• Ubicado en Chiapa de Corzo, el sepulcro contiene
restos óseos de dos adultos varones con pectorales, vasijas,
conchas, caracoles y fragmentos de dos máscaras de hueso,
detalló Lynneth Lowe, del Centro de Estudios Mayas del IIFl
de la UNAM
• Los vestigios pertenecen a individuos que vivieron hacia
el año 500 a.C., añadió Bruce R. Bachand, de
la Universidad Brigham Young, de Utah, Estados Unidos
• Ambos autores, apoyados por Emiliano Gallaga, del INAH,
hallaron también fragmentos de un cráneo de cocodrilo,
un atavío con colmillos de cánidos, hachas de jade
y pirita y un pendiente con una figura humana de rasgos olmecas
tallada en un caparazón de tortuga
Un entierro zoque con restos óseos
de dos adultos varones que hacia el año 500 a.C. formaron parte
de un grupo humano de transición entre mayas y olmecas, fue
descubierto en Chiapas por los arqueólogos Lynneth S. Lowe,
del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas
(IIFl) de la UNAM, y Bruce R. Bachand, de la Fundación Arqueológica
Nuevo Mundo de la Universidad Brigham Young de Utah, Estados Unidos.
El hallazgo, realizado en el Montículo
11 de la Zona Arqueológica de Chiapa de Corzo, se logró
recientemente en la etapa final de una campaña en el sitio,
e incluye diversos objetos ceremoniales asociados al inframundo, explicó
Lynneth Lowe en entrevista.
Entre los objetos, destaca un pendiente elaborado
sobre un caparazón de tortuga, en el que está tallado
el rostro de un personaje humano con rasgos olmecas.
Otros, son pectorales, vasijas, conchas,
caracoles y fragmentos de dos máscaras hechas de hueso, además
de partes de un cráneo de cocodrilo, dos pendientes de un collar
de jade, hachas de jade y pirita y un atavío que incluye colmillos
de cánidos.
El descubrimiento contó con el apoyo
del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y
la colaboración de Emiliano Gallaga Murrieta, del Centro INAH-Chiapas.
Habitantes comunes
Poco antes del hallazgo, Lynneth Lowe y Bruce
Bachand lograron también, en el Montículo 11 de la región
chiapaneca, otro importante descubrimiento: una tumba de élite
de mil 700 años de antigüedad, probablemente la más
antigua de Mesoamérica, donde descansan los restos de una pareja
de gobernantes, y otra de súbditos.
"Este segundo enterramiento es muy rico.
En la parte explorada se encontraron ofrendas que simbólicamente
guardan relación con el inframundo”, señaló
Lowe.
Entre ambos, localizados con un mes de diferencia,
podría haber una diferencia temporal de entre 100 y 200 años,
aclaró Bruce Bachand.
“Algo que nos interesa especialmente
de este segundo entierro es que refiere a gente común, no a
gobernantes, así que nos puede dar nueva información
de este grupo zoque, que pertenece a una interesante etapa de transición
entre los mayas y los olmecas”, destacó el arqueólogo.
Los habitantes de Chiapa de Corzo, una región
que los especialistas exploran desde 2008, mantenían vínculos
con las áreas del Golfo de México, de la Costa del Pacífico,
de los Valles de Oaxaca y de la Cuenca del Valle del Río Motagua
de Guatemala.
Un deslave, una revelación
Poco antes de concluir su campaña
de excavación y exploración arqueológica, en
mayo de este año, Lowe y Bachand se enfrentaron a un deslave
que resultó una revelación.
“Fue una situación particular,
porque cuando estábamos a punto de concluir la campaña
de campo ocurrió un deslave en una de las esquinas de un pozo
profundo, de unos 10 metros, y en ese deslave, en el corte de una
de las paredes del pozo, se alcanzaban a ver algunas vasijas. Realizamos
una limpieza y encontramos otro recinto funerario, también
muy temprano, posiblemente de la misma fase de la tumba que se había
encontrado antes, aunque de una fase más tardía”,
narró Lowe.
Debido a su ubicación complicada,
el enterramiento se examinó parcialmente, en un espacio pequeño
de un metro por lado y 50 centímetros de profundidad.
“Hicimos una exploración preliminar,
porque la ubicación no permitía explorar todo lo que
sería este entierro, y se recuperó solo una parte del
ajuar funerario”, añadió la investigadora de la
UNAM.
Lowe precisó que se investigó
la orilla este de la tumba, que estuvo techada con soportes de hierro
y tablones de madera que se vencieron por el peso de la tierra.
“Ello causó que las osamentas
quedaran fragmentadas y sólo se rescataron huesos craneales
y vértebras de estos personajes, que fueron depositados hacia
el año 500 a.C., quizá como acompañantes de un
personaje de mayor rango”, destacó.
Ahora, los investigadores entrarán
en una amplia etapa de análisis de los vestigios, que incluyen
pruebas de ADN de los restos óseos y de fechamiento con radiocarbono.
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