• Desaparecieron del territorio
nacional en el siglo XIX. Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León,
Durango, y posiblemente Zacatecas, formaron parte de su área
original, dijo Rurik List, investigador del IE de la UNAM
• Dos manadas habitan en la reserva de la biosfera de Janos,
Chihuahua; una, de alrededor de 130 ejemplares, que se mueve entre
México y EU, y la otra, de 22, servirá para reproducción
y poblar nuevos territorios
El mamífero terrestre más grande
del continente americano, el bisonte (Bison bison), habitó
nuestro territorio por cientos de años. Aunque especialistas
negaban que perteneció a la fauna mexicana, investigadores
del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM han demostrado que
Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Durango y posiblemente
Zacatecas, fueron parte de su área original. “Por ello,
es razonable hacer esfuerzos para su recuperación en México”,
dijo Rurik List.
El científico, integrante del Laboratorio
de Ecología y Conservación de Fauna Silvestre de la
entidad, expuso que una razón relevante para su rescate es
que se trata de una especie clave –con un efecto “desproporcionado”
en el ecosistema– de las praderas de Norteamérica.
A pesar de haber sido uno de los biomas
con mayor distribución geográfica en el planeta, actualmente
es de los más alterados y menos protegidos; “se necesita
con urgencia recuperar las especies perdidas de los pastizales y que
recomience la dinámica que los forjó durante miles de
años”.
Los bisontes, que pueden vivir 30 años
y pesar hasta 850 kilogramos, en el caso de los machos, aplastan y
podan el pasto, condición necesaria para otras especies, como
los perritos llaneros. Además, al revolcarse, hacen depresiones
de hasta 20 centímetros de profundidad y cinco metros de largo,
por dos o tres de ancho, que con la lluvia, se convierten en espacio
de reproducción de anfibios e invertebrados acuáticos;
asimismo, su lana es usada por aves para hacer sus nidos.
El llamado búfalo en Estados Unidos,
se distribuía desde Alaska hasta el norte de México,
refirió List en la revista Conservation Biology, pero
a consecuencia de enfermedades del ganado traído por los españoles,
y la caza, manadas de millones desparecieron en pocas décadas.
“En el siglo XIX la industria creció a pasos agigantados
y la demanda de bandas para máquinas aumentó en Europa,
y para ese fin, se utilizó su piel”.
En el momento en que los grandes naturalistas
de la Unión Americana llegaron a nuestro país, en la
segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX, ya no había
mención alguna del B. bison. Por ello, el equipo de List echó
mano de documentos desde la época de la Colonia, y encontró
reportes de su presencia en el territorio, de funcionarios y de personas
que trabajaron en la delimitación de la frontera.
Incluso, un escrito de los más antiguos
refiere a “dos bisontes que jalaban una carreta” en Zacatecas,
y en publicaciones arqueológicas, se registró la presencia
de huesos y pieles, en sitios como Paquimé. “Eso nos
lleva a la conclusión de que el bisonte sí es un componente
original de la fauna mexicana”, reiteró List.
Una manada
En 1988, cuando Gerardo Ceballos, también
del IE, hacía su doctorado en al Universidad de Arizona, y
encontró reportes de colonias de perritos llaneros en el municipio
de Janos, Chihuahua; los localizó junto con una manada de bisontes,
a la que no se había dado importancia.
Su origen podría estar en una donación
del gobierno de Arizona al de Chihuahua en la década de 1920.
Una segunda donación, se registró en los años
de 1950, con lo que se formó una población que se ha
movido por más de 80 años entre México y EU,
como desde hace milenios lo hicieron sus ancestros.
En 2003, después de varios intentos,
List encontró al grupo de alrededor de 130 ejemplares con ayuda
de sobrevuelos. A partir de ese momento les ha seguido “la pista”.
“Descubrimos que se mueven en dos ranchos de EU y tres de México.
En nuestro territorio son considerados especie en peligro, protegida
por las leyes, pero en cuanto cruzan la frontera se consideran ganado”.
A punto de extinguirse –quedaban sólo
500– algunos sobrevivientes de Yellowstone fueron llevados al
zoológico de Nueva York. El número de ejemplares creció
y fueron distribuidos en parques de Oklahoma, Dakota y Wyoming.
Por otro lado, algunos rancheros que habían
capturado animales trataron de obtener una raza de ganado más
resistente a las condiciones extremas de las planicies –inviernos
fríos y veranos secos–, a las que los bisontes están
acostumbrados. Los experimentos no funcionaron y la cruza entre ambas
especies se dio sólo en condiciones forzadas; lo que sí
ocurrió, fue que quedó un “legado” de genes
de ganado en la población de “búfalo”.
Ahora, aunque hay una recuperación
numérica, sólo cinco por ciento de los bisontes es silvestre,
y muy pocos son “puros”, es decir, sin trazas genéticas
de ganado, reconoció.
Otra gran preocupación, consideró,
es que hace menos de dos años el gobierno estadounidense decidió
expandir la construcción del muro fronterizo. Una de las áreas
donde colocaron la barrera es donde se mueven los bisontes, y con
ello, sólo queda la mitad de la zona libre para que crucen
los animales.
“Aún no sabemos cuál
será el efecto, pero es probable que se reduzca el movimiento
a México”; por ello, los científicos pretenden
que se reconsidere la aplicación de la medida en áreas
biológicamente importantes.
Es de interés conocer la composición
genética de este grupo. Por ello, ya se han tomado un par de
muestras que evidencian la presencia de genes de ganado, pero tenemos
que muestrear más, pues ese conocimiento dará la pauta
para tomar acciones a futuro, expresó.
Otra manada
Existe otra manada en México. Hace
un año, recordó Rurik List, el Parque Nacional de Wind
Cave, Dakota del Sur, hizo una donación de 23 ejemplares (dos
murieron por una bacteria del suelo, y el resto, tuvo que ser vacunado;
las inoculaciones que se administran al ganado doméstico incluyen
cepas de esta bacteria, por lo que son inmunes, no así los
bisontes). También se ubica en la reserva de la biosfera de
Janos (de 543 mil hectáreas, declarada como tal el 8 de diciembre
de 2009) y ya ha nacido una cría.
La importancia de estos bisontes es que son
genéticamente puros, hasta donde lo permiten determinar las
técnicas moleculares actuales. La meta es que se reproduzcan,
y con un número suficiente, en aproximadamente seis años,
llevar animales a otras partes de México.
Para que la manada crezca hasta 100 ejemplares
será necesario cierto manejo como llevar a los especímenes
a corrales, revisarlos, vacunarlos, colocarles collares, y en el momento
en que se incremente la población, distribuirla a nuevos territorios
de Sonora, Chihuahua y Coahuila.
Mientras eso ocurre, los universitarios continúan la colaboración
y reciben financiamiento y apoyo de instancias como la Unión
Internacional para la Conservación de la Naturaleza, los zoológicos
de Denver y Phoenix, y la Fundación J.M. Kaplan.
Además, evalúan los beneficios
económicos por turismo y venta de cacerías, carne o
pieles, para que los rancheros mexicanos decidan participar en la
recuperación de la especie y, en algunas áreas, el bisonte
sustituya parcialmente el ganado, finalizó List.
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