• El eventual préstamo
a México de este objeto es una oportunidad inmejorable para
que los académicos den a conocer al gran público nuestra
historia prehispánica, argumentó Patrick Johansson
Keraudren
• El integrante del Instituto de Investigaciones Históricas
de la UNAM añadió que el verdadero valor del tocado
no es el del objeto en sí, sino el que tiene como estandarte
cultural
Ante el eventual préstamo del penacho
de Moctezuma a México por parte de Austria, los académicos
tenemos una oportunidad inédita para hacer llegar a todos los
mexicanos un conocimiento mucho más veraz de algo de lo que
se habla mucho, pero se desconoce aún más, nuestro pasado
prehispánico, expuso Patrick Johansson Keraudren, del Instituto
de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM.
“Esta pieza, que salió del país
en el siglo XVI, se ha estudiado tanto que en realidad tiene poco
que decir a los especialistas sobre arte plumario o su confección,
pero si sabemos usar a nuestro favor el ruido mediático que
generará su arribo, le sacaremos provecho al verdadero valor
del tocado, o quetzalapanecáyotl, que no es el del
objeto en sí, sino el que tiene como detonador de memoria”,
añadió.
Sin embargo, el investigador advirtió
sobre ciertas creencias sin fundamento que se han generado alrededor
del penacho, como que fue robado a México, algo que ha provocado
malentendidos y fricciones innecesarias con Austria, “pues si
algo nos han demostrado las evidencias, es que el penacho salió
lícitamente del territorio, como regalo de las autoridades
novohispanas a la corona española”.
Por ello, criticó los reclamos iracundos
y acusaciones de expolio contra la nación que han usado algunos
políticos, probablemente más interesados en ganar gente
para sus causas que en defender el patrimonio histórico. “Para
evitar esto, debemos ver el penacho como un estandarte, pero cultural,
jamás partidista”.
Con la luz del Sol
Mucho se ha debatido si el penacho que está
en Austria perteneció en realidad a Moctezuma, y el tema resultó
tan polémico que los directores del Museo de Etnología
de Viena decidieron colocar a su lado una placa descriptiva con la
leyenda Altmexikanischer Federkopfschmuck (antiguo tocado
mexicano de plumas para la cabeza) en sustitución del antiguo
Kopfschmuck Moctezumas.
“Hay cosas que jamás podremos
saber de este objeto, como si en realidad lo portó alguna vez
este gobernante azteca, pero de lo que sí estamos ciertos es
que perteneció a un sacerdote de Quetzalcóatl; tenemos
muchas evidencias de ello”.
En ocasiones, la historia y la leyenda forman
un entramado que se confunde, recordó Johansson, al señalar
que, según narraban los abuelos de los abuelos, cuando Quetzalcóatl
supo que era su hora de morir, se dirigió a la orilla del mar,
y justo al romper la mañana se prendió fuego. Más
allá de la inmolación, lo sorprendente fue que al consumirse
por las llamas, su cuerpo produjo una columna de humo de la que súbitamente
comenzaron a surgir quetzales.
“Desde entonces, este pájaro,
también llamado ‘ave del alba’, se encuentra asociado
a esta divinidad solar. De ahí que el penacho esté hecho
en su mayoría de plumas de quetzal, y que los engarces sean
de oro, metal ligado al astro rey. Además, sus dimensiones
son espectaculares, 1.75 metros de largo por 1.15 de alto, debido
a sus muy largas péndolas verdes, dispuestas como si irradiaran,
casi en emulación del Sol”.
Entonces, si este tocado perteneció
a alguien dedicado al sacerdocio de Quetzalcóatl, ¿nunca
fue de Moctezuma? “Tampoco podemos descartar eso, pues algo
que no debemos olvidar es que este gobernante era también sacerdote”.
De hecho, jugar a que esta pieza pudo haber
sido del tlatoani azteca nos revela mucho de lo que pasó tras
la llegada de los europeos a lo que hoy es México, expuso Johansson.
“Por ejemplo, en El códice
florentino, libro XII, capítulo cuarto, nos enteramos
que cuando aparece Hernán Cortés, Moctezuma estaba seguro
de que se trataba del mismísimo Quetzalcóatl, ¿y
qué más podría haber creído? El europeo
llegó en un año Ce Acatl (el nombre calendárico
de este dios era Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl), y lo hizo
desde el Este, en donde nace el Sol. Por ello, creyó prudente
darle una ofrenda, ¿y qué otras cosas podía enviarle
el gobernante azteca sino objetos propios de esta deidad? Entre la
infinidad de obsequios que recibió el conquistador, figuraba
un quetzalapanecáyotl, ¿por qué no pensar
que podría ser el que está hoy en Viena?”.
Este tipo de datos, que hacen más
interesante la historia, son los que debemos difundir los académicos,
indicó Johansson, quien añadió que por ello,
el préstamo del tocado a México sería una de
las mejores cosas que le podrían pasar a personas como él,
pues brindaría una oportunidad inmejorable para que los especialistas
hablen de códices, arte prehispánico y del mundo indígena
actual y del de antaño, y hacer que los medios también
lo hagan, “pues no hay mejor manera de llegar a la gente”.
“Probablemente ésta sea una
vía para salir de la inercia cultural en la que nos encontramos”;
hace cinco siglos los aztecas esperaban el regreso de Quetzalcóatl;
los mexicanos actuales no aguardamos eso, pero quizá sí
podamos esperar con ansia el regreso de su penacho.
El tesoro de Moctezuma
Las leyendas hablan de un supuesto tesoro
de Moctezuma, oculto en un pequeño pueblo de España
o en un lugar inaccesible en México, conformado por tal cantidad
de oro que, si se pudieran equiparar los mitos, sería parecido
al del rey Midas. “Lo curioso es que para los indígenas
prehispánicos, las plumas eran más valiosas que el metal
áureo”, explicó el profesor Johansson.
Lo que ellos valoraban era el arte que había
en cada pieza dorada y no el material en sí. “De hecho,
la palabra náhuatl que se usaban para designar a este elemento
era teocuitl, o excrecencia mineral (voz emparentada con
cuitlacoche, o excrecencia vegetal); por ello, una de las
cosas que más extrañó a los pobladores originarios
era ver cómo los españoles tomaban las figurillas y
ornamentos de ese metal, finamente trabajados, para fundirlos y formar
esos rectángulos sin gracia que damos en llamar lingotes”.
Al respecto, añadió que esa
ceguera para ver lo realmente trascendente es muy parecida a lo que
evidenciamos hoy; si vemos un billete de 100 pesos sólo pensamos
en cuánto vale en el mercado, sin siquiera reparar que tiene
impresa la efigie de Nezahualcóyotl, “un rey que además
era poeta, y que en sus versos nos dejó la postal de un pasado
que poco a poco hemos perdido”.
“Probablemente necesitemos modificar
nuestra manera de observar las cosas para así ver la verdadera
trascendencia que tendrá el regreso del penacho de Moctezuma
si se concreta el préstamo, pues lo importante no es el valor
que tenga el objeto en sí, sino la huella que dejará
en el alma y conciencia de los mexicanos… Ése es el verdadero
tesoro”.
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