Boletín UNAM-DGCS-762
Ciudad Universitaria
06:00 hrs. 3 de diciembre de 2010

Lynneth S. Lowe


DESCUBREN EN CHIAPAS UN ENTIERRO ZOQUE DE UN GRUPO DE TRANSICIÓN ENTRE MAYAS Y OLMECAS

 

• Ubicado en Chiapa de Corzo, el sepulcro contiene restos óseos de dos adultos varones con pectorales, vasijas, conchas, caracoles y fragmentos de dos máscaras de hueso, detalló Lynneth Lowe, del Centro de Estudios Mayas del IIFl de la UNAM
• Los vestigios pertenecen a individuos que vivieron hacia el año 500 a.C., añadió Bruce R. Bachand, de la Universidad Brigham Young, de Utah, Estados Unidos
• Ambos autores, apoyados por Emiliano Gallaga, del INAH, hallaron también fragmentos de un cráneo de cocodrilo, un atavío con colmillos de cánidos, hachas de jade y pirita y un pendiente con una figura humana de rasgos olmecas tallada en un caparazón de tortuga

Un entierro zoque con restos óseos de dos adultos varones que hacia el año 500 a.C. formaron parte de un grupo humano de transición entre mayas y olmecas, fue descubierto en Chiapas por los arqueólogos Lynneth S. Lowe, del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFl) de la UNAM, y Bruce R. Bachand, de la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo de la Universidad Brigham Young de Utah, Estados Unidos.

El hallazgo, realizado en el Montículo 11 de la Zona Arqueológica de Chiapa de Corzo, se logró recientemente en la etapa final de una campaña en el sitio, e incluye diversos objetos ceremoniales asociados al inframundo, explicó Lynneth Lowe en entrevista.

Entre los objetos, destaca un pendiente elaborado sobre un caparazón de tortuga, en el que está tallado el rostro de un personaje humano con rasgos olmecas.

Otros, son pectorales, vasijas, conchas, caracoles y fragmentos de dos máscaras hechas de hueso, además de partes de un cráneo de cocodrilo, dos pendientes de un collar de jade, hachas de jade y pirita y un atavío que incluye colmillos de cánidos.

El descubrimiento contó con el apoyo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la colaboración de Emiliano Gallaga Murrieta, del Centro INAH-Chiapas.

Habitantes comunes

Poco antes del hallazgo, Lynneth Lowe y Bruce Bachand lograron también, en el Montículo 11 de la región chiapaneca, otro importante descubrimiento: una tumba de élite de mil 700 años de antigüedad, probablemente la más antigua de Mesoamérica, donde descansan los restos de una pareja de gobernantes, y otra de súbditos.

"Este segundo enterramiento es muy rico. En la parte explorada se encontraron ofrendas que simbólicamente guardan relación con el inframundo”, señaló Lowe.

Entre ambos, localizados con un mes de diferencia, podría haber una diferencia temporal de entre 100 y 200 años, aclaró Bruce Bachand.

“Algo que nos interesa especialmente de este segundo entierro es que refiere a gente común, no a gobernantes, así que nos puede dar nueva información de este grupo zoque, que pertenece a una interesante etapa de transición entre los mayas y los olmecas”, destacó el arqueólogo.

Los habitantes de Chiapa de Corzo, una región que los especialistas exploran desde 2008, mantenían vínculos con las áreas del Golfo de México, de la Costa del Pacífico, de los Valles de Oaxaca y de la Cuenca del Valle del Río Motagua de Guatemala.

Un deslave, una revelación

Poco antes de concluir su campaña de excavación y exploración arqueológica, en mayo de este año, Lowe y Bachand se enfrentaron a un deslave que resultó una revelación.

“Fue una situación particular, porque cuando estábamos a punto de concluir la campaña de campo ocurrió un deslave en una de las esquinas de un pozo profundo, de unos 10 metros, y en ese deslave, en el corte de una de las paredes del pozo, se alcanzaban a ver algunas vasijas. Realizamos una limpieza y encontramos otro recinto funerario, también muy temprano, posiblemente de la misma fase de la tumba que se había encontrado antes, aunque de una fase más tardía”, narró Lowe.

Debido a su ubicación complicada, el enterramiento se examinó parcialmente, en un espacio pequeño de un metro por lado y 50 centímetros de profundidad.

“Hicimos una exploración preliminar, porque la ubicación no permitía explorar todo lo que sería este entierro, y se recuperó solo una parte del ajuar funerario”, añadió la investigadora de la UNAM.

Lowe precisó que se investigó la orilla este de la tumba, que estuvo techada con soportes de hierro y tablones de madera que se vencieron por el peso de la tierra.

“Ello causó que las osamentas quedaran fragmentadas y sólo se rescataron huesos craneales y vértebras de estos personajes, que fueron depositados hacia el año 500 a.C., quizá como acompañantes de un personaje de mayor rango”, destacó.

Ahora, los investigadores entrarán en una amplia etapa de análisis de los vestigios, que incluyen pruebas de ADN de los restos óseos y de fechamiento con radiocarbono.

 

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Fotos

Lynneth S. Lowe, del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

Fotos cortesía INAH

El hallazgo, realizado en el Montículo 11 de la Zona Arqueológica de Chiapa de Corzo, se logró recientemente en la etapa final de una campaña en el sitio, e incluye diversos objetos ceremoniales asociados al inframundo.