Una novedosa estrategia de investigación para analizar
fenómenos psicosociales se practica en el Laboratorio de
Ecología Social y Desarrollo Comunitario de la Facultad de
Psicología (FP) de la UNAM.
Recientemente, María Montero y López Lena,
su coordinadora, reveló diversos estudios sobre la pobreza
que han llamado la atención de la comunidad científica,
por la riqueza conceptual y metodológica, vinculada con la
ecología social.
Esta área, explicó, analiza los procesos
de transacción entre el ser humano y su entorno socio-físico
a varios niveles, con diversas técnicas y una concepción
de sistemas.
De acuerdo con la académica, la ecología
social da sustento a un concepto denominado optimización,
con el que se pretende promover el equilibrio de los recursos emocionales,
familiares y cognitivos de las personas, en congruencia con el contexto
sociofísico y cultural en el que se desarrollan.
Ecología social y pobreza
Aunque las personas aún asocian la ecología
social con la biológica, aquélla se distingue por
estar comprometida con una visión multidisciplinaria de la
psicología.
“Ya lo dijo Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía
2002, la psicología y la economía deberían
acercarse más porque, finalmente, el último eslabón
en la cadena económica es la conducta del sujeto. Y ésta
es objeto de estudio. Ése es un reconocimiento de que hay
la necesidad de abordar fenómenos de relevancia social desde
un enfoque multidisciplinario y, por extensión, una sugerencia
a recurrir a la ecología social”, señaló
Montero.
Otra de las ventajas de este novedoso enfoque de investigación
psicosocial radica en que permite abordar al objeto de estudio desde
tres ópticas: prevención, análisis y evaluación.
“Cuando se tiene una visión ecológica
social se pueden desarrollar programas preventivos. Parece romántico
que una madre transforme la condición económica de
su hijo; sin embargo, pienso que sí se puede hacer algo para
que, cuando menos, sea el catalizador del proceso de salud mental
de éste. Si considera que su descendiente será un
buen profesionista, se empeñará en darle los elementos
necesarios, y un buen ejemplo en orientarlo, y si todo marcha bien,
asumirá, adoptará como suya, esa esperanza materna.
“Incluso, un buen ambiente familiar puede ser un
factor de prevención frente a las drogas, de manera que,
a nivel preventivo, la ecología social puede ofrecer estrategias
innovadoras y comprensivas para intervenir con cierto nivel de éxito
en un fenómeno tan complejo como la pobreza”, dijo
la académica.
Un modelo de ecología social contra la pobreza
Actualmente, la académica está involucrada
en el diseño de un modelo de intervención ecológico
social, que dote a las madres en pobreza de las herramientas cognoscitivas
y emocionales básicas para reducir, en lo posible, la permanencia
de las condiciones psicosociales vinculadas con esa situación.
Tras cinco años de hacer seguimiento a cientos de
familias en las 16 delegaciones de la Ciudad de México, Montero
y sus colaboradores concluyeron que la relación entre madre
e hijos funciona como un catalizador de patrones de conducta, que
pueden conducir a la perpetuación de las condiciones de pobreza,
o a la trascendencia de ésta, según de la calidad
y orientación de ese vínculo.
En primer término, observaron los procesos que ocurrían
en ese núcleo bajo ciertas variables sociales, para saber
qué motiva a algunos niños, aun viviendo en pobreza,
a salir airosos en su desarrollo emocional.
“Con base en mediciones sociales, físicas
y antropométricas, encontramos que las madres guardan, en
relación con sus hijos, expectativas de desempeño
académico que, según la orientación, facilitan
en ellos la repetición de patrones de conducta que favorecen
la inmovilidad, o una posible trascendencia social”, apuntó.
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