber
en favor de los suyos.
“Y aún lo creo, es por eso que
esta titulación me es tan importante; es una especie de cierre
de algo que comencé allá por 2004, cuando dejé
mi natal Acatlán (municipio de Chilapa de Álvarez) para
venir a la Ciudad de México, aunque de ninguna manera se trata
de cerrar un ciclo, pues en lo que se refiere al estudio, uno nunca
termina… De hecho, hace unos días empecé a tomar
mis clases de maestría”, expuso el becario del Programa
Universitario México Nación Multicultural.
Después de defender la tesis Desoxidación
de cobre líquido usando especies gaseosas, se dijo más
convencido que nunca de que aún le queda mucho por aprender,
“porque hacer este trabajo me llevó a meterme en asuntos
de ciencia básica que incluso ahora me son difíciles
de explicar, y en los que no muchas personas de mi disciplina se adentran,
pero lo que saqué en claro de esta experiencia es que hacer
investigación a veces te lleva a temas que no sospechabas,
y por ende, a proponer soluciones que hasta hace poco estaban fuera
de tu imaginación”, indicó.
Esa es la magia del conocimiento, que siempre
ofrece algo nuevo y de utilidad para los demás, comentó
Lamberto, “además de que congrega a la gente”,
añadió en alusión a los amigos que dejaron sus
clases para estar presentes en su examen profesional y, sobre todo,
a su familia, que viajó casi seis horas en autobús “para
acompañarme en este momento tan importante”.
Ahora, lo que debo hacer es caminar hacia
el futuro, comentó el joven de 25 años, quien no sólo
tiene la mira puesta en la maestría, sino en un doctorado en
el extranjero, “lo que no significa que no extrañe los
paisajes de la Sierra Madre del Sur, ni el río del pueblo o
el sabor del mole que sólo allá se prepara. Es por eso
que, al fin de esa etapa, mi intención es regresar para dar
clases en el bachillerato”.
De hecho, sus planes de volver forman parte
de sus pláticas más recurrentes, tanto, que no falta
quien le diga “¿te vas a ir a estudiar fuera para terminar
en una preparatoria de un poblado pequeño y no en una gran
compañía? ¡Eso es un desperdicio!”.
“A quien comenta eso le suelo responder
que por supuesto no lo es, que no hay nada tan generoso como acercarse
a los chicos de bachillerato y hacer que se entusiasmen con sus clases,
y que tengan ganas de ir a la universidad en vez de a los Estados
Unidos, que es algo que afecta mucho a mi pueblo y además disuelve
familias. Así que sigo en firme con ese propósito…
Y si alguien vuelve a objetar mi decisión, no me quedará
más que responderle que prefiero eso a encerrarme en una oficina…
¿Un desperdicio? No compartir lo que uno sabe con los jóvenes,
¡eso sí es un desperdicio!”.
-o0o-