• Espectáculo de luz y sonido parte del homenaje a
dos grandes del ajedrez
La Universidad Nacional rindió un
homenaje a Juan José Arreola y a Bobby Fischer, dos grandes
ajedrecistas de todos los tiempos y promotores de importantes torneos.
Espectáculos de luz y sonido acompañaron
los eventos en recuerdo de ambos, apasionados de este deporte-ciencia
y fervientes entusiastas de organizar y participar en encuentros de
altura.
Los dos fueron homenajeados durante la Primera
Gran Feria Internacional de Ajedrez que lleva a cabo la Universidad
Nacional, como parte de su centenario.
El Foro Sor Juana Inés de la Cruz
en el Centro Cultural de esta casa de estudios fue el escenario del
recuerdo a la trayectoria y éxito de Arreola y Fischer.
Proyecciones de luz y sonido, dibujos digitales,
un documental y un concierto fueron el preámbulo del homenaje.
Bobby Fischer falleció hace dos años
y dejó como legado a la humanidad haberse convertido en uno
de los más brillantes jugadores de todos los tiempos.
También fue el “Mozart del ajedrez”,
porque desde su infancia fue niño prodigio; su vertiginoso
ascenso le llevó a convertirse en campeón mundial a
los 29 años de edad.
Fischer acudió a cuatro olimpiadas
de ajedrez a lo largo de su carrera hasta que ganó el Campeonato
del Mundo de 1972; la característica que lo distinguía
del resto de sus adversarios fue la velocidad de su juego. Sin embargo,
después de 1975 no volvió a jugar y perdió su
título ante Anatoli Karpov.
Juan José Arreola, quien además
de ser un distinguido escritor, fue el fundador del Club de Ajedrez
Filidor que reunió a poetas e intelectuales mexicanos.
Arreola murió en el año 2001
y, como Fischer, dejó atrás una gran pasión por
el ajedrez. Al igual que organizaba mesas de lectura al aire libre,
también promovió tertulias de ajedrez.
En sus tiempos como promotor del deporte-ciencia
organizó encuentros de trascendencia internacional. Incluso,
en los sesenta, trajo a nuestro país a Bobby Fischer, hasta
ese momento campeón de Estados Unidos.
Escenarios como el Bosque de Chapultepec
fueron el sitio perfecto para los encuentros que organizó Arreola,
juego al que acercó a personajes de la literatura nacional.
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