• La retinopatía diabética
es una de las principales causas del deterioro de la visión
y de la ceguera entre adultos en edad laboral
• Investigadores del Instituto de Fisiología Celular
de la UNAM pretenden descubrir por qué se daña la
retina con la diabetes
A partir de monómeros de glucosa que
unen entre sí, se forma el glucógeno, una molécula
grande que se almacena, fundamentalmente, en hígado y músculos;
el primero lo pone a circular en la sangre como glucosa, y los segundos,
lo utilizan para contraerse.
Después de ingerir alimentos, por
la sangre circula glucosa; para metabolizarla, las células
pancreáticas liberan la hormona insulina, reconocida principalmente
por tejidos como el hígado, los músculos y el tejido
graso, explicó Rocío Salceda Sacanelles, investigadora
del Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la UNAM, que encabeza
un grupo de investigación que estudia el efecto del glucógeno
en la retina.
Como respuesta a la insulina, los músculos
y el tejido graso toman la glucosa y la acumulan como reserva en forma
de glucógeno; el hígado lo retiene y después
de cierto tiempo, en el momento en el que disminuye la glucosa (por
ejemplo, en la noche), hidroliza o rompe el aquél y lo libera
en forma de glucosa para que todas las células en el organismo
tengan energía y no dejen de funcionar, dijo.
Retinopatía diabética
La diabetes es una enfermedad que se caracteriza
por el aumento de glucosa en la sangre y por la disminución
de la concentración de insulina o sus efectos. Una de sus consecuencias
es la retinopatía diabética, una de las principales
causas del deterioro de la visión y de la ceguera entre adultos
en edad laboral.
La retina es una capa transparente de tejido
neural localizada entre el epitelio pigmentario y el cuerpo vítreo
del ojo. Sus funciones más importantes son capturar fotones
(partículas que constituyen la luz), convertir la energía
fotoquímica en energía eléctrica e integrar los
resultados y transmitirlos al cerebro, donde las imágenes se
procesan y analizan.
Las células fotorreceptoras de la
retina utilizan gran cantidad de energía durante el continuo
estímulo de la luz, y si falta, pueden morir. Pero, ¿qué
pasa en el estado diabético, en el que no hay insulina pero
sí mucha glucosa circulante?
“Con tanta glucosa, la retina debería
estar ‘muy contenta’; sin embargo, es uno de los tejidos
que se dañan con la diabetes, de hecho, sus células
mueren”, apuntó Salceda.
Una nueva teoría afirma que ese proceso
ocurre porque la glucosa en altas concentraciones es tóxica.
Sin embargo, a lo largo de su investigación, Salceda y sus
colaboradores se han cuestionado si la retina recibe toda la glucosa
que requiere de la sangre o también tiene sus reservas, que
puede utilizar en momentos en que escasea la energía; si puede
almacenarla cuando hay exceso, y si en realidad es tóxica.
Una posibilidad es que la retina la almacene
convertida en glucógeno, y la utilice si no hay glucosa en
la sangre. “Hasta hoy, tenemos más dudas que certezas.
Inicialmente nos preguntamos si había o no ese glucógeno
en la retina y encontramos que sí, pero en un experimento,
descubrimos que esa reserva puede agotarse en 10 minutos”, señaló.
Los universitarios aislaron y pusieron en
cultivo una retina de rata, a una muestra le agregaron glucosa y a
otra no. Al tomar el tiempo, encontraron que, si no había glucosa,
el glucógeno se acababa en ese lapso de tiempo.
En 10 minutos no sólo desaparece,
también se abate completamente la actividad eléctrica
del tejido; entonces, éste entra en crisis, deja de funcionar
y puede morir; algunos de estos procesos duran horas, incluso días,
según las células.
“En ese periodo, se podría agregar
un poco de glucosa a la retina, con lo que se recuperaría su
actividad eléctrica, pero en algunos estudios de la década
de los años 70 y 80 se vio que, si a los 10 minutos se agregaba
glucosa, la actividad eléctrica no se recuperaba igual, era
muy lenta, y las células podían empezar a morir. De
ahí que se piense que la retina es más sensible a la
falta de glucosa y de oxígeno que el propio cerebro”,
explicó.
Esto significa que la retina requiere un
continuo suministro de glucosa, porque la que tiene de reserva no
es suficiente para mantener su funcionamiento.
Si hay insulina en el torrente sanguíneo,
tejidos como el hígado y los músculos almacenan glucosa
en forma de glucógeno, pero en el estado diabético no
hay insulina en circulación, sobre todo en la diabetes tipo
I, por lo que la retina no puede controlar las altas concentraciones.
Sin embargo, la concentración de glucógeno
aumenta en la retina de animales diabéticos, de aquí
surge otra pregunta: ¿es la retina sensible a la insulina?
A los cuestionamientos de si la retina acumula
glucógeno para proteger su tejido de las altas concentraciones
de glucosa que pueden ser tóxicas, o si la formación
de glucógeno es dañina para la retina, la investigadora
respondió: “No sabemos qué pasa. Tratamos de descubrir
por qué se estropea la retina con la diabetes y qué
desencadena estos daños.”
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