• Según un estudio aplicado
a mil 340 infantes de tercer a sexto grado, en 12 escuelas del DF,
el 20.22 por ciento de los infantes presentó indicios
• No se trata de un diagnóstico de depresión,
son sólo síntomas que podrían derivar en esa
enfermedad durante la adolescencia o vida adulta, dijo Verónica
Alcalá Herrera, de la FP de la UNAM
Tras un estudio aplicado a mil 340 niños
que cursan de tercero a sexto grado de primaria, en escuelas ubicadas
al sur del DF, académicos de la Facultad de Psicología
(FP) de la UNAM detectaron sintomatología depresiva en 271
de ellos (20.22 por ciento).
No se trata de un diagnóstico de depresión,
sino de indicios que pudieran derivar en esa enfermedad durante la
adolescencia o en la vida adulta, explicó Verónica Alcalá
Herrera, académica del Departamento de Psicofisiología
de la FP, y quien participó en el estudio.
Los resultados de la prueba, aplicada en
12 primarias públicas, privadas, de enseñanza tradicional
y activa, en los turnos matutino y vespertino, no arrojaron diferencias
significativas entre ambos géneros, ni en sus edades, pero
sí entre las escuelas tradicionales y activas: del total de
la muestra, los infantes de las primeras tenían mayor puntaje
en las escalas depresivas que los niños de planteles activos.
“En esos pequeños observamos tendencias hacia una tristeza
que, en algunos casos, era profunda, así como pensamientos
de muerte, preocupaciones, miedos y aflicciones. “Por ello,
podemos hablar de una sintomatología depresiva. Las causas
no fueron investigadas, pero es necesario considerar hacerlo”,
añadió.
Los académicos universitarios utilizaron
una prueba de depresión infantil de origen australiano en su
versión española, que fue estandarizada para México:
la Children’s Depression Scale (CDS), de M. Lang y M. Tisher,
que consiste en un cuestionario de 66 preguntas de escala Likert.
En ella, se miden la parte positiva u optimista,
y la parte negativa o depresiva, que es la más grande e importante.
“Los resultados nos sorprendieron porque 20.22 por ciento de
niños con sintomatología depresiva es un porcentaje
muy alto. Ello no significa que haya 20.22 por ciento de infantes
deprimidos. De cualquier manera, el porcentaje fue mayor de lo que
se había reportado anteriormente”, indicó.
En un estudio realizado en 1995, a una población
de 150 niños de una sola escuela del DF, se encontró
que alrededor de 10 por ciento presentaba síntomas depresivos.
Poblaciones en riesgo
Las poblaciones de infantes en riesgo de
desarrollar depresión son aquellas que viven en cierto abandono,
con violencia física y psicológica, sin atención
ni cuidados de salud, y cerca de problemas de alcoholismo y drogadicción.
Cualquier tipo de maltrato, por sutil que
parezca, es un factor que coloca a un niño en peligro de desarrollar
depresión. La alineación parental, común en la
actualidad, se caracteriza porque los padres en proceso de divorcio
utilizan a sus hijos para un chantaje mutuo.
“Este tipo de maltrato puede generar
un estado de depresión en los pequeños”, Asimismo,
el estrés cotidiano y el generado por la carga de trabajo escolar
también pueden estar asociados a la depresión, apuntó
Alcalá Herrera.
Síntomas Cognitivos, emocionales,
sociales y físicos
Los niños en riesgo de desarrollar
depresión presentan diversos síntomas que se agrupan
en cognitivos, emocionales, sociales y físicos.
Los cognitivos tienen que ver con dificultades
en el aprendizaje por falta de atención, concentración
y memoria, y hacen al menor distraído y tardo en sus actividades
escolares; además, se observa una lentitud de pensamiento y
lenguaje, por lo que no realiza sus tareas a tiempo o en forma adecuada.
Pueden variar en intensidad, cantidad y duración.
Por ello, es necesario consultar a un experto para obtener un diagnóstico
certero. La variedad de síntomas puede hacer que una depresión
se confunda con otros padecimientos. Si el estado se prolonga demasiado
tiempo, incluso puede afectar biológicamente la etapa adulta.
“En adultos se ha observado que ciertas
estructuras cerebrales relacionadas con el aprendizaje, como el hipocampo,
la amígdala, el cerebelo y los lóbulos frontales, quedan
afectadas por estados depresivos crónicos. Entonces, a esas
personas les cuesta trabajo aprender, analizar, planear, evaluar situaciones
y tomar decisiones”, señaló la académica
universitaria.
Lo síntomas emocionales se expresan
mediante un abatimiento conductual y un nulo placer por llevar a cabo
diferentes tareas. El niño está desanimado, poco motivado,
se aburre con facilidad, nada lo hace feliz ni le permite disfrutar
la vida; es pesimista, tiene una baja autoestima y se siente insatisfecho
con sus actividades; además, pierde el sentido del humor.
Los síntomas sociales se manifiestan
por medio de diferentes conductas: se aísla, tiene poco contacto
con otros niños y con adultos, no puede hacer amigos. “Se
come su almuerzo solo, no le gusta compartir, se queda ensimismado”,
añadió la académica.
En cuanto a los síntomas físicos,
pueden ser dolores de estómago, de cabeza y trastornos del
sueño como pesadillas o insomnio. El infante suele mostrarse
cansado, presentar cambios en sus hábitos alimenticios y enuresis
(emisión no voluntaria de orina durante el día o la
noche).
Un niño puede estar triste, enojado,
o padecer un dolor de estómago, pero ello no significa que
sufra una depresión. Para un diagnóstico preciso se
deben analizar diversos factores, como el contexto en que vive.
“La depresión infantil es una
de las enfermedades más difíciles de diagnosticar, porque
a los pequeños les cuesta mucho trabajo expresar lo que piensan.
Es necesario utilizar estrategias para conocerlos”, concluyó
Alcalá Herrera.
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