• Los ajedrecistas se han enfrentado
por más de 25 años
• Ambos participarán en la Primera Gran Fiesta Internacional
de Ajedrez UNAM 2010
Una de las rivalidades más comentadas
en las últimas décadas es la de los ajedrecistas Anatoly
Karpov y Garry Kasparov. Ambos son considerados dos de los más
grandes jugadores de todos los tiempos, pero también dos de
las personalidades más antagónicas que han chocado jamás
en un tablero.
Se dice que Karpov es frío al jugar,
analítico, preciso y que gusta de destruir, poco a poco, las
defensas de su enemigo (“toda una boa constrictora”, dijo
uno de sus oponentes alguna ocasión); mientras que Kasparov
echa mano de técnicas incendiarias, agresivas y confía
con más frecuencia en la intuición que en el cálculo
sereno.
Ya en 1975, cuando Karpov tenía apenas
23, había un niño de 11 que comenzó a llamar
la atención por su manera de jugar. Se trataba de Kasparov,
un pequeño en el que se depositaron tantas expectativas, que
en el periódico inglés The Guardian, Leonard
Barden escribió que la única persona capaz de hacerle
frente a Bobby Fischer, en un futuro próximo, era Karpov, y
la única persona capaz de opacar a Karpov era el pequeño
Kasparov, “claro, sólo hay que dejarlo madurar un poco”.
Este encuentro, que los especialistas ya
esperaban a mediados de los años 70, se dio finalmente en 1984,
cuando ambos contendieron por el Campeonato Mundial.
Las expectativas fueron tantas que muchos
auguraban que la experiencia de Karpov se iba a imponer, mientras
que otros, decían que los bríos de Kasparov eran la
clave del triunfo.
Los filósofos dedicados a la lógica
suelen plantear la siguiente paradoja, “¿qué pasaría
si una fuerza irresistible choca contra una fuerza inamovible?”.
En aquel año, antes del primer encuentro entre el sólido
Karpov y el vertiginoso Kasparov, miles de entusiastas del ajedrez
se preguntaron exactamente lo mismo, y el resultado sorprendió
a todos.
De 1984 a 1990, estos dos hombres disputaron
144 partidos, y aunque a la larga Kasparov se quedaría con
el título de campeón del mundo, quienes saben de este
juego tuvieron que conceder que ninguno pudo demostrar superioridad
sobre el otro, “y los números son elocuentes; en ese
lapso Kasparov apenas ganó 21 juegos y Karpov 19, mientras
que empataron en 104 ocasiones. Básicamente se trató
de dos fuerzas colosales que se anularon mutuamente”.
Esta enemistad en los tableros trascendió
a lo personal, pues era de todos sabido que ambos personajes no se
llevaban bien, y que sus formas antagónicas de ser los condujo
a tener tales diferencias que Karpov fue considerado el jugador favorito
del Kremlin, mientras que Kasparov se volvió una suerte de
rebelde en la URSS.
En esta ocasión, ambos personajes
visitarán la UNAM, como parte de la Primera Gran Fiesta Internacional
del Ajedrez, para enfrentarse a personajes de la vida cultural, política
y artística mexicana, y estudiantes universitarios. No obstante,
aquellos que esperan que estos hombres midan fuerzas nuevamente frente
al tablero, quedarán decepcionados.
Sin embargo, eso no impide que ambos personajes
coincidan de otra manera, una más enriquecedora para quienes
tiene la suerte de estar junto a ellos, porque a decir de los expertos,
fuera de su estilo de jugar, lo único que hacen mejor cuando
están juntos es analizar las partidas de otros.
The New York Times hace poco reseñó
una anécdota que refleja la complicada relación que
llevan estos maestros.
En un torneo, súbitamente los ajedrecistas
se separaron de la multitud, buscaron un lugar tranquilo y comenzaron
a charlar. De vuelta, los periodistas le preguntaron a Kasparov que
por qué si ellos no eran amigos y discrepaban tanto, habían
pasado tanto tiempo a solas, a lo que el maestro respondió:
“Porque tratándose de ajedrez, sólo él
tiene la capacidad de entender y ver lo mismo que yo entiendo y veo”.
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